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Muestra de Fernando Botero en el Museo de Bellas Artes (2006):"El dolor de Colombia en los ojos de Botero" |
Pensar la literatura como uno de los tantos espacios desde
donde pensar la sociedad, y reflexionar qué es lo que se lee, cómo es leído, desde
qué tradición (o postura, o cosmovisión), es también uno de los objetivos del
taller, además de disfrutar de la literatura. Es decir, también recreándola.
Esta semana empezaremos con la literatura de Colombia.
Si intentáramos observar las formas más relevantes de los
últimos años de historia colombiana, podríamos hacer una enumeración muy
significativa (no exclusiva de Colombia, pero con connotaciones específicas): violencia
partidista (entre el partido Liberal y el partido Conservador), la Violencia -como
han denominado al período histórico
comprendido entre 1948 y 1953-, el creciente caciquismo de hacendados
conservadores versus el empobrecimiento campesino, la protesta del Silencio, el
Bogotazo, el surgimiento de las guerrillas.
Por otro lado, lo que era una práctica cultural y ancestral
como parte natural del estilo de vida de muchas comunidades indígenas a lo
largo de América del Sur, el uso de la hoja de coca, marihuana y otras plantas,
se termina uniendo a la demanda mundial de drogas psicoactivas
durante las décadas de 1940 y 1970, y producen
el incremento de la producción y procesamiento en Colombia, (como también en mismo sucede en Perú y Bolivia), el fortalecimiento del narcoterrorismo, grupos
paramilitares y crimen organizado, que
se consolida más tarde con el boom del narcotráfico hacia Estados Unidos y
Europa desde las décadas de 1970 y 1980.
Así se va configurando la violencia cotidiana generada en venganzas personales,violencia intrafamiliar,
el surgimiento del sicariato, los reclutamientos
masivos, las migraciones de familias enteras abandonando sus lugares de origen.
El conflicto armado también admite una lectura que atraviesa
la cuestión de género, ya que esas movilizaciones se produjeron muchas veces como
consecuencia de acoso, agresiones y violencia sexual, alterando elementos de
cohesión grupal.
Y la literatura, como manifestación cultural de la rica
diversidad del legado español, indígena
y negro, va produciendo en Colombia la búsqueda constante por una voz propia.
El sujeto dominante en las grandes novelas "real maravillosas" como
Cien años de soledad, de García
Márquez, es el sujeto etnográfico, es
decir, los tipos de individuos y sociedades como campesinos, afro-caribeños,
pueblos originarios, que no tenían una gran cabida en el espacio literario canónico
hasta ese momento. Por eso, en los años del llamado Boom, hay una legitimidad
cultural que va más allá de las características de difusión o interés editorial
que seguramente tuvo.
García Márquez comentó: “Mi problema más importante era
destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece
fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía.
Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las
cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del
relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no
parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga.”
Después el panorama fue cambiando, reflejando otras
cuestiones, otros contextos, otros aspectos de la desmesura, hasta que a partir de la década del noventa del siglo XX empezó a
aparecer la realidad de la violencia, concretamente la del narcotráfico de la época: la literatura
narco o de sicariesca.
Títulos como La Virgen
de los Sicarios de Fernando Vallejo (1994), Rosario
Tijeras de Jorge Franco (1999), La
Lectora de Sergio Álvarez (2004), empezaron a retratar los nuevos miedos y obsesiones que el país había adquirido
en esta etapa de la violencia.
Las ciudades, a la vez que se convierten en escenario de
esta violencia, se convierten en el escenario de estas tramas.
Recientemente
fueron publicadas obras como El ruido de
las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez y 35 muertos, de Sergio
Álvarez, que hacen una aproximación más extensa, por décadas, en las ficciones,
del tema del narcotráfico y su afectación en la vida de los colombianos.
Los autores que trabajaremos son los siguientes:
Juan Gabriel Vásquez
(Bogotá; 1973).
Aunque reconoce su deuda con Gabriel García Márquez, su obra
es una reacción al realismo mágico; así, a propósito de Historia secreta de Costaguana dijo: "Quiero olvidarme de toda
esa retórica aburridísima de América Latina como continente mágico o
maravilloso. En mi novela hay una realidad
desmesurada, pero lo que es desmesurado en ella es la violencia y la crueldad
de nuestra historia y de nuestra política. Déjeme que aclare algo con
respecto a esa cita, que por supuesto se refiere, en tono de sarcasmo cariñoso,
a Cien años de soledad. Yo crecí con
esta novela, y puedo decir que la lectura de Cien años… en mi adolescencia puede haber contribuido mucho a mi
vocación, pero creo que todo el lado del realismo mágico es de lejos lo menos
interesante que tiene esa novela. Yo propongo
leer Cien años como una versión
distorsionada de la historia colombiana. Ahí está lo interesante: en lo que
hace Cien años… con la masacre de las
Bananeras o con las guerras civiles del siglo XIX, no en las mariposas
amarillas ni en las colas de cerdo. Como todas las novelas que son grandes de
verdad, Cien años de soledad exige de los lectores que la reinventemos.
Yo creo que esa reinvención hay que hacerla olvidándonos del realismo mágico. Y lo que he tratado de hacer en
mi novela es contar el siglo XIX
colombiano en una clave radicalmente distinta y me temo que opuesta a lo
que los colombianos han podido leer hasta ahora".
Ricardo Silva Romero
(Bogotá; 1975). Sobre la tela de una araña, su libro de cuentos humorísticos al que
Darío Jaramillo Agudelo llamó la prueba de «un excepcional talento», fue
publicado por Arango Editores en 1999.
Réquiem, su poemario, recibió el premio del concurso convocado por el
Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá, en febrero del año siguiente. Después
de hacer un Master en Cine y Televisión en la Universidad Autónoma de Barcelona,
y de escribir una obra de teatro y un par de guiones cinematográficos, se
convierte en el comentarista de cine de la revista Semana y en colaborador de
publicaciones como Soho, Gatopardo, Número y El Malpensante.
Margarita García
Robayo (Cartagena; 1980). Desde el año 2005 vive en Buenos Aires,
donde dirige la Fundación Tomás Eloy Martínez. En su ciudad fue columnista de
cine, profesora de análisis fílmico y coordinadora de proyectos de la Fundación
Nuevo Periodismo Iberoamericano. En Buenos Aires trabajó para Clarín, donde
creó el blog Sudaquia: historias de
América Latina, que ganó diversos premios y reconocimientos. Para el diario
Crítica de la Argentina, escribió la columna La ciudad de la furia y, para la Revista C, el folletín “Mi vida y
yo”, bajo el seudónimo de Carolina Balducci. Suele colaborar para revistas de
crónica y de literatura. Participó en la antología de las mejores crónicas de
la revista Soho y en la antología Región: Cuento político latinoamericano.
Escribió los libros Hay ciertas cosas que
una no puede hacer descalza y Las
personas normales son muy raras. Ha sido traducida al italiano.