El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








lunes, 1 de octubre de 2012

Medio oriente: desde la construcción hacia el cuestionamiento de la identidad



E
sta semana comenzamos el recorrido por Medio Oriente: trabajaremos con textos de Amos Oz, Etgar Keret (ambos autores de Israel), Gassan Kanafani (de Palestina), y Orhan Pamuk (Turquía). Uno de los ejes de análisis será el tema de la identidad y su transformación a lo largo de las sucesivas generaciones. Y otro, la perspectiva planteada por Edward Said sobre  el método de "oposición binaria": dos mundos, dos estilos, dos culturas, Oriente y Occidente. Y la gran pregunta: ¿Choque de civilizaciones (mito) o choque de Ignorancias?




A
mos Oz (Jerusalem,1939)

Nació en medio de una familia procedente de Europa Oriental, que había llegado a Israel en los años treinta. Sus padres habían estudiado idiomas y filosofía en universidades europeas y le transmitieron el amor a la lectura y a los libros.


Entre 1954 y 1986 vivió en el kibutz Julda, donde se casó y nacieron sus tres hijas. Estudió literatura y filosofía en la universidad y desde 1963 ejerce la docencia. Fue profesor de literatura, lengua y filosofía en la escuela secundaria del kibutz y posteriormente en la Universidad Ben Gurión, en Beer Sheva, y en la Universidad Hebrea, en Jerusalem.

Amos Oz recibió numerosas distinciones en el mundo, tanto por su producción literaria como por su activismo a favor de la paz en Medio Oriente. Apoya fervientemente la convivencia pacífica entre judíos y palestinos y el derecho de estos a tener su propio estado. En 2006 recibió el Premio Goethe y en 2007 el Premio Príncipe de Asturias.




El Chejov israelí
Asegura  el crítico Egon Friedler, (radicado en Uruguay desde hace muchos años), que

“el Oz de Entre amigos -donde presenta una serie de cuentos sobre el kibutz de los años cincuenta y sesenta-, es la obra de un miniaturista: se desarrolla en un mismo kibutz. El mundo que Amos Oz nos presenta tiene una ternura, una ironía y una compasión equivalentes a la de Chejov respecto de sus personajes. Como Chejov, Oz no juzga,  prefiere la sugerencia a las afirmaciones contundentes. Su simpatía por sus personajes no le impide revelar todas sus cualidades, incluyendo las claramente negativas. Y como Chejov, sabe plantear con claridad la situación de cada uno de sus seres de ficción en su contexto familiar y social.
Por último, así como Chejov nos familiariza con la Rusia del siglo XIX, Amos Oz nos familiariza con la Israel pionera de las primeras décadas de existencia del Estado de Israel.”

Su visión personal
En una entrevista para Letras Libres, Amos Oz presentó su novela Una historia de amor y oscuridad, donde aseguraba lo siguiente sobre su compromiso político:

“La gente en Europa, es decir, los intelectuales progresistas europeos, odia Hollywood, porque ahí sólo se representa el blanco y el negro, los buenos y los malos de la película. Pero cuando esto se refiere a Oriente Medio quieren saber inmediatamente dónde están los chicos buenos y los malos: firman una petición a favor de los chicos buenos, odian a los chicos malos y se van a dormir. 

Mi modo de estar en la izquierda y mi actitud son muy diferentes: no estoy en el negocio de recogida de firmas ni en el de impresionar a la gente. Sé que en Oriente Medio los israelíes y los palestinos viven una tragedia, no una película del Oeste. Los palestinos llevan adelante una causa muy dura y lo mismo pasa con los israelíes. No es nada simple y no se puede mirar en términos de blanco y negro. 

La izquierda tuvo una vida fácil en el pasado. La colonización y la descolonización eran muy simples: podías decir perfectamente quién era bueno y quién malo. En Vietnam también era fácil de señalar. Y en el apartheid, lo mismo: podías apoyar la causa justa y objetar la causa equivocada. 

Pero con los israelíes y los palestinos es complicado. Lo que tienes que hacer es no ser proisraelí o propalestino, sino pro-paz. Es importante para la izquierda europea ofrecer una empatía hacia los dos bandos en esta ocasión, porque es una época muy difícil tanto para unos como para otros. Ambos, palestinos e israelíes, están viviendo ahí y ninguno tiene otro lugar al que ir. Ninguno. 

Es la única patria para los palestinos y la única patria para los judíos israelíes. Tienen que llegar a un compromiso. Y no hay un final feliz para nadie. Puede haber un compromiso pragmático. 
No puede haber una victoria para los chicos buenos y una derrota para los malos, porque no hay buenos y malos en esta historia. Tengo una actitud muy diferente a la de la izquierda europea: quiero imaginarnos a mí y a mis compañeros con batas blancas como las de los médicos en el hospital, en la sala de urgencias. Cuando tenemos que tratar a la gente herida, no preguntamos: "Perdón, ¿dónde está el conductor que causó el accidente? Queremos firmar una carta para castigar a este conductor". Nosotros queremos ver cómo se puede ayudar. Cuál es el tratamiento correcto.”

Fuente consultada:

Leeremos: Donde florece el amor, y La espera.


E
tgar Keret (Ramat Ga, 1967)

“La literatura de Israel ya no le dice a los jóvenes lo que deben ser” (Etgar Keret)


Vive en Tel Aviv y no sólo se dedica a la literatura. Es profesor de cine en la Universidad de Tel Aviv y colaborador permanente del diario local Ha-ir. Publicó, en colaboración, dos libros de comics: “Nadie dijo que iba a ser gracioso” y “Calles de ira”. En 1993 recibió el Primer Premio en el Festival de Teatro de Akko por su obra “Operación Entebe, el musical”. En 1996 escribió y dirigió junto con Ran Tal el cortometraje “Malka, de corazón rojo”, por el que recibió el reconocimiento de la Academia Israelí de Cine y el Primer Premio en el Festival de Cine de Munich.

Lleva publicados 4 libros de cuentos y una novela corta. Sus relatos presentan una realidad en crisis, que no siempre puede ser representada e incluye elementos fantásticos, como una manera de interpretarla y afrontarla. Sus protagonistas son seres humanos confundidos en medio de un mundo que no pueden comprender.

Desde su irrupción en el panorama literario internacional, Etgar Keret ha cautivado a lectores de todo género y edad con su particular estilo literario.

Su encanto reside en cierta narración visual (no sólo del cine sino de la televisión y los cómics), pero donde la prosa no es nunca protagónica: sólo acompaña las anécdotas. No hay experimentación ni búsqueda formal. Son muchos los relatos pero en ninguno de ellos hay una visión del mundo. 

La realidad israelí apenas si aparece en estos relatos. Sólo en dos o tres cuentos  se relata con cierta intención el conflicto con los palestinos; el resto prefiere demorarse en asuntos cotidianos y huir, de vez en vez, hacia lo fantástico. Tampoco hay una postura  sobre la cuestión judía. Keret, al revés de casi cualquier autor hebreo, no adopta una voz “judaica” ni diserta sobre la persecución, la diáspora, el sionismo. Porque Keret desea provocar: en la deliberada omisión de la situación israelí, reside parte del encanto. 

Como hemos visto ya en los exponentes de las nuevas narrativas de otras culturas,  es notorio el cambio en el uso de la lengua. Escribe en el idioma de la calle, apelando a numerosas expresiones en slang. Utiliza un hebreo despojado, alejado  de las alusiones bíblicas y talmúdicas,  difíciles de interpretar.

Cuestiona la diferenciación planteada entre el idioma culto y el vulgar, plasmando una postura que no discrimina entre el registro oral y escrito. Apela a la habilidad del lector para relacionar intertextualmente lo que lee.

Ya no se ocupa de grandes temas nacionales como el destino del pueblo judío o el conflicto con los palestinos, sino que escribe sobre situaciones personales, experiencias en el ejército, la vida cotidiana, la calle, el barrio. Y lo hace con mucha ironía, utilizando un humor ácido y en ocasiones negro, iluminando de otra manera temas dolorosos de la realidad israelí.

Dijo Keret en una entrevista durante la Feria Internacional del Libro, en México (año 2006):

"Básicamente soy escritor, no político o historiador cultural y puedo expresar mi punto de vista como una persona que vive en el área pero no como un experto. Creo que gran parte del problema es que tanto palestinos como israelíes se ven a sí mismos como víctimas.
La larga historia de persecuciones al pueblo judío y por supuesto el Holocausto han hecho que en la psique colectiva piensen que quienes están fuera de la comunidad pueden causarles daño potencialmente.

Lo mismo ocurre con los palestinos, que dentro del mundo árabe han sido una de las comunidades más perseguidas, no solo por los países occidentales sino también por otros países de la comunidad árabe. Claro que el gran problema de esto es que estos países creen tener el monopolio del sufrimiento, que sólo ellos tienen derecho a sufrir. Una de las claves para resolver el conflicto es que estos dos pueblos consideraran que su sufrimiento no es el único que existe en el mundo y en la medida en que pudieran ver el sufrimiento del vecino se podría abrir una brecha para solucionar los problemas", considera el escritor.

Y para finalizar, su balance de la literatura israelí:
"está cambiando. Hasta hace unos años autores como Amos Oz o David Grossman sentían que era su responsabilidad construir la identidad colectiva: el país estaba comenzando, y pensaban que tenían que hablar de lo que estaba construyendo ese país. El hecho de que crecí en un país que ya tenía esa identidad hizo que no sintiera esa misma responsabilidad. Los escritores de mi generación están más interesados en cuestionar esa identidad que en construirla. En mi caso, tanto en mi escritura como en mi vida personal, siempre trato de ver el otro lado de las cosas, siempre trato de agitar un poco, de romperlas sólo para ver si son como yo pensaba".


Leeremos: Extrañando a Kissinger, y Romper el cerdito.



G
assan Kanafani (Palestina, 1936/1972)

Escritor y periodista palestino.


Nació en Akka (San Juan de Acre), en una familia de la clase media, hasta que como miles de palestinos, tuvo que emprender el camino del exilio obligado en 1948 hacia el sur del Líbano, y posteriormente  a Damasco, Siria. Fue maestro de escuela y también profesor de artes en las escuelas de UNWRA (Organismo de Obras Publicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina en el Cercano Oriente). Estudió literatura en la Universidad de Damasco. Alternando el trabajo con los estudios, consiguió, llegada la edad, ingresar en la Universidad de Damasco, donde cursó estudios de literatura durante tres años.

Es considerado hoy, uno de los representantes más destacados de la literatura árabe contemporánea en general y de la palestina en particular. Kanafani representa la narrativa del exilio.

Aparte de su intensa actividad periodística, Kanafani dejó una considerable obra narrativa: cuentos, novelas, obras teatrales y ensayos.

Considerado uno de los representantes más destacados de la literatura árabe contemporánea en general y de la palestina en particular, constituye un testimonio, tanto por su realismo y descripción de situaciones y personajes, como por la indiscutible calidad literaria que ha merecido el reconocimiento de la crítica especializada, del sufrimiento y el exilio del pueblo palestino. Murió asesinado en un ataque terrorista.

Leeremos: Visión Gaza, y El gato.




O
rhan Pamuk (Estambul, 1952)

Escritor turco, Premio Nobel de Literatura 2006.

De familia acomodada y residente en un barrio occidentalizado de Estambul, en 1977 se graduó en el Instituto de periodismo de la Universidad de Estambul, aunque nunca ejerció la profesión. Entre 1985 y 1988 residió en Nueva York y trabajó como profesor visitante en la Universidad de Columbia, hasta que  regresó a Estambul. 


Sobre su vocación ha dicho: "Me acuerdo perfectamente del momento en que quise ser escritor. Fue una tarde de marzo o abril, en la primavera de 1973. Agarré un papel y un bolígrafo y me puse a escribir. Así fue. Recuerdo haber leído El extranjero, de Camus, y a pesar de que no influyó en mi escritura pensé que me iba a ayudar a ser escritor. Cuando anuncié a mi familia que sería un novelista, todos me dijeron que no lo hiciera, que yo no tenía ni idea de la vida. Creo que pensaban que iba a escribir una sola novela. Pero les dije que existían Borges y Kafka, y que ellos tampoco tenían ni idea de la vida... Las novelas, me parece, son una forma inédita de ver la vida. Solo ahora, después de todo este tiempo, confieso que cuando mi familia me dijo que yo no sabía nada de la vida, tenían razón. En ese momento no sabía nada".

Su obra comenzó a tener repercusión internacional con la novela El astrólogo y el sultán (Beyaz Kale, 1985), pero alcanzó su consagración definitiva con Me llamo rojo (Benim Adım Kırmızı, 1998), una novela que combina la narración de misterio, la historia de amor y la reflexión filosófica, ambientada en el Estambul del siglo XVI, bajo el reinado del sultán Murad III.

Pamuk fue llevado a juicio en diciembre de 2004 por «insultar y debilitar la identidad turca» (artículo 301 del código penal), en una entrevista a un periódico suizo en la que pronunció la siguiente frase: «En Turquía mataron a un millón de armenios y a 30.000 kurdos. Nadie habla de ello y a mí me odian por hacerlo». La primera sentencia le impuso una condena condicional de seis meses, durante los cuales debía abstenerse de cometer delitos para poder mantener su libertad. Se reafirmó en sus palabras en octubre de 2005. En enero de 2006 un tribunal abandonó el proceso judicial.

La posición de Pamuk ante los derechos humanos, particularmente ante los problemas armenio y kurdo en Turquía, lo han convertido en un personaje que genera polémicas en su patria, y mientras unos lo admiran otros lo consideran un traidor.

El gobierno turco se ha negado a admitir que cometió un genocidio contra los armenios en 1915. La campaña de odio desatada en su contra en Turquía después de aquella entrevista lo obligó a abandonar el país por un tiempo. Ya antes, en 1995, estuvo entre el grupo de escritores juzgados por sus ensayos en los que criticaban al gobierno por su política con los kurdos.

H
üzün

En los libros de Pamuk se observa cómo la visión de la grandeza del pasado y su pérdida pesan a los turcos. Todo esto está en el origen del fenómeno que el escritor describe en su libro Estambul, una ciudad de recuerdos, algo que él llama hüzün.

Hüzün es la melancolía, la depresión. Pero no de un solo individuo, sino global: “Sentimiento, humor y cultura en los que participan millones”. La manera en que los turcos viven hüzün nos muestra muy bien su actitud ante la vida y la realidad que les rodea. Según Pamuk, los turcos sufren sea cual sea su elección, y agrega que “el héroe de las películas turcas de mi infancia y mi adolescencia, tan como los héroes de la vida real, se comportaba así: nos daban la impresión de tener hüzün en su corazón desde su nacimiento, es por eso que no sabían luchar por el dinero, el éxito o la mujer que querían.”

Otra marca de peso en la mentalidad turca es la lucha constante entre Oriente y Occidente, entre la tradición y la modernidad. Los críticos europeos se enfadan con los turcos y con frecuencia provocan reacciones nacionalistas, pero, por otra parte, los turcos solicitan la aceptación de Occidente y tratan de confirmar su espíritu europeo.

Turquía es también un país donde coexisten ideologías radicalmente diferentes. Pamuk dice que dejarse afectar por las ideas extremas constituye una pasión turca. Lo ha presentado más claramente en Nieve (premio Medicis extranjero en 2005), su primer y último libro político (como él mismo dijo). En Kars,- la ciudad que es un caso especial de los procesos que tienen lugar en toda Turquía-, los movimientos diferentes se enfrentan: los islamistas extremistas, los laicos, los movimientos nacionalistas y los nostálgicos del Oeste. 

El propio autor dice que en Kars está omnipresente el “sentido tangible de la tristeza que surge de ser parte de Europa y al mismo tiempo llevar una política no europea. Las disputas ideológicas sin resultado comprometen toda la sociedad y gastan su energía.”

Me llamo rojo.

En la Estambul del siglo XVI, en el comienzo de la decadencia del Imperio Turco, la lucha por mantener la propia personalidad y las costumbres se contrapone a la llegada de las influencias occidentales. Las ilustraciones de los libros, las miniaturas, será la más perseguida, la más presionada, puesto que el Corán prohíbe la representación figurativa. La influencia cristiana pervertirá en mayor manera la visión, de aquellos, de esa pintura. En esa situación es asesinado un maestro ilustrador que preparaba, junto con otros, un libro secreto para el Sultán hecho a la manera de la pintura europea, -contrario a las enseñanzas del Profeta- para regalar al Dux de Venecia.

El libro crea una búsqueda, un rompecabezas literario, a través de las múltiples voces de sus protagonistas -personajes u objetos-de ese asesino.

Con la propia voz de su personajes, objetos inanimados, vegetales o animales (yo Negro, Yo Seküre, yo vuestro Tío, me llamo Ester, me llamarán asesino, yo el perro, me llamo rojo (color sangre, pintura)...yo el maestro Osman, yo el árbol...) Pamuk construye  un libro original.

La visión propia de los acontecimientos sale de la voz de los actores, cuyas opiniones a veces se contradicen o complementan y son contadas como si hubiera un público. Los puntos de vista varían según las situaciones, utilizando el recurso de metaficción.

Pamuk nos cuenta así la historia de un mundo en confrontación entre el  pasado y el presente, por lo cual  una parte de la sociedad intenta resistirse al cambio, quedándose en las antiguas formas gloriosas.


El primer capítulo se llama “Estoy muerto” y es el relato de un asesinato que hace el propio occiso desde el fondo del pozo. 
Esto desata el mecanismo policial que va a teñir toda la novela y tendrá al lector averiguando indicios acerca de la identidad del asesino, del que ya se sabe que es un ilustrador, colega del muerto. Lo que sigue es un paseo  por los otros cincuenta y ocho capítulos que van siempre agregando una información, un punto de vista, un matiz.  

Develar quién es el asesino (que también habla en capítulos que se titulan “Me llamarán asesino”) es algo que se mantiene mientras se va describiendo la escenografía estambulí, enfocada en un grupo de ilustradores dedicados a un trabajo que cuestiona las creencias hegemónicas sobre la pintura, lo cual ahonda en los territorios de la discusión filosófica y teológica. La tensión está dada por las antiguas técnicas de pintura y las nuevas, hiperrealistas, de los maestros francos. 

Es otra de las obsesiones de Pamuk: la dicotomía entre Oriente y Occidente. Y es a través del  dibujo y de la pintura que se mira la historia de los turcos desde el  período otomano. 



El Castillo Blanco.
Cuenta la  historia de dos hombres, un turco y un veneciano, cuyas vidas se entrecruzan. El primero es un joven científico italiano que, cuando viajaba de su Venecia natal a Nápoles, es capturado por unos piratas y llevado a Turquía, donde es vendido como esclavo a un sabio turco.  Éste, deseoso de conocer los avances de Occidente, queda cautivado por los conocimientos de su esclavo.

Queda claro el paralelismo de la historia con Las mil y una noches. Si en aquella era Sherezade la que, para salvar su vida, contaba al sultán una historia cada noche, ahora es este joven esclavo el que utiliza sus conocimientos sobre ciencia para contentar a su nuevo dueño.

Ambos personajes se convierten en una metáfora de lo que, a pesar de todas las diferencias, une poderosamente a los hombres de Oriente y de Occidente. Ambos hombres desean conocerse, respetarse, aprender el uno del otro. Ambos utilizan el mismo lenguaje: el de la ciencia. Ambos aprecian, en último término, las mismas cosas.

Finalmente,  ambos personajes, quienes  muestran un gran parecido físico, deciden suplantarse el uno al otro. El turco se va a Venecia haciéndose pasar por el científico, y éste se queda en Turquía, desempeñando el papel del sabio.

Así, la novela girará sobre el tema de doble, las sustituciones, las confusiones, y el tema de la identidad.

Fuente consultada: http://clubdecatadores.wordpress.com/2012/05/09