
El destino y su contracara, el azar, que hacen confundir a un Otálora, -con apenas su infatuación del coraje- quien cree poder burlar y burlarse, hasta que se da cuenta de que había sido condenado a muerte casi desde el principio, porque ya lo daban por muerto, como una burla siniestra a su propia vanidad.
Y, como procedimientos narrativos, la deliberada falta de profundización en el personaje porque es más el vehículo de un concepto, la brevedad tan racional, y la presencia de sus símbolos recurrentes, que están siempre ahí, en la superficie del entramado textual.
Lo próximo que veremos: lo apócrifo en autores y universos.