La narrativa inglesa de principios del siglo XX está presidida por James Joyce, uno de los autores más influyentes de todo el siglo. La revolución de las técnicas novelísticas que supuso su Ulises alcanza hasta nuestros días y centenares de escritores han seguido sus innovaciones.
Consiste éste en la reproducción directa de los pensamientos de los personajes y constituye una de las principales innovaciones de la narrativa contemporánea. Sus narraciones extensas –Al faro, Mrs. Dalloway o Las olas- se hallan plagadas de él pero también aparece en sus relatos breves.
Pero, dentro del por entonces Imperio Británico, una de sus principales discípulas –aunque habían nacido en el mismo año- es Virginia Woolf, quien, pese a haber rechazado en un principio la obra de Joyce por su “grosería de alcoba”, no puede negar que el uso que en ella se hace del monólogo interior marcó su trayectoria literaria.
Dos rasgos esenciales configuran el estilo literario de Virginia Woolf:
- su veneración por el lenguaje, y
- la utilización del monólogo interior.
Consiste éste en la reproducción directa de los pensamientos de los personajes y constituye una de las principales innovaciones de la narrativa contemporánea. Sus narraciones extensas –Al faro, Mrs. Dalloway o Las olas- se hallan plagadas de él pero también aparece en sus relatos breves.
El primer cuento que trabajamos de la autora tiene una historia básica: los preparativos de Clarissa para una fiesta que va a ofrecer esa noche. Usando la perspectiva interior de la novela, Woolf se mueve hacia atrás y adelante en el tiempo, y dentro y fuera de la mente de varios personajes para construir una imagen completa, no solo de la vida de Clarissa, sino también de la estructura social entre guerras. Debido a similaridades estructurales y estilísticas, comúnmente se cree que La señora Dalloway es una respuesta al mencionado Ulises de James Joyce. Fundamentalmente, sin embargo, La señora Dalloway explora en nuevos terrenos y busca presentar un aspecto diferente de la experiencia humana.
En la prosa de Woolf se observa una diferencia tangible y palpable entre el mundo exterior de un personaje y su mundo interior. Los ojos del personaje observan hacia el exterior, y la escritora, en esta interacción del personaje con el mundo, se atreve a mirar hacia el interior del personaje y a describírnoslo como algo vital, trascendental. Consigue retener de un modo magistral la emoción del instante, apresa cada emoción, deteniendo el tiempo si hace falta incluso, para darnos lo que el personaje siente en su máximo apogeo.
En un entorno hegemonizado por la acción y la descripción realistas, Virginia Woolf sostiene que el relato «debiera ser tan directo y tan ligero como el hilo que se cuelga entre dos perales para poner a secar la colada», pues tanto el relato como la novela han de procurar «captar multitud de cosas en la fugacidad del presente, de abarcar el todo y modelar infinitas cosas extrañas». Este propósito lleva a la Woolf a alejarse de la realidad inmediata dirigiéndose hacia distintos ángulos e introduciéndose en los pensamientos de sus personajes y entreviendo lo externo como un paisaje brumoso. «Las historias sin conclusión son también legítimas», escribió evocando a Chéjov, uno de sus maestros.
En un entorno hegemonizado por la acción y la descripción realistas, Virginia Woolf sostiene que el relato «debiera ser tan directo y tan ligero como el hilo que se cuelga entre dos perales para poner a secar la colada», pues tanto el relato como la novela han de procurar «captar multitud de cosas en la fugacidad del presente, de abarcar el todo y modelar infinitas cosas extrañas». Este propósito lleva a la Woolf a alejarse de la realidad inmediata dirigiéndose hacia distintos ángulos e introduciéndose en los pensamientos de sus personajes y entreviendo lo externo como un paisaje brumoso. «Las historias sin conclusión son también legítimas», escribió evocando a Chéjov, uno de sus maestros.
La duquesa y el joyero.
Aquí nos brinda una visión de los cambios sufridos por la sociedad de su época. Oliver Bacon ha logrado convertirse, partiendo de la miseria y con métodos poco ortodoxos, en el principal joyero de Inglaterra. Con asiduidad le visita una gran duquesa arruinada que le vende sus joyas para mantener su ritmo de vida. Como el comerciante está enamorado de una de las hijas de aquélla, no duda en comprárselas, aunque sospecha que son falsas, con objeto de tener su amistad.
Se trata de un texto muy revelador de los cambios que por entonces se estaban produciendo en la sociedad británica: una aristocracia arruinada que, para mantener su altísimo tren de vida, vende todo lo que posee y una pujante alta burguesía que, con tal de codearse con aquélla, paga lo que sea necesario.
Y todo ello enmarcado por ese lenguaje exuberante, que ya trabajaremos.
Es cierto, muy cierto, es que da la casualidad que me encuentro leyendo la Señora Dalloway, y siento lo que acá se comenta, que el libro signfica ese divagar de la mente, tan errático, tan difícil de poder traducir en palabras, tan incomprensible y descordinado y disonante y por que no también tan disparatado que uno de pronto se encuentra pensando cuando da vuelta la página, ¿pero que leí?, ¿pero que me cuenta?, yo creo que el monólogo interior va del pasado al presente y de este al pasado o al futuro sin puentes ni avisos, y esa es la mente: SIN PUENTES NI AVISOS. Gracias Graciela por contribuir a que el caos literario siga siéndolo en esencia y en origen, porque del caos venimos y a él retornaremos y no me echen la culpa si no se comprende, en definitiva es en estos momentos mi monólogo interior quién les escribe, es decir mi caos interior.
ResponderEliminarNo creas, se entiende...Ahí está tu caos, que se intuye. Y de eso nos nutrimos todo el tiempo, de ese caos y los poco eficientes esfuerzos por ordenarlo un poco.
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