El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








sábado, 12 de marzo de 2011

William Faulkner: profundidad e innovación

William Faulkner (25 de septiembre de 1897 - 6 de julio de 1962).se caracteriza por el drama psicológico y la profundidad emocional, utilizando  una larga y zigzagueante prosa, además de un léxico meticuloso.
Como otros autores prolíficos, sufrió la envidia y fue considerado el rival estilístico de Hemingway (sus largas frases contrastaban con las cortas de Hemingway). Es considerado el único probable modernista americano de la década de 1930, siguiendo la tradición experimental de escritores europeos como James Joyce, Virginia Woolf y Marcel Proust, y conocido por su uso de técnicas literarias innovadoras, como: 

• el monólogo interior,
• la inclusión de múltiples narradores o puntos de vista
• y los saltos en el tiempo dentro de la narración. 

Su influencia es notoria en la generación de escritores sudamericanos de la segunda mitad del Siglo XX. García Márquez en su “Vivir para contarla”,  y Vargas Llosa en “El pez en el agua”, admiten su influencia en la narrativa, algo que al leerlos emerge más que como una influencia: son sus discípulos.

Era el mayor de cuatro hermanos de una familia tradicional sureña. Estuvo muy influido por su Estado natal, así como por el ambiente general del Sur. Misisipi marcó su sentido del humor y mantuvo una fuerte presencia a lo largo de toda su obra, en la que el carácter típico sureño, fue una constante, y que junto a la atemporalidad de sus temas, marcarían la base de todas sus recreaciones literarias. A partir de 1921, Faulkner trabajó como periodista en Nueva Orleans y conoció al escritor de cuentos estadounidense Sherwood Anderson, quien le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, “La paga de los soldados” (1926).


La creación de un cronotopo: Yoknapatawpha.
Después de un breve viaje por Europa volvió a casa y comenzó a escribir su serie de novelas barrocas e inquietantes, ambientadas en el condado ficticio de Yoknapatawpha (inspirado en el condado de Lafayette, Missisipi), habitándolo con sus propios antepasados, indios, negros, oscuros ermitaños provincianos y groseros blancos pobres. Allí puso a vivir a 6.928 blancos y 9.313 negros, como pretexto para presentar personajes característicos del grupo sudista arruinado del cual era arquetipo su propia familia. La primera de estas novelas es Sartoris (1929), en la que identificó al coronel Sartoris con su propio bisabuelo, William Cuthbert Falkner, soldado, político, constructor ferroviario y escritor.
En la primera de estas novelas, Sartoris, caracterizó al coronel Sartoris como su propio bisabuelo, William Cuthbert Falkner, (Faulkner repuso la u que habían quitado de su apellido),  soldado, político, constructor ferroviario y escritor. Después aparece El sonido y la furia (1929), que confirmó su madurez creativa y da comienzo a su etapa más fértil desde el punto de vista artístico.
Es considerado uno de los creadores de ficción más importantes de las letras del siglo XX, a la altura de Marcel Proust, Franz Kafka y James Joyce. Sus temas del mal y la corrupción continúan siendo relevantes en la actualidad.
Faulkner exige mucho a sus lectores. Para crear una atmósfera determinada, sus frases complejas y enrevesadas se alargan durante más de una página y, jugando con el tiempo de la narración, ensambla relatos, experimenta con múltiples narradores e interrumpe el discurso narrativo con divagantes monólogos interiores.

Su influencia en la literatura radica en:
  1. aspectos técnicos:
·        su desarrollo del monólogo interior,
·        el multiperspectivismo,
·        la oralidad de la narración,
·        manejo no cronológico del tiempo en el relato
  1. aspectos temáticos:
·        la decadencia de una familia,
·        el fracaso,
·        la creación de un territorio de ficción propio en el que radicar un ciclo de relatos,
·        la obsesión con la historia,
·        la combinación de localismo y universalidad. 

El hecho de que tras la Guerra Civil española cayera la censura sobre Faulkner, hizo que su obra —que había empezado a traducirse en 1930— tardara en publicarse de nuevo, pero aun así, muchos escritores tanto en el exilio como en España reflejan su influencia como Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Juan Benet, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Juan José Saer. Jorge Luis Borges tradujo Las palmeras salvajes
Las obras de Faulkner, que habían permanecido durante un largo tiempo lejos de las imprentas, comenzaron a reeditarse y empezó a considerársele no ya como una curiosidad regional sino como un gigante literario cuya mejor escritura iba mucho más allá de las tribulaciones y conflictos de su tierra natal. Sus logros fueron reconocidos internacionalmente en 1949 al concedérsele el Premio Nobel de Literatura.

Frases de una entrevista a Faulkner, sobre el oficio del escritor.
“Yo diría que la música es el medio más fácil de expresarse, puesto que fue el primero que se produjo en la experiencia y en la historia del hombre. Pero puesto que mi talento reside en las palabras, debo tratar de expresar torpemente en palabras lo que la música pura habría expresado mejor. Es decir, que la música lo expresaría mejor y más simplemente, pero yo prefiero usar palabras, del mismo modo que prefiero leer a escuchar. Prefiero el silencio al sonido, y la imagen producida por las palabras ocurre en el silencio. Es decir, que el trueno y la música de la prosa tienen lugar en el silencio.

“El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro. Si un artista tiene que robarle a su madre, no vacilará en hacerlo...”

El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Que yo sepa nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente realmente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor.”

“Descubrí que no sólo cada libro tiene que tener un designio, sino que todo el conjunto o la suma de la obra de un artista tiene que tener un designio. Con la creación de Yoknapatawpha  descubrí que mi propia parcela de suelo natal era digna de que se escribiera acerca de ella y que yo nunca viviría lo suficiente para agotarla, y que mediante la sublimación de lo real en lo apócrifo yo tendría completa libertad para usar todo el talento que pudiera poseer, hasta el grado máximo. Ello abrió una mina de oro de otras personas, de suerte que creé un cosmos de mi propiedad. Puedo mover a esas personas de aquí para allá como Dios, no sólo en el espacio sino en el tiempo también. El hecho de que haya logrado mover a mis personajes en el tiempo, cuando menos según mi propia opinión, me comprueba mi propia teoría de que el tiempo es una condición fluida que no tiene existencia excepto en los avatares momentáneos de las personas individuales.

“Con El sonido y la furia yo había empezado a contar la historia a través de los ojos del niño idiota, porque pensaba que sería más eficaz si la contaba alguien que sólo fuera capaz de saber lo que sucedía, pero no por qué. Me di cuenta de que no había contado la historia esa vez. Traté de volver a contarla, ahora a través de los ojos de otro hermano. Tampoco resultó. La conté por tercera vez a través de los ojos del tercer hermano. Tampoco resultó. Traté de reunir los fragmentos y de llenar las lagunas haciendo yo mismo las veces de narrador. Todavía no quedó completa, hasta quince años después de la publicación del libro, cuando escribí, como apéndice de otro libro, el esfuerzo final para acabar de contar la historia y sacármela de la cabeza de modo que yo mismo pudiera sentirme en paz.”

Los libros que leo son los que conocí y amé cuando era joven y a los que vuelvo como se vuelve a los viejos amigos: El Antiguo Testamento, Dickens, Conrad, Cervantes... leo el Quijote todos los años, como algunas personas leen la Biblia. Flaubert, Balzac -éste último creó un mundo propio intacto, una corriente sanguínea que fluye a lo largo de veinte libros-, Dostoievsky, Tolstoi, Shakespeare. Leo a Melville ocasionalmente y entre los poetas a Marlowe, Campion, Jonson, Herrik, Donne, Keats y Shelley. Todavía leo a Housman. He leído estos libros tantas veces que no siempre empiezo en la primera página para seguir leyendo hasta el final. Sólo leo una escena, o algo sobre un personaje, del mismo modo que uno se encuentra con un amigo y conversa con él durante unos minutos.”

Fuente: http://www.ciudadseva.com/

Sherwood Anderson y el nuevo realismo norteamericano.

Rodrigo Fresán afirma que la literatura norteamericana es tan amplia que resulta positiva y negativa a la vez, pues por una parte nunca deja de asombrar con nuevos autores, pero deja oculta otros grandes nombres en medio del bosque literario. Por eso, no es sorprendente que se desconozca el nombre de Sherwood Anderson (1876-1941), escritor perteneciente a la generación de los años 20, considerado como el fundador del nuevo realismo norteamericano.
Uno de sus libros más aclamados es “Winnesburg, Ohio” (1919), colección de 22 relatos relacionados entre sí -uno de ellos en cuatro partes- que muchos críticos consideran en realidad una novela y uno de los mejores libros en lengua inglesa del siglo XX. Describe, a medio camino entre el análisis psicológico y el sociológico, las frustraciones de los habitantes de una pequeña comunidad rural incapaces de adaptarse a las nuevas formas de vida.
Sherwood Anderson nació en el pueblo de Camden, Ohio, el 13 de septiembre de 1876. En su autobiografía titulada "A Story Teller's Story", el escritor evoca a los suyos, una familia escocesa- irlandesa radicada en el Sur de los Estados Unidos, de madre con ascendencia italiana, constituyendo todos ellos una especie de tribu gitana. Desde los doce años, tuvo que contribuir al sostén de su familia. A veces salía con su padre y con sus hermanos a pintar rejas y letreros en los caminos. Hizo de todo. Fue suplementero y mozo de cuadra. Esta experiencia fue, al mismo tiempo, su aprendizaje de novelista. Después de una serie de acontecimientos, que incluyó el alistamiento como voluntario en la guerra de la Independencia de Cuba,  trabajó como gerente de una fábrica de pinturas en Ohio.


Fue entonces cuando comenzó a escribir por primera vez. El industrialismo americano y los problemas entre el capital y el trabajo lo impresionaron e indignaron en tal forma que un día, interrumpiéndose en el curso de una carta comercial que dictaba a. su secretaria, exclamó dramáticamente: "Estoy caminando en el lecho de un río". Acto seguido, tomó su sombrero y salió de la fábrica y de la ciudad para no retornar jamás. El volumen titulado "Winesburg, Ohio" traducido al español como "Historias de 1o grotesco", lo consagró en el mundo de las letras e hizo que se lo comparara con Dostoievski y con Chejov, a ninguno de los cuales Anderson había leído jamás. "Cuando adquirí fama de narrador"- cuenta él mismo al respecto, "se me acusó de inspirarme en los rusos. Esta afirmación es plausible. Se apoya en una razón sólida". En realidad, a Sherwood Anderson le correspondió en los Estados Unidos, como a Chejov en Rusia, el mérito de haber liberado a la "short-story" norteamericana de los moldes convencionales y rígidos dentro de los cuales se había estancado después de O’ Henry . Igual que Chejov, él rechazó la forma y el estilo del cuento tradicional y, en vez de exponer objetivamente un problema y llevarlo a su solución, cultivó el análisis subjetivo, como en su célebre "Quisiera saber por qué” , en que el héroe, un adolescente perplejo ante la vida, habla en primera persona en una forma que produce la impresión de una narración inconexa, pero que en realidad está hábilmente manejada por el autor, corno el fin de producir el efecto de espontaneidad deseado. "Winesburg, Ohio" traza, a través de sus diferentes narraciones, el cuadro de una pequeña ciudad norteamericana. Sus personajes son seres vulgares, pero captados en aquellos momentos en que experimentan sentimientos e impulsos ardientes, por lo general reprimidos o mal dirigidos. Para Sherwood Anderson, el sexo es la motivación de casi todos los actos humanos. En cuanto a sus historias, ellas giran en torno a George Willard, un joven reportero que sueña con "huir de todo aquello" y con realizar algo grande. Su pueblo no ofrece para él ningún interés.
En "Poor White" (Pobre Blanco, 1920), presenta impresiones de la vida norteamericana en forma de cuentos y poemas, como en "The Dumb Man", donde expresa el problema del autor y su anhelo de traducir en palabras lo inexpresable, es decir, lo que ocurre en el cerebro de sus personajes, gentes en su mayor parte inarticuladas y frustradas. Cuando estuvo en Nueva Orleans observó la vida de los negros, que describió con su estilo brillante, cargado de imágenes, con ese realismo inventado por él, gracias al cual todo se transfigura y la realidad aparece velada de ensueño y emoción, y los paisajes y los retratos están envueltos en una atmósfera de sueño.
Analizando la vida y obra de Sherwood Anderson, dice el crítico español Benjamín Jarnés: "Barrió, segó, pintó carteles llevó al hombro un fusil, vendió chucherías, divagó, cuidó caballos... Y, ya cursada su espléndida carrera de escritor, recibió el doctorado de gran poeta, quizá el más considerable en su patria después de Walt Whitman. Una larga, una turbulenta carrera hecha a pie, sin fortuna, pero rico, riquísimo".
A comienzo de 1941., Sherwood Anderson partió a Sudamérica, en una gira cuya meta debió ser Chile. Nunca explicó las razones de aquel viaje que no alcanzó a realizar. A poco de partir, murió, el 8 de marzo, en la zona del Canal, de un ataque agudo de apendicitis.
Las múltiples peripecias de su vida no dejaron amargura en el alma de Anderson; en su autobiografía escribió: “Las gentes que sienten una vocación artística deberían entrenarse en lo que se ha convenido en llamar "pobreza". Cuando se entra en la vida con el mimo que da la clase media, el artista se coloca en el trance de acabar dentro de la piel de uno de esos amargados que se pasan la vida lamentándose de que el público no se precipite a aplaudirles cuando pasan".

Su aporte a la cuentística literaria (por Esteban Arriagada).
Maestro de Scott Fitzgerald o Ernest Hemingway, Anderson fue un maestro del relato breve y uno de los modernizadores del género. Sus contribuciones literarias se centran principalmente en consolidar ciertos rasgos que definirán el desarrollo posterior de toda una estética. Entre otros elementos, se puede nombrar la
  • sobriedad en las descripciones,
  • la economía del lenguaje,
  • diálogos exactos,
  • cierto lirismo al interior del texto.
  • personajes mínimos pero descriptos en ciertos momentos paradigmáticos que reflejan el punto en que la vida se les transforma por completo.
  • episodios narrados desde un presente muy concreto (confluyendo el pasado con el futuro)
  • finales abiertos, casi sin conflicto.
  • estilo falsamente ingenuo, pero que pretende abarcar toda la complejidad humana.
Sus  temas recurrentes:  
  • la huida del campo a la ciudad,
  • la transformación del mercado del trabajo
  • la rebelión de la juventud,
Va creando un concepto de identidad, en la cual el individuo es el centro de la sociedad. Se muestra toda una cultura individualista, del triunfo, de la exaltación del dinero que posteriormente se reflejaría en la escritura de Raymond Carver y David Foster Wallace.