El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








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domingo, 9 de septiembre de 2012

África: La frontera cultural como un puente


La literatura poscolonial
El discurso poscolonial surge como discurso de oposición con la única idea de buscar un espacio de afirmación donde afianzar la identidad propia. Oposición y diferenciación del discurso colonial, que  puede definirse como un conjunto heterogéneo de actitudes, intereses y prácticas cuyo objetivo principal se centra en la instauración y perpetuación de un sistema dominante, con una gran carga ideológica, que busca la justificación de ese dominio.

Este aspecto es el que trabajaremos esta semana.

Por otra parte, el texto africano  puede ser observado dentro del fenómeno de la  transculturización, o hibridez, donde confluyen los juegos formales y narrativos y las transgresiones lingüísticas de distintas tradiciones orales y escritas.

No es necesario detenerse a observar el mapa de África para entender cómo sus fronteras muestran que, cuando el continente fue colonizado, no se respetó la etnia o la cultura o la religión de los africanos, por lo que no es de extrañar que actualmente exista tanta variedad dentro de un mismo pueblo. Esto, además, ha tenido consecuencias devastadoras en África. Es por eso por lo que utilizaremos el concepto “texto africano” exclusivamente en su sentido etimológico, ya que cada región, cada pueblo, contiene características especiales que pueden corresponderse o no con las de sus vecinos.


N
gugi wa Thiong'o, frontera y puente


Ngugi wa Thiong’o nació en 1938 en Kenia, África, de la etnia kikuyu.
Siendo adolescente fue testigo de la rebelión de los Mau Mau en contra del régimen colonial inglés (1952-56) en la que perdió a parte de su familia y su aldea fue destruida.





Una vez sofocada, se estableció un estado de emergencia y el colonialismo inglés se impuso, sobre todo en el sistema de educación. El inglés se convirtió en el idioma oficial y hablar en gikuyu conllevaba serios castigos. Aquella infancia y adolescencia transcurrida en esa esquizofrenia cultural marcaría la obra de Thiong’o, educado en una escuela inglesa y en las universidades de Uganda y Leeds (Inglaterra); hombre tribal heredero de una cultura enfrentada al occidente, despojado de su lengua e inserto en el mundo del colonialismo como catedrático en universidades estructuradas conforme al modelo europeo.

En 1963 Kenia logró la independencia, sin embargo, como en tantos otros países africanos, lo que se estableció fue una dictadura, sobre todo con  Daniel arap Moi.  Durante esa larga dictadura este escritor, Ngugi, fue encarcelado (por una obra de teatro que criticaba la desigualdad e injusticias de la sociedad keniana). Fue en la cárcel de máxima seguridad, que decidió abandonar el inglés y escribir en su lengua natal en la que escribió la primera novela en gikuyu cuyo título  es El diablo en la cruz. Además renunció al cristianismo, que fue su religión inducida; a los valores culturales de Occidente, e incluso a su nombre, que hasta entonces había sido James Thiong’o Ngugi.

Fue liberado por presiones de Amnistía Internacional,  pero el dictador Moi le prohibió acceso a la enseñanza y se tuvo que exiliar.
Luego de dos décadas en ese exilio forzoso, Ngugi y su esposa regresaron a Nairobi en 2004, pero fueron atacados por cuatro individuos en su propia casa. Actualmente viven en Irvine, California, en cuya universidad es Director del International Center for Writing and Translation.

¿

Literatura africana o afro-europea?



A pesar de la persecución de que ha sido objeto en su país, Ngugi lo lleva en su pensamiento y en su lenguaje. Desde hace décadas ha planteado que la literatura escrita por africanos en un idioma colonial no es literatura africana sino “afro-europea” y que los escritores deben utilizar su lengua materna para escribir con su propia gramática. Para Ngugi la lengua y la cultura son indivisibles y la pérdida de una tiene como consecuencia la pérdida de la otra.
Por esa razón sus novelas se nutren del conflicto cultural derivado del papel del cristianismo, la educación en inglés y la creciente opresión de los kikuyus y otros pueblos africanos a manos del colonialismo europeo. De esa época son No llores, criatura, El río que divide y Un grano de trigo.


Colonos y colonizados nunca ven al mundo bajo la misma luz”. (Ngugi wa Thiong'o) 
Su vida tiene semejanzas con la del nigeriano Chinua Achebe, también miembro de una tribu dominante, también entregado al cristianismo, también educado en inglés y también recuperado por la fuerza de su cultura. Hay sin embargo una diferencia fundamental entre estos escritores. Mientras que Achebe, como bien señalara Wole Solyinka, es el primer escritor africano que pone el inglés al servicio de lo africano, Thiong’o denuncia el uso de ese idioma pues lo considera un caballo de Troya cultural y al contrario de Achebe, que nunca escribe en ibo, regresa a su materno kikuyo.



"Cuando el nigeriano Wole Soyinka escribe en inglés, Europa le da el Nobel de Literatura, pero si el keniata Ngugi Wa Thiong'o lo hace en kikuyu o en kiswahili, entonces no existe para la intelectualidad occidental. En realidad, hay que tener sentido de la hospitalidad con políticos y literatos africanos del pasado siglo XX, porque aunque han aprendido muy pocos de sus gentes han hecho un honesto esfuerzo de aculturación para blanquear sus mentes, sus políticas y su arte”, nos dice Ferrán Iniesta en Imaginar África, (Editorial Catarata, 2009).

Es posible que Ngugi wa Thiong'o  nunca reciba el Premio Nobel de Literatura, a pesar de ser nominado varias veces. No sería el primer africano al que se lo conceden, pero sí podría ser el primer galardonado que escribe en su lengua africana originaria, en su caso en kikuyu, una de las muchas que conviven en Kenia. Sólo dos de sus libros han sido traducidos al castellano. Lo cual dice mucho acerca de la persistencia de las jerarquías coloniales del saber. No es una cuestión de escritores, sino de culturas y sistemas lingüísticos y estructuras de dominio.

En 1981 explicaba  las razones políticas de su determinación en el uso de su lengua materna, frente a autores como Chinua Achebe que se conformaba con enriquecer la lengua colonial:

"Creo que mi escritura en lengua kikuyu, una lengua keniata, una lengua africana, forma parte de las luchas antiimperialistas de los pueblos de Kenia y del resto de África. En las escuelas y universidades nuestras lenguas keniatas - es decir, las lenguas de las muchas nacionalidades que conforman Kenia - estuvieron asociadas con las cualidades negativas del retraso, el subdesarrollo, la humillación y el castigo...
Así que me gustaría contribuir a la restauración de la armonía entre todos los aspectos y divisiones del lenguaje para reponer al niño keniata en su ambiente, comprenderlo plenamente para poder estar en posición de cambiarlo para su bien colectivo. Me gustaría ver que las lenguas maternas de los pueblos de Kenia (¡nuestras lenguas nacionales!) sean portadores de una literatura que refleje no sólo los ritmos de la expresión hablada de un niño, sino también su lucha con su naturaleza y su naturaleza social.
Pero el hecho de que escribamos en nuestras lenguas -aunque constituya un primer paso necesario en la correcta dirección - por sí solo no traerá el renacimiento de las culturas africanas si la literatura no es portadora de las luchas antiimperialistas de nuestros pueblos por liberar sus fuerzas productivas del control extranjero".

Su crítica anticolonial no se limita por tanto al pasado, sino que incluye las relaciones postcoloniales de poder en su país de origen, donde destaca la violencia y el autoritarismo del poder político (que volvió a manifestarse con intensidad en 2007-2008).


En 1996 habló sobre lenguaje y literatura en Miranda House, Nueva Delhi, India, de la siguiente manera:

"Si controlas la mente de la gente, no necesitas a la policía para controlarla en cualquier otro nivel. Puede comprobarse cómo ese control puede cambiar no sólo cómo las personas se ven las unas a las otras sino cómo observan su relación con aquellos que les controlan. Esto se ve claramente en el modo colonial de educación, que para muchos de nosotros en África nos hace ver Europa como la base de todo, como el mismo centro del universo
Podemos verlo por cómo hemos sido educados para que contemplemos la lengua inglesa como la base de la definición de nuestra propia identidad. En lugar de concebir al inglés solamente como otra lengua con muchos libros y una literatura disponible, lo vemos como la manera de definir nuestro propio ser. Nos volvemos cautivos de esta lengua, desarrollando algunas actitudes de identificación positiva con el inglés (o el francés). Desarrollamos también actitudes que nos distancian a nosotros mismos de nuestros propios lenguajes, nuestras propias culturas. No se trata simplemente de adquirir otra herramienta importante; la adquisición de esta herramienta intelectual se convierte en un proceso de alienación con respecto a nuestras propias lenguas y lo que ellas pueden de hecho producir
Otra manera de mirarlo, especialmente en África, es como la creación de una elite alienada. Pueden ver el tipo de inversión comunitaria que acompaña la producción de estas mentes cuando ellas salen al extranjero para obtener su doctorado, por ejemplo. Nunca devuelven nada a la comunidad comunicando ese conocimiento en lenguajes propios de la gente. La comunidad invierte en nosotros, y donde quiera que vamos -ya sea la Miranda House, o Nairobi, o Yale- lo que producimos lo encerramos con llaves marcadas en inglés o en francés o en portugués o en cualquier lenguaje de educación. El lenguaje es de una enorme importancia. Si miran el área de la cultura, la lengua es clave. Es el medio por el cual nos comunicamos con los demás para la producción de riqueza. Es por eso que lo he llamado en otra parte el banco de la memoria colectiva del pueblo."

"Bajo el impulso de los departamentos de inglés de las universidades, encontramos muchos estudios y comentarios sobre las nociones de moderno y postmoderno. Pero ignoran lo que constituye la modernidad. Si pensamos la modernidad occidental en términos de la Europa renacentista o post-renacentista, esa modernidad está ligada completamente al colonialismo. No hay manera de librarla del colonialismo y, de hecho, en algunos casos se refleja directamente en la misma literatura.

De manera que el estudio de las literaturas africanas, asiáticas, latinoamericanas, deben ser vistos como parte de la enseñanza de la literatura y la cultura occidentales. Lo realmente importante es apreciar estas conexiones. Sólo cuando veamos las conexiones podremos hablar de un modo significativo de diferencias, similitudes e identidades. La frontera, vista como un puente, se basa en el reconocimiento de que ninguna cultura es una isla en sí misma. Ha sido influenciada por otras culturas y otras historias con las cuales ha entrado en contacto. Este reconocimiento está en la base de todos los otros puentes que queramos construir entre nuestras diversas fronteras culturales. De hecho los puentes ya están ahí. El desafío al que se enfrentan los profesores de literatura inglesa, o de literatura africana o asiática, consiste en reconocer y encontrar estos puentes y construir sobre ellos. Por ello la enseñanza de las literaturas y de los idiomas es un privilegio que nos enfrenta a todos con un desafío, el de descubrir las conexiones entre la literatura y esa plenitud que llamamos sociedad, una plenitud constituida por todo lo que viene con la economía, la política y el medio ambiente."

M

atigari (1989)


La originalidad de Matigari rebasa las fronteras lingüísticas y es preservada en la traducción. El texto está plagado de marcas culturales, como las expresiones en kiswahili y la mención de hechos históricos y de entidades políticas, económicas y comerciales existentes, que se suman a las marcas de oralidad para dotar de un carácter propio a la novela cuya acción se sitúa indudablemente en el Este de África; a pesar de la advertencia inicial y de los esfuerzos del narrador por hacer borrosas las fronteras entre la ficción y la historia; por negar un tiempo cronológico inteligible dentro de la novela: 
«¿Cuándo fue que nos separamos? ¿Fue tan sólo ayer por la noche? ¿O fue el día anterior? Sea como sea, no importa. Ayer, el día anterior, hace años, ha sido la misma historia.» (p. 108).

La universalidad de los problemas abordados en Matigari de ninguna manera viene en detrimento del profundo carácter africano de la narración. En este sentido se emparenta con la producción de autores latinoamericanos como Alejo Carpentier, con quien podría compartir la profunda crítica social y política construida sobre la base del relato histórico. Aunque, por supuesto, sería demasiado simplista hablar de realismo mágico en el caso de la novela de Ngugi, en ella se mezclan elementos ficcionales y no ficcionales de manera similar a la de la corriente latinoamericana.

Se trata de una novela que reflexiona constantemente sobre ella misma y sobre su carácter de ficción, y al hacerlo construye una estructura de mise-en-abîme que atrapa al lector en una red más profunda; nos enfrenta, por ejemplo, al dilema de las posiciones realidad-ficción, mentira-verdad, y toma partido.
Es sintomático que las críticas orientadas a descalificar la ficción provengan siempre de los labios de los opresores que detentan el poder y tratan de justificar su gobierno ilegítimo:

«De hecho, fuimos nosotros, los que nos regimos por la ley, quienes evitamos que el país se destruyera. Si miran la situación desapasionadamente, sin el tipo de distorsión que encuentran en algunos de esos escritores de ficción, podrán ver que fueron los que obedecieron la ley colonial quienes construyeron la independencia.» [p. 122. Las cursivas son del autor.]

«Ninguna canción, ninguna canción o juego o rima o proverbio que mencione a Matigari ma Njir˜u˜ungi será tolerada. Todo lo que nos interesa es el desarrollo. No nos interesa la ficción. Olvidemos que gente como Matigari ma Njir˜u˜ungi existió alguna vez. Estemos de acuerdo, como pericos leales, en que Matigari ma Njir˜u˜ungi fue sólo un mal sueño. Ese pedazo de historia fue sólo un mal sueño, una pesadilla, de hecho. Tenemos profesores calificados que pueden escribir una nueva historia para nosotros».

Fuente consultada: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/586/58611171009.pdf

martes, 4 de septiembre de 2012

África y las dos versiones.


“También el león debe tener quien cuente su historia. No sólo el cazador”.

Chinua Achebe, el famoso escritor nigeriano, nos recuerda con esta sugestiva metáfora que la historia del África negra, tan variada en sus paisajes naturales y humanos, ha sido interpretada casi siempre a partir de las peripecias de la conquista y las exigencias colonizadoras de las potencias europeas.

Una de las máscaras africanas que fascinó a Picasso y Matisse, y marcó el comienzo del cubismo en el S.XX 



Para empezar a abordar el tema africano, recordemos que es un continente demasiado grande para describirlo, de una riqueza extraordinaria, y de enorme una vastedad  geográfica, ya que cada una de sus regiones tienen todas diferentes particularidades: la región norte, más cercana a los países árabes y a Europa;  la llamada “subsahariana” (eufemismo utilizado, entre otros motivos,  para soslayar la palabra negra); la región sudafricana con la implacable dominación blanca y su tristemente famoso  apartheid, instituido por colonizadores ingleses y holandeses como símbolo de una sucesión de discriminación política, económica, social y racial.

África, cuna de la Humanidad  de donde proceden las sucesivas especies de homínidos y antropoides  que se han ido expandiendo por el resto de continentes hace cerca de 190.000 años. Donde además se dan los grupos lingüísticos más antiguos de toda la humanidad, origen de dos de las ramas que han dado comienzo a las mayores variaciones: los idiomas africanos  y el grupo de las níger-congo. (Con la particularidad notable de las "lenguas de chasquido" propias de los kung, de las cuales se sospecha que son el tronco principal del que se originan todas las lenguas habladas en el mundo).

Pero también el continente que fue diezmado y arrasado por el comercio humano a través de la esclavitud, en los tiempos de las colonias.

Seguiremos el consejo de Achebe, y trabajaremos las dos versiones de la historia: la de los leones y la de los cazadores.


C
hinua Achebe (Ogidi, Nigeria- 1930)






Novelista y ensayista en lengua inglesa, de etnia y cultura ibo, Chinua Achebe se inscribe en la primera generación de intelectuales africanos educados en su país. 

Su obra describe la irrupción de las costumbres y los valores occidentales en la cultura tradicional africana, así como los conflictos de la sociedad postcolonial.

Su padre, perteneciente a la etnia Ibo, era profesor en una escuela misionera, y aunque trató de inculcarle algunos de los valores de la cultura a la que pertenecía, también era un devoto protestante, y en consecuencia lo bautizó con un nombre cristiano. Sin embargo, durante sus años en la Universidad, Achebe renunció a su nombre inglés y adoptó el nombre indígena por el que desde entonces se le conoce. Del mismo modo, su obra no se redujo a la simple imitación de la literatura europea, sino que avanzó hacia la creación de nuevas formas literarias a partir de la propia lengua inglesa. El resultado fue un inglés entreverado de habla africana, así como una mezcla de lo real y lo mágico.

En la Universidad de Ibadán estudió primero Medicina y después Literatura, y más tarde pasó a trabajar en la radio nigeriana, en la que hizo carrera. Con W. Soyinka, J. P. Clark, A. Tutuola, E. Mphahlele y otros coetáneos fundó el célebre "Mbari Club", que llegó a ser un lugar de animado debate cultural y del que nacería la editorial homónima. Fundó y dirigió la colección "African Writers" del editor londinense Heinemann, que acogió las mayores obras literarias africanas en lengua inglesa, y también dirigió la revista Okike.


Achebe, a quien un accidente confinó en 1990 a una silla de ruedas, es el tercer africano que recibe el Premio de la Paz de los editores alemanes en sus 54 años de historia. Ha vendido seis millones de ejemplares de su novela Todo se desmorona y se ha convertido, a sus 72 años, en un moralista inflexible, 'y en un inmenso narrador', según el jurado que le concedió el premio.

Durante la guerra civil de Biafra se alineó al lado de su pueblo, es decir, a favor de Biafra; salió destrozado de aquella terrible experiencia y, desde entonces, no volvió a escribir prácticamente nada. Pasó varios períodos, algunos de ellos prolongados, en el extranjero, en la Universidad de Massachusetts y en la de Connecticut. Enseñó literatura en la Universidad de Ibadán y en la de Nsukka.




Achebe es no sólo uno de los fundadores del renacimiento literario nigeriano (que tuvo lugar a partir de la década de 1950), sino uno de los mejores escritores en lengua inglesa y el más conocido y más leído de los novelistas anglófonos africanos. Narrador de fuerte inventiva, creador de un estilo sabiamente articulado sobre los idiomas, los proverbios y los ritmos de la tradición oral ibo, examinó el pasado de su pueblo y lo representó encarnándolo en un clan y en su historia, que se desarrolla en el abanico de una trilogía épico-satírica.

En 1958 apareció el primer volumen de la trilogía, Todo se derrumba (Things Fall Apart), que comienza en una época en la que los blancos aún no habían llegado al interior del país. La novela se estructura en torno a la tragedia personal del héroe, el guerrero Okonkwo, quien, debido a una serie de desgraciadas coincidencias y errores fatales, destruye su propia existencia y acaba suicidándose.

Paralela a las vicisitudes de Okonkwo y entrelazada con ellas transcurre la historia del poblado de Umuofia, con sus conflictos y sus problemas, sus ritos y sus celebraciones, sus guerras y sus fiestas, y, finalmente, su enfrentamiento con el hombre blanco: misionero, soldado o administrador. Okonkwo se derrumba, pero también se hunde Umuofia.

Su influencia sobre varias generaciones de lectores africanos ha sido enorme, pues les ha dado el primer gran clásico de su tradición autóctona: una obra que apareció en el momento crucial del nacimiento de los nuevos estados africanos y de la recuperación de sus tradiciones propias, en un momento de fuerte crecimiento político y de extraordinaria intensidad cultural. Cabe citar también Hormigueros en la sabana, de 1987.


Una imagen de África: racismo en «El corazón de las tinieblas» de Conrad

Este ensayo (An Image of Africa: Racism in Conrad's «Heart of Darkness») es la versión publicada (y enmendada) de la segunda conferencia de Chinua Achebe en la Universidad de Massachusetts, Amherst, el 18 febrero de 1975. Se considera que el texto forma parte del movimiento crítico poscolonial, que aboga por tener en cuenta los puntos de vista de las naciones no occidentalizadas y de los pueblos que deben lidiar con los efectos del colonialismo.

En Una imagen de África: racismo en «El corazón de las tinieblas» de Conrad, Achebe ataca al texto de Joseph Conrad por considerarlo racista.

Recordemos brevemente la trama y el contexto de la novela de Conrad, publicada en 1899.

La novela se centra en el marinero Marlow, quien narra una travesía que realizó años atrás por el río Congo, en busca de Kurtz, el jefe de una explotación de marfil, y que  adquiere un carácter simbólico y ambiguo, ya que  ha tenido un enorme éxito en ese comercio, pero  se ha granjeado la envidia de otros colegas. Marlow intuye que Kurtz ha roto con todos los límites de la vida social tal y como se conoce en Europa, lo que le repele y atrae al mismo tiempo.

Cuando finalmente se encuentra con Kurtz, (cuya imagen ha ido agrandándose y mitificándose durante el proceso), descubre que se trata de un personaje misterioso, al que los nativos idolatran como si fuera un dios, pero que parece haber caído en una locura bestial. Como legado deja un panfleto en el que detalla cómo civilizar a los nativos,  que incluye una anotación brutal: "¡Exterminad a todas esas bestias!". Marlow y sus compañeros de viaje logran sacar a Kurtz, ya gravemente enfermo, de la selva, pero éste muere en el trayecto, pronunciando ante Marlow sus últimas y enigmáticas palabras: «¡El horror! ¡El horror!». El viaje de Marlow al corazón del continente africano se transforma así en un descenso a los infiernos, pero la novela siempre fue apreciada también como una crítica al imperialismo occidental y una investigación acerca de la locura.

Según Achebe, Conrad se niega a conferir «expresiones humanas» a los africanos, e incluso los priva de lenguaje. África misma se presenta como «la antítesis de Europa y, por lo tanto, de la civilización», «un complemento de Europa, como lugar de carencias, a la vez remotas y vagamente familiares, frente al cual el propio estado de gracia espiritual europeo se hará manifiesto».  (Recordar también los relatos de John Locke: africanos con los ojos en el estómago, sin cabeza...)

La lectura poscolonial que realiza Achebe parte del texto. El escritor nigeriano cita pasajes de Conrad, tal como el recuerdo por parte de éste de su primer encuentro personal con un africano:

Cierto enorme negro en cueros que conocí en Haití determinó hasta el fin de mis días mi concepción de lo que es la ira ciega, furiosa, irracional, manifiesta en el animal humano. Solía soñar con el negro durante años posteriores.

Achebe concluye que «…Conrad tenía un problema con los negros. Su propio afecto desmedido por aquella palabra debería interesar a los psicoanalistas. En ocasiones, su fijación por la negrura es igual de interesante…».

El nigeriano afirma que, a pesar de que Conrad no es completamente responsable por su imagen xenofóbica de África, su novela sigue perpetuando estereotipos perjudiciales para los hombres negros por su inclusión en el canon literario del mundo occidental moderno. Su crítica punzante suele enseñarse a la par de la obra de Conrad, y habitualmente se incluye en las ediciones analíticas del texto.

Y concluye, terminante: “La cuestión es si una novela que celebra la deshumanización, que despersonaliza a una parte de la raza humana, puede denominarse una gran obra de arte. Mi respuesta es no, no puede”.

Por supuesto, esta crítica ha sido objeto de ataques que la consideran imprudente o con fines políticos, o un ejemplo de corrección política descontrolada. Con frecuencia se ha defendido a Conrad sobre la base del contexto histórico en el que vivió, o de la «belleza» de su escritura.

Tras preguntársele acerca de su opinión sobre el «mérito artístico» de la obra de Conrad, Achebe respondió:

“En ningún momento dije que deba desproveerse de mérito artístico a El corazón de las tinieblas; si uno quiere dárselo, puede hacerlo. Existen todo tipo de lecturas sutiles en el texto, y hay personas a las que no podrá convencerse de que hay algo en ella que no es correcto. Todo lo que en realidad exijo, -no estoy simplemente poniendo en relieve sino que estoy exigiendo-, es que mi lectura tenga un lugar junto a aquellas otras lecturas… Pese a que escribe buenas oraciones, también escribe acerca de la gente, de su vida. Y dice que esas personas son almas rudimentarias… Los africanos son los rudimentarios, y luego, por encima de ellos, se encuentran los buenos blancos. Yo no acepto eso como base de… como base de nada.”




W
ole Soyinka, (Nigeria, 1935), Premio Nobel de 1986 y el primer africano y hombre negro en ser reconocido con el galardón, es más célebre como autor teatral, sin embargo su producción poética es significativa. 

Aunque los escritores africanos han visto tradicionalmente al inglés, francés y otras idiomas europeos como lenguas del poder colonial y herramienta del estigma y el imperialismo, Soyinka tomó la decisión de escribir en inglés con el objetivo de tener acceso a una audiencia más internacional.

Para él, el teatro es su medio expresivo por excelencia, pero hay ciertas experiencias cuyo impacto conducen a la poesía como un modo lógico de expresión. Por esto, su discurso poético no se separa totalmente del teatral. Sus imágenes se sustentan en la mitología yoruba y en la griega, pero no se limita a este aspecto. Intimismo, protesta, lenguaje directo y lirismo, para conformar una obra que desde el poema relata una vida y, al mismo tiempo, se enlaza con lo arquetípico.

Baobab en la sabana africana.

La mitología ha sido no sólo territorio para la elaboración artística de Soyinka, sino también ha sido terreno de reflexión. La presencia de Ogun, dios u orisha de la guerra, en su obra posee un carácter trascendental por su fuerte simbolismo. Otros dos aspectos esenciales conformadores de su visión son la experiencia de la prisión (“Fragmentos/no podemos tener, demorarnos”) y la exigencia de la memoria (“Recuerda esto. Y recuerda España-Guernica/Recuerda los sueños que partirán agrios,… “).

Descendiente de la etnia Yoruba, de rica y poderosa tradición cultural, estudió en la universidades de Ibadan, Nigeria, y Leeds, Inglaterra.

Durante la guerra civil en Nigeria, Soyinka fue encarcelado durante 22 meses, experiencia que describió en un conmovedor libro: El hombre ha muerto (1972), y en la novela La estación del caos (1973). En 1972 se exilió voluntariamente, inaugurando una intensa etapa en la que escribió cuatro notables piezas de teatro: Las metamorfosis del hermano JeroThe Bacchae of EuripidesMadmen and Specialists y La muerte y los caballeros del rey. En 1976 publicó el que se considera su más importante libro de ensayos: Myth, Literature and the African World.

La combinación de una experimentación audaz y el amor por las raíces yorubas ha sido siempre una característica de su literatura. Esto lo llevó a polemizar con los representantes de la negritud, de quienes dijo: "El tigre no necesita hacer alarde de su tigritud". En 1994 se vio forzado al exilio, del que no pudo regresar hasta 1998.

VIAJE

Aunque llegué al final del viaje,
Jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
Que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
Incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
Que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
Para el perturbado pez entre las vainas susurrantes-
Yo los dejé atrás en mi ruta

Y así también con el pan y el vino
Necesito la repartición de derrota y carestía
Yo los dejé atrás en mi ruta
Jamás sentí que hubiera llegado
Aunque amor y bienvenida me atrapan en casa
Los usurpadores pasan mi copa en cada
Banquete como en una última cena

Traducción de Rafael Patiño.




C
himamanda Ngozi Adichie (Enugu, Nigeria-1977)




Esta novelista nació en la aldea de Abba en el seno de una familia numerosa: es la quinta descendiente de Grace Ifeoma y James Nwoye Adichie, un matrimonio de etnia igbo.



Poco antes de celebrar sus primeras dos décadas de vida, Chimamanda abandonó su tierra y los estudios de Medicina y Farmacia que había iniciado en la Universidad de Nigeria (donde su padre se desempeñaba como profesor de Estadística y su madre era secretaria) para instalarse en Estados Unidos, país al que llegó beneficiada con una beca para estudiar Comunicaciones y Ciencias Políticas en la Universidad de Drexel. 

Tiempo después, la creadora de obras como “La flor púrpura” y “Medio sol amarillo” ampliaría su formación académica en la Universidad Estatal del Este de Connecticut, donde logró graduarse en 2001.

Por interés literario y deseos de perfeccionarse, la autora de “Algo alrededor de tu cuello” optó por continuar su aprendizaje en la Universidad John Hopkins  de Baltimore (donde adquirió conocimientos en Escritura Creativa) y, más tarde, en la Universidad de Yale, institución en la cual realizó un máster de estudios africanos.

Adichie ya ha logrado ver sus obras publicadas en diversos idiomas y ganar reconocimientos como el Commonwealth Writers Prize for Best First Book, el O. Henry Prize y el Orange Prize for Fiction. Además, varios de sus textos han aparecido en revistas como “Granta”, “Prospect” y “The Iowa Review”.

"Nuestras vidas, nuestras culturas, están compuestas de muchas historias que se superponen". Esta joven novelista cuenta la historia de cómo encontró su voz cultural auténtica - y advierte que si sólo escuchamos una sola historia sobre otra persona o país, corremos el riesgo de un malentendido fundamental, en este notable video:

http://www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html