El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








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lunes, 2 de abril de 2012

Juan Rulfo, siempre. Y Arreola.


El periodista polaco Ryszard Kapuscinski decía que para comprender un país no bastaba con diarios y noticiarios. Había que ir a los novelistas e incluso poetas jóvenes. Por eso hemos analizado a algunos de ellos, los contemporáneos, pero hoy les daremos lugar  a dos de los escritores clásicos de México: a Arreola, pero por sobre todas las cosas, a Rulfo.

Carlos Monsiváis, en  EL CUENTO EN MÉXICO 1934-1984, afirmaba:
“Los primeros cuentos de Rulfo y Arreola anuncian y ejemplifican una literatura distinta, ajena a las reacciones sentimentales, al compromiso inmediato, a la declamación interna. En los cuarentas se precisará la importancia de Rulfo (El llano en llamas y Pedro Páramo) y de Arreola (Confabularlo y Varia Invención), estableciendo sus diversas (y unificables) ideas del cuento: un espacio narrativo autónomo, que crea su propio público, que solicita el complemento de una interpretación (inteligente, que no funda su destreza en trucos, finales efectistas, chantajes, complicidades). Si la modernidad es la meta suprema, también el ánimo inaugural, debe aplicarse al  cuento. Será imposible escribir de una vida rural ensoñadora después de Juan Rulfo; se deberá replantear el sentido de la prosa perfecta después de Juan José Arreola.”

Fotografía perteneciente a Juan Rulfo.



Juan Rulfo. (1917/1986)
Qué decir de Rulfo, qué agregar…Bautizado como Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (Sayula, Jalisco, 1917 - México, D. F., 1986), perteneciente a la llamada generación del 52,  su reputación se asienta en dos pequeños libros: El llano en llamas, compuesto de diecisiete pequeños relatos y publicado en 1953, y la novela Pedro Páramo, publicada en 1955.
Quedó huérfano de padre a los siete años, cuatro años después falleció su madre; vivió con su abuela, y  posteriormente en un orfanato de Guadalajara. Ya en 1934 comienza a escribir sus trabajos literarios y a colaborar en la revista América.
A partir de 1946 se dedicó también a la labor fotográfica. En 1947 se casó con Clara Angelina Aparicio Reyes, con quien tuvo cuatro hijos. De 1954 a 1957 fue colaborador de la Comisión del Papaloapan y editor en el Instituto Nacional Indigenista en la Ciudad de México.
Obtuvo innumerables premios. Recibió el Premio Xavier Villaurrutia en 1956 por su novela Pedro Páramo. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura por el gobierno federal de México en 1970. En 1974 viajó a Europa para participar en el Congreso de Estudiantes de la Universidad de Varsovia. Fue invitado a integrarse a la comitiva presidencial viajando por Alemania, Checoslovaquia, Austria y Francia. El 9 de julio de 1976, fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, tomó posesión de la silla XXXV el 25 de septiembre de 1980. Finalmente,  Rulfo ganó el Premio Príncipe de Asturias de España en 1983.

Pedro Páramo, de Rulfo.
Durante mucho tiempo Rulfo tuvo una única novela publicada, Pedro Páramo. Esta obra tuvo una larga gestación. Rulfo sostuvo que concibió la primera idea de la novela antes de cumplir los treinta años, y ya en dos cartas dirigidas en 1947 a su novia Clara Aparicio se refiere a esta obra bajo el nombre de Una estrella junto a la luna, diciendo que le daba algún trabajo. Posteriormente, también declaró que los cuentos de El llano en llamas fueron en parte una manera de aproximarse a su novela. En la última etapa de la escritura de ésta cambia el nombre en Los murmullos, un título que muestra una aparente inspiración de la novela Las palmeras salvajes / If I Forget Thee, Jerusalem de William Faulkner, aunque él siempre reconoció la influencia de la literatura irlandesa y en particular de la novela Gente independiente, de Halldór Laxness, islandés.  La novela fue traducida a varios idiomas: alemán, sueco, inglés, francés, italiano, polaco, noruego, finlandés.
Pedro Páramo fue muy valorada por autores como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez,  Susan Sontag, entre otros, como una de las mejores obras de la literatura universal.

Fotografía perteneciente a Juan Rulfo.

Veamos el análisis de Fernando Castaños, que  publica en 2004 “Locos, muertos y ánimas en Pedro Páramo: los lugares de sus voces como rasgos de identidad”, donde exhaustivamente contrapone la tesis de Carlos Fuentes acerca de los dos mundos de la novela, y cuestiona su inclusión en el realismo mágico.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo.”
En el comienzo de la novela ya surgen los dos enunciados en unidad como arte de un diálogo con el lector.
Aquí está: “me dijeron” y “me lo dijo”. Vemos, por la transposición pronominal, la correferencia forzada entre mi madre y ellos, que la madre del hablante es para él una figura que oscila entre la ausencia y la presencia. Volvemos a preguntarnos qué es Comala, este acá que hace al narrador vivir tan intensamente y mostrar de manera tan abrupta un recuerdo que acaso quería evitar o, al menos, quería evitar compartir. O ésta es la historia que el narrador quiere contar realmente y el primer enunciado era sólo una manera de empezar a hablar.
La frase del comienzo tiene ritmo poético: Sólo pudo haber sido producto de una selección cuidadosa de cada palabra, de cada sílaba. Sí cupiera alguna duda, tenemos la evidencia editorial. Los dos primeros fragmentos de la novela aparecieron con el título “Un cuento” en Las Letras Patrias y con el de “Los murmullos” en la Revista de Universidad de México en 1954es decir, antes de la publicación de todo el libro por el Fondo de Cultura Económica en 1955. En dicha versión de cuento corto, en el espacio que ahora ocupa “Vine a Comala” encontrábamos “Fui a Tuxcacuexco”; y en el de “acá”, estaba “allá”.
Además de estos cambios que son parte de una lista larga, la versión actual “presenta la supresión de palabras o frases en 18 ocasiones y la introducción de una o dos palabras en otras nueve.” Se ha dicho con razón que “todo ello evidencia un esfuerzo del autor en busca de
una mayor perfección”.

Las primeras dos líneas de Pedro Páramo, con sus palabras sencillas, con la secuencia desconcertante de sus frases, han llevado nuestra atención al habla y a lo hablado, a aquello de lo que se habla y a la manera en que leemos el habla, a las preocupaciones del hablante y a la forma en que su habla está escrita en la página. Y encontramos que este rápido y suave movimiento de nuestra mirada, que va de la historia a la palabra de la historia, y de ahí a la lectura de la palabra y de la historia, para regresar a la historia o a la palabra, anticipa un vaivén de la voluntad del narrador. Él cuenta que sin quererlo, o sin saber si lo quería o no, prometió a su madre ir a buscar a Pedro Páramo:
      Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo.
Asíde duda en duda, pasaje tras pasaje, el texto de Pedro Páramo va construyendo una certeza: hay un mundo en Comala en el cual el destino y el azar se identifican porque allí la voluntad actúa en momentos que, más que formar tiempo, constituyen eternidad. En sus calles solitarias, como en los parajes secos y soleados que la rodean, lo que pasó después ocurre simultáneamente y lo que quizás hizo el arriero es lo que inevitablemente hará. Los acontecimientos se confunden porque no transcurren, están atrapados.
Ése es el mundo de las ánimas en pena, que andan buscando vivos que recen por ellas, un mundo en el que, lo advertirá el narrador, las palabras que se oyen no tienen sonido, no suenan, se sienten, “pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños”.
¿De qué otra manera sería comprensible que el narrador, al cruzar una bocacalle, haya visto “una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera” y luego volvió a cruzarse frente a él ¿O que, como lo cuenta: “toqué la puerta; pero en falso. Mi mano se sacudió en el aire como si el aire la hubiera abierto”?

Comala es tres lugares:
  • el espacio confinado de un sepulcro,
  • un área extensa que abarca un pueblo abandonado y los latifundios de un cacique,
  • y una región indefinida cuyos sitios no son tales.
Nos dicen que en Comala tres tiempos dialogaban entre sí: el tiempo detenido del musitar, el tiempo cronológico del callar, y el tiempo sin tiempo del murmurar. Nos enseñan que la realidad de Comala, con sus tres mundos, era una.
Ahora bien, por el cuidado extremo de esa construcción, que se aprecia tanto en la sintaxis simple de Vine a Comala, como en la puntuación compleja, quizá habría que poner en duda también la clasificación de Pedro Páramo como texto del llamado “realismo mágico”. Esta designación nos habla de relatos de un mundo en el que convive lo extraordinario con lo trivial, y quizá nos sugiera dos mundos en convivencia, el de lo cotidiano y el de lo insólito.
Pero “realismo mágico” no hace justicia al arte de mostrar el derrumbamiento de la promesa de felicidad que fue Comala para Doña Doloritas, la madre de Juan Preciado. Esta clasificación deja fuera el contraste entre los tres mundos de Comala, y por ende no puede reflejar cómo
  • el rigor sigiloso de la muerte,
  • la ingravidez inconsecuente de la pena,
  • y la elusividad abrumadora del poder se conjugaron,
y al conjugarse secaron los sueños de las mujeres de la Media Luna y consumieron las ilusiones de sus hijos.”

Macario, de Rulfo.
La historia de un ser marginal, considerado loco por muchos, dominado por un hambre insaciable, confinado a un cuarto miserable por una madrina dominante y sólo comprendido por una compañera de infortunio. Esa es la historia. Macario, que es de los de abajo en esta vida, seguirá siendo de los de abajo para siempre en el infierno. 
Entonces se abre la siguiente lectura: Adentro, afuera; arriba, abajo parecen ser las coordenadas que dominan la vida de Macario. Siempre habrá un arriba y un abajo, un adentro y un afuera, un norte y un sur, un oriente y un occidente, un atrás y adelante, un centro y un entorno.

El hombre,de Rulfo .
La muerte, el amor, el odio, el miedo, la justicia y la injusticia son los elementos constitutivos de este cuento  de Juan Rulfo. Todos se entremezclan y confunden entre sí, conformando una mentalidad diferente en cada personaje. En el fondo es una misma manera de ver la realidad. Pero  ante todo, es una historia de honor.
 Es la maestría que caracteriza al autor lo que hace que, sin que sepamos cómo, nos encontremos en el complejo mundo mental de dos campesinos. Narrado éste con una no menos compleja estructura cuentística.
 La historia cuenta el recorrido que hacen dos hombres desde su propio pueblo hasta otro -aparentemente no lejano. Los personajes no logran concluir el periplo pues en el trayecto se resuelve el conflicto que provoca dicha excursión. Uno persigue al otro por asesino. Ambos lo son.
 Antes que la venganza, es el sentido del honor y el deber lo que desencadena esta serie de asesinatos. El perseguidor mató también por honor y deber. 
 Cuando hacemos un estudio cuidadoso de la estructura del cuento, encontramos hasta cuatro narradores diferentes.
  • El primero que interviene es un narrador omnisciente. Esto es, se ubica desde fuera de la historia y nos va dando el ambiente que rodea los acontecimientos, incluso, este narrador conoce todo lo que ha sucedido, lo que piensan los personajes protagonistas.
  • El segundo narrador es el perseguidor, deduce la conducta del asesino, su miedo; lo va siguiendo pacientemente, seguro de que lo encontrará y podrá matarlo; todas sus intervenciones están escritas entre comillas.
  • El tercer narrador en intervenir es el perseguido, sus expresiones son de miedo, está descalzo y frecuentemente alude a esta circunstancia; Rulfo deja también una marca gráfica, las intervenciones de este personaje se anotan con cursivas.
  • El cuarto narrador es el pastor que descubre el cadáver del perseguido y que termina de contar la historia. Esta cuarta voz se establece, también, como la primera, desde una perspectiva distanciada de los hechos, como si fuera la voz de un narrador heterodiegético. Su intervención es un monólogo dicho ante el "licenciado", para informarlo de su descubrimiento.
No presenciamos el asesinato sino que el cuento se interrumpe y se ubica en un tiempo futuro respecto de la acción principal. No se especifica cuánto tiempo transcurrió entre el asesinato y el monólogo del pastor. Pareciera que el autor comparte el pudor que tiene José Alcancía, el perseguido, ante la muerte. Una vez más en Rulfo la muerte se nos presenta mitificada al quedar velado el momento del asesinato. No podemos tener acceso al motivo que prometía revelarnos la historia. La muerte no sólo queda triunfante, sino que además se diviniza, ya que como a Moisés, nos está prohibido contemplar su rostro.

Diles que no me maten, de Rulfo.
La historia de "Diles que no me maten", es una historia de la tierra. Es la tragedia humana, y en ese sentido se convierte en un canto desesperado por la vida, que irremediablemente se convierte en una elegía de la muerte. A diferencia del cuento anterior, los motivos de la muerte se diluyen o pasan a segundo término.  

Fotografía perteneciente a Juan Rulfo.

El cuento narra los avatares de un campesino, Juvencio Nava, que se ve obligado a huir durante toda su vida por haber matado a su compadre, Lupe Terreros, que a su vez había negado la pastura para los animales de aquél. Al poco tiempo de estos hechos muere la mujer de don Lupe. Quedan vivos solos los dos pequeños hijos de éste.
Es la tragedia humana la que nos habla a través del cuento; la tragedia ante la angustia que provoca al hombre la desaparición del mundo: fenecer. De ahí deriva la universalidad de la literatura de Rulfo, ya que sus temas y la forma como los trata, aunque se ubiquen en un lugar y un tiempo determinados, reflejan preocupaciones y sentimientos que son de toda la humanidad. Aún así, existen matices propios que distinguen las tragedias de los personajes de Rulfo, es decir del campesino mexicano.
 En dichos personajes, todas las posibilidades de tener una razón para qué existir se han perdido; los motivos del ser del hombre rulfiano se reducen a vivir en sí. Como en el cuento anterior, la muerte se mitifica y diviniza, aunque por otra vía. En "Diles que no me maten" el sentenciado no puede mirar a su ejecutor; no tiene acceso, no sólo para verlo, sino para hablarle.
Fuente: Ramón Moreno Rodríguez, en La muerte en dos cuentos de Juan Rulfo.

Juan José Arreola (1918-2001)
Arreola, de una inteligencia profunda y lúdica, jugaba con los conceptos, con las situaciones, utilizando símbolos, parodiando. Amaba los textos breves y significativos. Su prosa es de estilo clásico y depurado, muy barroco, muy culto, y con todos los estereotipos presentes de un México de los años ´50. En la narrativa de Arreola el absurdo, lo fantástico, lo alegórico se unen en estructuras entretejidas de ironía y simbolismo. En su literatura fantástica deja entrever por las fisuras que la realidad ofrece un mundo más terrible. Permite que la realidad deje de ser para que signifique. Como en "El guardagujas", horrible y festiva caricatura de una realidad nacional sin rumbo, donde la crítica ha querido ver las huellas de Kafka. Puede ser que el absurdo y la aceptación monocorde del destino, la falta de sorpresa y de reacción ante una realidad que rebasa y destruye, están presentes, pero, dicen, probablemente Kafka nos angustia  y Arreola nos hace sonreír. Construyó alegorías universales de la vida mexicana, como veremos en el análisis de tres de sus cuentos.

El rinoceronte, Eva y Pueblerina.
Haremos referencia a sus rasgos de estilo, las voces del relato y el discurso implícito, en cuanto a las relaciones conceptuales y formales. Sobre todo trabajaremos cómo está presentada la historia, qué modalidad de enunciación adopta el hecho narrativo, cómo Arreola trabaja la metáfora y la ironía implícita. Pero fundamentalmente veremos su manejo de la prosa, que puede resultar excesivamente barroca en la actualidad en cuanto a su valor formal, pero no así en la condensación de su escritura y en ese dejo kafkiano por la metamorfosis que afecta a los personajes centrales, metamorfosis que puede ser aparente, sugerente, y que Arreola la  encuentra implícita en el hombre de su época. Manifestaciones bestiales que tienen que ver con el México de esos años, (incluso las elipsis relativas a la sexualidad),  y con ese  narrador reticente que no quiere decir nada de manera directa.




lunes, 26 de marzo de 2012

México: Lo inverosímil hecho realidad.


La literatura de México ha sido siempre una de las más fértiles  de la lengua española. Desde su anclaje  en las potentes literaturas de los pueblos indígenas de Mesoamérica, como el Popol Vuh con toda su cosmogonía transmitida por tradición oral, pasando por el proceso de mestizaje con la llegada de los españoles, y la época de criollización con la incorporación de términos de uso en el habla local del virreinato, y en temas, como el barroquismo de Sor Juana Inés de la Cruz (con sus juegos literarios, anagramas, emblemas y laberintos). Hacia el final del régimen colonial, ya en el siglo XIX, van surgiendo obras costumbristas,  como Los mexicanos pintados por sí mismos, donde los intelectuales de la época cuentan cómo ven al resto de sus coterráneos. Ahí quizás se pueda rastrear  una de las claves: los intelectuales y los  otros.
Llega la Revolución mexicana, el conflicto armado  iniciado en 1910 contra el presidente Porfirio Díaz, instalado en el poder durante 30 años. Aunque en principio fue una lucha contra el orden establecido, con el tiempo se transformó en una guerra civil; es considerada como uno de los  acontecimientos políticos y sociales más importante del siglo XX en México.

Surgieron novelas que reproducen este movimiento entre 1910 y 1917, las que relatan las experiencias directas de la gente durante el movimiento,  además  de que intentan analizar los problemas surgidos, como Mariano Azuela con su novela Los de abajo. Otra clave posible: el tema de las clases sociales.
Poco después llega la Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros) , otro conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno y milicias de laicos  y religiosos católicos que resistían la aplicación de políticas anticlericales orientadas a restringir la autonomía de la Iglesia católica. Los cristeros fueron capaces de articular una serie de descontentos locales con las consecuencias de la Revolución Mexicana. Esta tendencia sería antecedente del florecimiento de una literatura que cristalizó en la obra de escritores como Rosario Castellanos o, magistralmente, en Juan Rulfo. Con él, los personajes representan y reflejan la peculiaridad del lugar, con sus grandes problemáticas socio-culturales, y entretejidas con el mundo fantástico. Jorge Luis Borges, y el mundo entero,  admiró su Pedro Páramo por considerarla una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura.
También aparece una literatura de corte indigenista, que retrata el pensamiento y la vida de los pueblos indígenas de México, y las reflexiones en torno al ser y la cultura nacional.

“Esta es la historia de esa cordillera, de esa cuerda, desde el centro de la cordillera, que es de donde parte la historia hacia todos esos pueblos donde está la vida de las gentes. Lo que une todo es el centro de la cordillera. Es una espiral de historias que se van uniendo a partir de allí, para cerrarse en las montañas. La historia se va abriendo, abarca las poblaciones, y luego sube hacia lo que ya es zona montañosa”.  Juan Rulfo.
Ya en 1947 comenzó lo que llamamos «novela mexicana contemporánea», que incorporó técnicas entonces novedosas, influencias de escritores estadounidenses (William Faulkner y John Dos Passos), e influencia europea (James Joyce y Franz Kafka). Si bien durante el periodo que va de 1947 a 1961 predominaron los narradores  como Juan José Arreola, Juan Rulfo, y Carlos Fuentes, la poesía ocupó un rol privilegiado con  Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, quien con la revista Vuelta  encabezó durante muchos años la cultura nacional, y obtuvo el premio Nobel en 1990. Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Juan Villoro, tanto en narrativa como en ensayo, también son referentes indispensables.

Jorge Luis Volpi Escalante. (Ciudad de México, 1968) 
Este escritor mexicano en sus comienzos perteneció a la llamada generación del crack,  movimiento literario mexicano de fines del siglo XX, en ruptura con el llamado postboom latinoamericano. Estuvo integrado por Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Pedro Angel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti.

Decía Elena Poniatowska, en  Box y literatura del crack:
“Hace años Kid Palou, Kid Volpi, Kid Urroz, Kid Padilla, Kid Chávez Castañeda, Kid Herrasti noquearon a la literatura mexicana con un manifiesto que mandó a la lona a las mafias, el grupo de Vuelta, el de Nexos, el de La cultura en México. Nada de lo pasado valía, los escritores eran una mierda, había que barrer con ellos y el único futuro estaba en el crack, que es una fisura, un hueso que se rompe, un vidrio que se estrella, una rama de árbol que cae y hace precisamente eso: crack. Con el tiempo, los jóvenes airados se suavizaron y levantaron de la lona a los noqueados, les vendaron las patas, les pusieron curitas en las cejas y les dieron un apretado abrazo sudoroso a sus abuelos literarios. ''Vamos a apostar por la novela ambiciosa, la novela total, la que busca crear un mundo autónomo en el lector, la que rescriba la realidad, una novela que verdaderamente diga algo", y lanzan el manifiesto de las novelas del crack que, según Pedro Angel Palou, ''era un gesto como todo manifiesto, una payasada" que enfureció al mundo intelectual y logró que los críticos los atacaran sin misericordia.
En 2001, Jorge Volpi ganó el Premio Biblioteca Breve con una novela sobre el nazismo, En busca de Klingsor, y aunque nunca mencionó al crack, e inclusive dedica su gran libro a Los otros conspiradores (sus cinco amigos del crack), en España empieza a hablarse del crack latinoamericano, el fenómeno literario de mayor resonancia después del boom. Al año siguiente, Ignacio Padilla es galardonado con el Primavera y la prensa española se pregunta, ¿quiénes son éstos?, ¿por qué otro joven mexicano gana un premio importante? Resulta que el ganador del Primavera es amigo del que ganó el año pasado el Biblioteca Breve y ambos provienen de un mismo y extraño movimiento llamado el crack.
La verdad, (sigue diciendo Elena Poniatowska),  los escritores del crack le tiraron siempre a la sofisticación, a escribir sobre temas internacionales, que interesaran en Alemania, Francia, Italia e Inglaterra. Habían leído a Broch y a Musil, traducidos por sus abuelitos literarios: Pitol y García Ponce. (Eran un poco esnobs, la verdad). Una vez profesionalizada la carrera de escritor por Carlos Fuentes, ellos se lanzan a las grandes avenidas. Nada de Allá en el rancho grande, nada de color local.”
Con su novela En busca de Klingsor (Seix Barral, 1999), que obtuvo varios premios, inició una llamada Trilogía del siglo XX. Esta obra —que trata sobre un científico norteamericano que se une al ejército con la misión, al final de la Segunda Guerra Mundial, de descubrir quién es Klingsor, presumiblemente un científico nazi de muy alto nivel— supuso su consagración internacional al ser publicada en veinticinco idiomas.
Volpi se documenta a fondo antes de empezar una obra y siente una gran pasión por el mundo de la ciencia y sus implicaciones, así como también por la política y el pensamiento actual. Investiga el papel concreto del nazismo, en cuanto encarnación del mal, y su capacidad de seducción sobre regiones oscuras de la personalidad humana, por otra parte.
 
  Los personajes y hechos evocados son reales, aunque coexisten con seres y sucesos de ficción. En busca de Klingsor es un  examen del dilema faustiano que en nuestro siglo, ha encarado a muchos con la atracción del horror.
El gato de Schrödinger.
El cuento se refiere al llamado Experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger, experimento imaginario concebido en 1935 por el físico Erwin Schrödinger para exponer una de las consecuencias de la mecánica cuántica.
Schrödinger plantea un sistema formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato, una botella de gas venenoso y un dispositivo que contiene una partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere.
Al terminar el tiempo establecido, hay una probabilidad del 50% de que el dispositivo se haya activado y el gato esté muerto, y la misma probabilidad de que el dispositivo no se haya activado y el gato esté vivo. Según los principios de la mecánica cuántica, la descripción correcta del sistema en ese momento será el resultado de la superposición de los estados "vivo" y "muerto". Sin embargo, una vez abramos la caja para comprobar el estado del gato, éste estará vivo o muerto.
Ahí radica la paradoja. Mientras que en la descripción clásica del sistema el gato estará vivo o muerto antes de que abramos la caja y comprobemos su estado, en la mecánica cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles hasta que interviene el observador. Ésa es la materia con que Volpi idea el cuento. 


Guadalupe Nettel (ciudad de México, 1973).
 “Bonsái”, el cuento de la escritora Guadalupe Nettel, perteneciente al libro Pétalos y otras historias incómodas, gira en torno a un hombre que, a pesar de estar felizmente casado y tener una vida estable, se percata de un sentimiento de soledad que lo abruma día tras día. Los paseos dominicales al jardín botánico del señor Okada, el personaje principal, se convierten en el refugio idóneo para olvidar las frustraciones y el vacío que le provoca su vida cotidiana de oficinista.
 Con gran influencia del narrador japonés Haruki Murakami, Guadalupe Nettel nos ofrece una reflexión sobre la naturaleza del ser humano, donde encontrar, adueñarse y, sobre todo, conservar la libertad para ser uno mismo, significa el desprendimiento de un pasado que a veces desfigura y traiciona la esencia que nos hace únicos.
En ese sentido, “Bonsái” nos hace testigos de una lucha interna entre lo que uno cree que es y lo que es en realidad, disyuntiva cuya única solución, quizás, sea la plena aceptación de los defectos y virtudes propias. Ya que, como dice la autora, “cuando nos reconocemos enteramente cobramos una especie de resplandor”.
Fuente: UNAM.

Fabrizio Mejía Madrid.
Nacido en 1968 este cronista con vocación de darle voz a quienes no la tienen  es también novelista, ganador del premio franco mexicano “Antonin Artaud” por su novela Hombre al agua. “Es la novela de una generación que no conoce otro estado que la crisis, y sabe que el naufragio es la mejor manera de mantenerse a flote”, ha escrito sobre ella Juan Villoro. Además de esta obra, Mejía Madrid,  ha publicado tres libros de crónicas, recopilaciones de sus colaboraciones en La Jornada, Proceso, Letras libres, Gatopardo y otras publicaciones periódicas. “Su periodismo es literatura”, dijo Carlos Monsiváis, el gran cronista mexicano. Fabrizio Mejía Madrid, por su parte, explica: “La crónica es una literatura hecha al vapor porque tienes la presión del suceso y la presión de la entrega, porque si no en los periódicos no te pagan. Y te la piden con un estilo que te activa no solamente la prosa sino también el punto de vista. Es una literatura bajo presión pero no es una literatura menor".
Fabrizio Mejía Madrid considera que una de las características de su generación es haber roto con los géneros. “No son excluyentes”, dice, y eso se percibe en sus novelas, en las cuales mezcla la narración, el humor y elementos de la crónica. La primera fue Viaje alrededor de mi padre, un libro sobre la paternidad literaria. Vino después Hombre al agua, la obra premiada, El rencor, un retrato de lo que fue México y su partido único, y Tequila D.F. En esta última novela, que tiene como base Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, Fabrizio Mejía Madrid entrega cuatro versiones de la vida y la muerte de Mario Santiago, poeta mexicano hoy convertido en mito.

Este escritor, que de niño vio en su casa a los actores del movimiento anti autoritario de 1968, (que culminó con la matanza del 2 de octubre de la protesta estudiantil en Tlatelolco) piensa que el humor es “un elemento existencial” básico cuando se vive en países como México y los demás de Latinoamérica, y lo utiliza en su crítica feroz de la sociedad actual.

El entramado de claves de todo este conjunto tan disímil, lo haremos en el taller.



Queda para la semana próxima el tema de Violencia de la tierra y violencia del lenguaje. ¿Cómo narrar la violencia o cómo sustraerse a ella? Estos y otros interrogantes no faltaron en el Encuentro Centroamérica y México: La lectura violenta, que acaba de realizarse en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba). (Bs.As., Marzo 2012)