El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








domingo, 28 de noviembre de 2010

Vidas paralelas: Hawthorne, Melville y Vila-Matas.

Y ahora que estamos trabajando con dos de los precursores del cuento norteamericano, Hawthorne y Melville, van algunas reflexiones sobre las analogías y correspondencias de los relatos Wakefield, por un lado, y Bartleby, por el otro, con el del catalán contemporáneo Vila-Matas, su Bartleby y compañía.


En esta novela suya, armada con notas al pie de un libro inexistente, Vila-Matas postula lo que él llama el “síndrome Bartleby”: quienes lo padecen son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo, que repiten el “Preferiría no hacerlo” como el personaje de Melville, y desde ahí rastrea el amplio espectro del síndrome en la literatura, “esa pulsión por la nada que hace que ciertos creadores no lleguen a escribir nunca, o bien escriban uno o dos libros y luego renuncien a la escritura”.

Dice Vila-Matas que tanto Wakefield como Bartleby son dos personajes solitarios íntimamente relacionados, y al mismo tiempo el primero está relacionado con Robert Walser y el segundo con Kafka.

Sobre Wakefield, el personaje de Hawthorne que vive una vida solitaria y despojada de cualquier significado, que se aleja de su casa para vivir a la vuelta de la esquina, y regresa a su hogar después de veinte años, afirma que es un claro antecedente de los personajes de Walser, el escritor suizo que produjo “esos espléndidos ceros a la izquierda que quieren desaparecer, y esconderse en la más anónima realidad”.

En cuanto a Bartleby, dice que es un claro antecedente de los personajes de Kafka, -ya Borges había afirmado que “el cuento de Melville definió un género que hacia 1919 reinventaría y profundizaría Kafka : el de las fantasías de la conducta y del sentimiento”-, y es también precedente del propio Kafka, ese escritor solitario que veía que la oficina en la que trabajaba significaba la vida, es decir, su muerte.

Más adelante Vila-Matas que ambos autores, Hawthorne y Melville, fueron fundadores sin saberlo de “las horas negras del arte del No”, y que además se conocieron, fueron amigos y se admiraron mutuamente.

Recuerda que Hawthorne también fue puritano y “un hombre inquieto y raro, rarísimo”: su visión estaba ensombrecida por terrible doctrina calvinista de la predestinación. Ése fue el lado de Hawthorne que tanto fascinó a Melville, quien para elogiarlo habló del gran poder de la negrura, ese lado nocturno que también existe en el mismo Melville. En él la temprana certeza del miedo al fracaso, después de sus primeros éxitos literarios, lo llevó a padecer el síndrome al que alude Vila-Matas, antes de que su personaje existiera, “lo que podría llevarnos a pensar que tal vez creó a Bartleby para describir su propio síndrome”.

Es decir, cuando Melville dejó de buscar cualquier solución feliz y dejó de pensar en publicar, cuando decidió actuar como esos seres que “prefieren no hacerlo”, se pasó años buscando un empleo y cuando lo encontró su destino fue a coincidir precisamente con el de Bartleby, su extraña criatura.

Vidas paralelas, absolutamente.

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