El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








sábado, 17 de octubre de 2009

A propósito de lo absurdo

Cuando leimos en el taller el cuento del japonés Kawabata, "El palacio de las bellas durmientes", surgió el paralelo con "Las Hortensias" de Felisberto Hernandez, y relacionábamos el tema de la mujer dormida- como si no tuviera vida-, que Kawabata asume de una manera sumamente estetizada pero, con Felisberto, se produce una especie de angustia porque habla del tema del ser artificial que cobra vida, hasta usurpar la identidad de quien la creó.
Leer a Hernández, como ocurre con Franz Kafka y tantos otros autores, produce una profunda "sensación de lo absurdo" que ya Freud, en un ensayo titulado "The Uncanny" (Lo extraño) abordó, encontrando las raíces de esa sensación en un temor a la muerte, a la castración, o a "algo que debería de haber permanecido oculto, pero que ha salido a la luz". El efecto ominoso de aquello que resulta extraño y desconcierta tiene lugar cuando los límites entre fantasía y realidad se hacen difusos, cuando algo que era entendido en términos imaginarios se manifiesta como real.
Hoy, en la selección semanal ofrecida por el diario Clarín de The New York Times, hay un artículo de Benedict Carey, en el cual se comenta un estudio donde se sugiere que, paradójicamente, esa misma sensación puede preparar al cerebro para percibir patrones que, de lo contrario, pasaría por alto. Un investigador de la Universidad de California, Travis Proulx, apunta que "estamos tan motivados a deshacernos de esa sensación, que buscamos significado y coherencia en otras partes. Necesitamos encontrar significado y coherencia porque el cerebro evolucionó para predecir, y lo hace al identificar patrones. Cuando esas predisposiciones personales arraigadas se derrumban, por ejemplo, ante un acontecimiento absurdo, más allá de toda lógica y expectativa, -como ocurre ante esos textos-, el cerebro busca algo, cualquier cosa que tenga sentido, y ese impulso por encontrar un patrón coherente hace que sea más probable encontrarlo". Se comprobó que después de leer un relato kafkiano, apremiante y disparatado, un grupo de estudiantes estaba más motivado a buscar nuevos patrones en una secuencia compleja y sutil de 45 series de 6 a 9 letras, siendo mucho más precisos que otro grupo de estudiantes que previamete había leido un cuento diferente, uno coherente. "El hecho de que fueran más precisos significa que están formando patrones nuevos que no serían capaces de formar de otra manera"
Absurdo: lo contrario y opuesto a la razón; lo que no tiene sentido, según la RAE.
Una nueva razón para darle cabida a esos relatos que nos dejan con una extraña sensación, porque intuimos desde algún arcaico lugar que en esa contradicción hay algo verdadero, y nos incita a buscarle sentidos.

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