El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








domingo, 9 de septiembre de 2012

África: La frontera cultural como un puente


La literatura poscolonial
El discurso poscolonial surge como discurso de oposición con la única idea de buscar un espacio de afirmación donde afianzar la identidad propia. Oposición y diferenciación del discurso colonial, que  puede definirse como un conjunto heterogéneo de actitudes, intereses y prácticas cuyo objetivo principal se centra en la instauración y perpetuación de un sistema dominante, con una gran carga ideológica, que busca la justificación de ese dominio.

Este aspecto es el que trabajaremos esta semana.

Por otra parte, el texto africano  puede ser observado dentro del fenómeno de la  transculturización, o hibridez, donde confluyen los juegos formales y narrativos y las transgresiones lingüísticas de distintas tradiciones orales y escritas.

No es necesario detenerse a observar el mapa de África para entender cómo sus fronteras muestran que, cuando el continente fue colonizado, no se respetó la etnia o la cultura o la religión de los africanos, por lo que no es de extrañar que actualmente exista tanta variedad dentro de un mismo pueblo. Esto, además, ha tenido consecuencias devastadoras en África. Es por eso por lo que utilizaremos el concepto “texto africano” exclusivamente en su sentido etimológico, ya que cada región, cada pueblo, contiene características especiales que pueden corresponderse o no con las de sus vecinos.


N
gugi wa Thiong'o, frontera y puente


Ngugi wa Thiong’o nació en 1938 en Kenia, África, de la etnia kikuyu.
Siendo adolescente fue testigo de la rebelión de los Mau Mau en contra del régimen colonial inglés (1952-56) en la que perdió a parte de su familia y su aldea fue destruida.





Una vez sofocada, se estableció un estado de emergencia y el colonialismo inglés se impuso, sobre todo en el sistema de educación. El inglés se convirtió en el idioma oficial y hablar en gikuyu conllevaba serios castigos. Aquella infancia y adolescencia transcurrida en esa esquizofrenia cultural marcaría la obra de Thiong’o, educado en una escuela inglesa y en las universidades de Uganda y Leeds (Inglaterra); hombre tribal heredero de una cultura enfrentada al occidente, despojado de su lengua e inserto en el mundo del colonialismo como catedrático en universidades estructuradas conforme al modelo europeo.

En 1963 Kenia logró la independencia, sin embargo, como en tantos otros países africanos, lo que se estableció fue una dictadura, sobre todo con  Daniel arap Moi.  Durante esa larga dictadura este escritor, Ngugi, fue encarcelado (por una obra de teatro que criticaba la desigualdad e injusticias de la sociedad keniana). Fue en la cárcel de máxima seguridad, que decidió abandonar el inglés y escribir en su lengua natal en la que escribió la primera novela en gikuyu cuyo título  es El diablo en la cruz. Además renunció al cristianismo, que fue su religión inducida; a los valores culturales de Occidente, e incluso a su nombre, que hasta entonces había sido James Thiong’o Ngugi.

Fue liberado por presiones de Amnistía Internacional,  pero el dictador Moi le prohibió acceso a la enseñanza y se tuvo que exiliar.
Luego de dos décadas en ese exilio forzoso, Ngugi y su esposa regresaron a Nairobi en 2004, pero fueron atacados por cuatro individuos en su propia casa. Actualmente viven en Irvine, California, en cuya universidad es Director del International Center for Writing and Translation.

¿

Literatura africana o afro-europea?



A pesar de la persecución de que ha sido objeto en su país, Ngugi lo lleva en su pensamiento y en su lenguaje. Desde hace décadas ha planteado que la literatura escrita por africanos en un idioma colonial no es literatura africana sino “afro-europea” y que los escritores deben utilizar su lengua materna para escribir con su propia gramática. Para Ngugi la lengua y la cultura son indivisibles y la pérdida de una tiene como consecuencia la pérdida de la otra.
Por esa razón sus novelas se nutren del conflicto cultural derivado del papel del cristianismo, la educación en inglés y la creciente opresión de los kikuyus y otros pueblos africanos a manos del colonialismo europeo. De esa época son No llores, criatura, El río que divide y Un grano de trigo.


Colonos y colonizados nunca ven al mundo bajo la misma luz”. (Ngugi wa Thiong'o) 
Su vida tiene semejanzas con la del nigeriano Chinua Achebe, también miembro de una tribu dominante, también entregado al cristianismo, también educado en inglés y también recuperado por la fuerza de su cultura. Hay sin embargo una diferencia fundamental entre estos escritores. Mientras que Achebe, como bien señalara Wole Solyinka, es el primer escritor africano que pone el inglés al servicio de lo africano, Thiong’o denuncia el uso de ese idioma pues lo considera un caballo de Troya cultural y al contrario de Achebe, que nunca escribe en ibo, regresa a su materno kikuyo.



"Cuando el nigeriano Wole Soyinka escribe en inglés, Europa le da el Nobel de Literatura, pero si el keniata Ngugi Wa Thiong'o lo hace en kikuyu o en kiswahili, entonces no existe para la intelectualidad occidental. En realidad, hay que tener sentido de la hospitalidad con políticos y literatos africanos del pasado siglo XX, porque aunque han aprendido muy pocos de sus gentes han hecho un honesto esfuerzo de aculturación para blanquear sus mentes, sus políticas y su arte”, nos dice Ferrán Iniesta en Imaginar África, (Editorial Catarata, 2009).

Es posible que Ngugi wa Thiong'o  nunca reciba el Premio Nobel de Literatura, a pesar de ser nominado varias veces. No sería el primer africano al que se lo conceden, pero sí podría ser el primer galardonado que escribe en su lengua africana originaria, en su caso en kikuyu, una de las muchas que conviven en Kenia. Sólo dos de sus libros han sido traducidos al castellano. Lo cual dice mucho acerca de la persistencia de las jerarquías coloniales del saber. No es una cuestión de escritores, sino de culturas y sistemas lingüísticos y estructuras de dominio.

En 1981 explicaba  las razones políticas de su determinación en el uso de su lengua materna, frente a autores como Chinua Achebe que se conformaba con enriquecer la lengua colonial:

"Creo que mi escritura en lengua kikuyu, una lengua keniata, una lengua africana, forma parte de las luchas antiimperialistas de los pueblos de Kenia y del resto de África. En las escuelas y universidades nuestras lenguas keniatas - es decir, las lenguas de las muchas nacionalidades que conforman Kenia - estuvieron asociadas con las cualidades negativas del retraso, el subdesarrollo, la humillación y el castigo...
Así que me gustaría contribuir a la restauración de la armonía entre todos los aspectos y divisiones del lenguaje para reponer al niño keniata en su ambiente, comprenderlo plenamente para poder estar en posición de cambiarlo para su bien colectivo. Me gustaría ver que las lenguas maternas de los pueblos de Kenia (¡nuestras lenguas nacionales!) sean portadores de una literatura que refleje no sólo los ritmos de la expresión hablada de un niño, sino también su lucha con su naturaleza y su naturaleza social.
Pero el hecho de que escribamos en nuestras lenguas -aunque constituya un primer paso necesario en la correcta dirección - por sí solo no traerá el renacimiento de las culturas africanas si la literatura no es portadora de las luchas antiimperialistas de nuestros pueblos por liberar sus fuerzas productivas del control extranjero".

Su crítica anticolonial no se limita por tanto al pasado, sino que incluye las relaciones postcoloniales de poder en su país de origen, donde destaca la violencia y el autoritarismo del poder político (que volvió a manifestarse con intensidad en 2007-2008).


En 1996 habló sobre lenguaje y literatura en Miranda House, Nueva Delhi, India, de la siguiente manera:

"Si controlas la mente de la gente, no necesitas a la policía para controlarla en cualquier otro nivel. Puede comprobarse cómo ese control puede cambiar no sólo cómo las personas se ven las unas a las otras sino cómo observan su relación con aquellos que les controlan. Esto se ve claramente en el modo colonial de educación, que para muchos de nosotros en África nos hace ver Europa como la base de todo, como el mismo centro del universo
Podemos verlo por cómo hemos sido educados para que contemplemos la lengua inglesa como la base de la definición de nuestra propia identidad. En lugar de concebir al inglés solamente como otra lengua con muchos libros y una literatura disponible, lo vemos como la manera de definir nuestro propio ser. Nos volvemos cautivos de esta lengua, desarrollando algunas actitudes de identificación positiva con el inglés (o el francés). Desarrollamos también actitudes que nos distancian a nosotros mismos de nuestros propios lenguajes, nuestras propias culturas. No se trata simplemente de adquirir otra herramienta importante; la adquisición de esta herramienta intelectual se convierte en un proceso de alienación con respecto a nuestras propias lenguas y lo que ellas pueden de hecho producir
Otra manera de mirarlo, especialmente en África, es como la creación de una elite alienada. Pueden ver el tipo de inversión comunitaria que acompaña la producción de estas mentes cuando ellas salen al extranjero para obtener su doctorado, por ejemplo. Nunca devuelven nada a la comunidad comunicando ese conocimiento en lenguajes propios de la gente. La comunidad invierte en nosotros, y donde quiera que vamos -ya sea la Miranda House, o Nairobi, o Yale- lo que producimos lo encerramos con llaves marcadas en inglés o en francés o en portugués o en cualquier lenguaje de educación. El lenguaje es de una enorme importancia. Si miran el área de la cultura, la lengua es clave. Es el medio por el cual nos comunicamos con los demás para la producción de riqueza. Es por eso que lo he llamado en otra parte el banco de la memoria colectiva del pueblo."

"Bajo el impulso de los departamentos de inglés de las universidades, encontramos muchos estudios y comentarios sobre las nociones de moderno y postmoderno. Pero ignoran lo que constituye la modernidad. Si pensamos la modernidad occidental en términos de la Europa renacentista o post-renacentista, esa modernidad está ligada completamente al colonialismo. No hay manera de librarla del colonialismo y, de hecho, en algunos casos se refleja directamente en la misma literatura.

De manera que el estudio de las literaturas africanas, asiáticas, latinoamericanas, deben ser vistos como parte de la enseñanza de la literatura y la cultura occidentales. Lo realmente importante es apreciar estas conexiones. Sólo cuando veamos las conexiones podremos hablar de un modo significativo de diferencias, similitudes e identidades. La frontera, vista como un puente, se basa en el reconocimiento de que ninguna cultura es una isla en sí misma. Ha sido influenciada por otras culturas y otras historias con las cuales ha entrado en contacto. Este reconocimiento está en la base de todos los otros puentes que queramos construir entre nuestras diversas fronteras culturales. De hecho los puentes ya están ahí. El desafío al que se enfrentan los profesores de literatura inglesa, o de literatura africana o asiática, consiste en reconocer y encontrar estos puentes y construir sobre ellos. Por ello la enseñanza de las literaturas y de los idiomas es un privilegio que nos enfrenta a todos con un desafío, el de descubrir las conexiones entre la literatura y esa plenitud que llamamos sociedad, una plenitud constituida por todo lo que viene con la economía, la política y el medio ambiente."

M

atigari (1989)


La originalidad de Matigari rebasa las fronteras lingüísticas y es preservada en la traducción. El texto está plagado de marcas culturales, como las expresiones en kiswahili y la mención de hechos históricos y de entidades políticas, económicas y comerciales existentes, que se suman a las marcas de oralidad para dotar de un carácter propio a la novela cuya acción se sitúa indudablemente en el Este de África; a pesar de la advertencia inicial y de los esfuerzos del narrador por hacer borrosas las fronteras entre la ficción y la historia; por negar un tiempo cronológico inteligible dentro de la novela: 
«¿Cuándo fue que nos separamos? ¿Fue tan sólo ayer por la noche? ¿O fue el día anterior? Sea como sea, no importa. Ayer, el día anterior, hace años, ha sido la misma historia.» (p. 108).

La universalidad de los problemas abordados en Matigari de ninguna manera viene en detrimento del profundo carácter africano de la narración. En este sentido se emparenta con la producción de autores latinoamericanos como Alejo Carpentier, con quien podría compartir la profunda crítica social y política construida sobre la base del relato histórico. Aunque, por supuesto, sería demasiado simplista hablar de realismo mágico en el caso de la novela de Ngugi, en ella se mezclan elementos ficcionales y no ficcionales de manera similar a la de la corriente latinoamericana.

Se trata de una novela que reflexiona constantemente sobre ella misma y sobre su carácter de ficción, y al hacerlo construye una estructura de mise-en-abîme que atrapa al lector en una red más profunda; nos enfrenta, por ejemplo, al dilema de las posiciones realidad-ficción, mentira-verdad, y toma partido.
Es sintomático que las críticas orientadas a descalificar la ficción provengan siempre de los labios de los opresores que detentan el poder y tratan de justificar su gobierno ilegítimo:

«De hecho, fuimos nosotros, los que nos regimos por la ley, quienes evitamos que el país se destruyera. Si miran la situación desapasionadamente, sin el tipo de distorsión que encuentran en algunos de esos escritores de ficción, podrán ver que fueron los que obedecieron la ley colonial quienes construyeron la independencia.» [p. 122. Las cursivas son del autor.]

«Ninguna canción, ninguna canción o juego o rima o proverbio que mencione a Matigari ma Njir˜u˜ungi será tolerada. Todo lo que nos interesa es el desarrollo. No nos interesa la ficción. Olvidemos que gente como Matigari ma Njir˜u˜ungi existió alguna vez. Estemos de acuerdo, como pericos leales, en que Matigari ma Njir˜u˜ungi fue sólo un mal sueño. Ese pedazo de historia fue sólo un mal sueño, una pesadilla, de hecho. Tenemos profesores calificados que pueden escribir una nueva historia para nosotros».

Fuente consultada: http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/586/58611171009.pdf

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