E
|
sta semana veremos la influencia de la tradición y cultura árabes en los siguientes escritores: Naguib Mahfuz, Salwa
Bakr, Alaa al-Aswany (todos ellos egipcios), y Albert Camus (argelino-francés).
N
|
aguib Mahfuz- (El
Cairo, Egipto, 1911-2006)
Nació en el populoso distrito de el-Gamaliyya del Viejo
Cairo.
Su padre, Mahfuz Abdul Aziz, era, por entonces, un
funcionario del Ministerio de Educación, musulmán fervoroso y admirador del
nacionalismo naciente, como muchos de sus contemporáneos quienes luchaban por
liberar a Egipto del dominio británico. Su madre, Fátima Mustafá, analfabeta, sin
embargo contribuyó mucho a la educación de su hijo: lo sacaba en largos paseos
por las pirámides de Guiza y las grandes mezquitas de su barrio.
Licenciado en Filosofía por la Universidad de El Cairo,
comenzó una carrera como funcionario que duraría toda su vida. Trabajó en el
Ministerio de Asuntos Religiosos, al tiempo en que colaboraba en diversos
periódicos y comenzaba a escribir. Más tarde trabajó en el Ministerio de
Cultura, en el Ministerio de Dotaciones y desamortización, fue Director de Censura
en la Oficina de Arte, director de la Fundación para el apoyo al Cine y asesor
del Ministerio de Cultura hasta su jubilación. Escribió varios guiones
cinematográficos y varias de sus novelas fueron llevadas al cine. En el año
1988, obtuvo el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer escritor en lengua
árabe en conseguirlo. Es considerado como el “padre de la novela árabe”.
Haber nacido en en el
barrio cairota de el-Gamaliyya, al norte de la muralla del siglo X, le hace contemplar
la vida propia y cercana, el curso de los acontecimientos políticos y sociales a
través de un determinado prisma, de clase media egipcia urbana.
La longevidad
del escritor le ha permitido conocer y ser testigo de las convulsiones
sucedidas en su país desde el Protectorado británico hasta la república
pseudodemocrática de Mubarak y antes de Sadat, la dictadura de Naser, el fin de
la Monarquía de Fuad y Faruk, las guerras contra Israel, la II Guerra Mundial,
el terrorismo de los Hermanos Musulmanes, las conmociones del ejército egipcio
en búsqueda de la liberación nacional... De todo ello ha sido testigo Mahfuz.
Interpretó los conflictos y deseos de su país. Ha
reflejado lúcidamente la realidad de una cultura que vive entre la tensión de
ser fiel a sí misma, las influencias externas y la búsqueda de una
imprescindible síntesis entre ambas. Sus obras han sido adaptadas al cine,
teatro y televisión (sus personajes son familiares en Egipto), alcanzando
notoriedad mundial en razón de que su temática transita la realidad de su
pueblo pero la excede, alcanzando la esencia de la naturaleza humana. Prueba de
esto es la enorme recepción de su obra en otras culturas.
En 1994 fue atacado por fundamentalistas por el impacto de una
de sus novelas, y herido con un cuchillo en el cuello, lo que le provocó serios
daños en la visión, la audición y una parálisis del brazo derecho. Su salud se fue
deteriorando, y pasó su último período viviendo hasta los 95 años bajo
protección policial en su modesto apartamento cairota de Gezirag Zamalek. Sobre
la cabeza de un escritor comparado con Flaubert, Tolstói o Balzac, seguía
pesando la fatwa que lo condenaba a muerte
por presentar de modo supuestamente irreverente a Moisés, Jesucristo y Mahoma
en su novela Hijos de nuestro barrio.Sin embargo, los tonos de la novela con que trata a la figura de Mahoma (y a todo su entorno) son sumamente respetuosos, ya que tuvo buen cuidado de no propasarse, como buen conocedor de lo que le podía ocurrir.
Mahfuz, que entre los escritores españoles adoraba a Cervantes y Lorca, creía en la utilidad de las palabras.
En octubre de 2001
declaró a Babelia: “Cuando se habla
de conciencia, hermandad y justicia en el mundo, alguna gente dice que eso sólo
son palabras que expresan sueños. Pero no sólo las pesadillas pueden hacerse
realidad, también pueden materializarse los sueños”. Una afirmación que
completó con otra igualmente maravillosa: “La
justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como
quiera”.
Naguib Mahfuz fue un maestro en el arte de narrar. Sus
cuentos y novelas son un mosaico de personajes, paisajes e historias que dibujan
no sólo al Egipto de hoy, sino a las pulsiones, conflictos, delirios,
esperanzas y frustraciones del ser humano, las mismas que se viven en cualquier
ciudad, país o cultura. Su construcción de personajes, estructuración del
relato, manejo de los diálogos, conducción de la tensión narrativa y
originalidad de sus historias, resultan de una maestría notable, que se
observan al desmontar sus mecanismos de construcción del relato.
Café Karnak, publicada en 1998, es una novela ambientada en El
Cairo en los años sesenta, su eje central es la historia de tres jóvenes amigos
que logran sobrevivir a un feroz interrogatorio de la policía secreta y luego
ven sus vidas envenenadas por la sospecha, el miedo y la traición.
Qaránfula, una mujer madura pero todavía atractiva,
enigmática y apasionada, es la dueña del Café Karnak, punto de reunión de una
bulliciosa “familia” de habitués que incluye a un grupo de estudiantes
universitarios y es el lugar donde todos van desgranando sus historias
cotidianas.
Es una
novela cáustica, con duras ironías y reflexiones mordaces. Cargada de ideología, la obra refleja el impacto que produjo
la revolución en los jóvenes egipcios y las dolorosas consecuencias de aquel
cambio histórico.
El callejón de los milagros, escrita originalmente en árabe y publicada en 1947, forma parte de la llamada pentalogía realista de Mahfuz, un grupo de cinco obras publicadas entre 1945 y 1957 de marcado corte realista centradas en la vida cotidiana de las clases populares y la pequeña burguesía de El Cairo en aquella época.
Mahfuz describe el microcosmos de un minúsculo callejón – el
callejón de Midaq- en El Cairo, durante la Segunda Guerra Mundial. Toda la
acción transcurre casi completamente en dicho callejón y algunos pasajes en las
calles adyacentes. Cada capítulo se centra en cada uno de los personajes y cada
historia se va mezclando con las de los demás.
Esta historia es el retrato de una sociedad cerrada,
frustrada y llena de deseos imposibles, dibujado a través de una galería de
personajes inolvidables. Los maduros prefieren permanecer aislados en su mísero
barrio, manteniendo una apariencia de normalidad y una falsa atmósfera del
pasado, en lugar de adaptarse a los tiempos cambiantes. Por su parte, los
jóvenes sueñan con aventuras, riquezas y placeres y, sobre todo, con salir del
barrio. Es una representación atemporal del
conflicto entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el presente.
(Alfredo Ripstein, hermano de Arturo, el cineasta mexicano, produjo en 1995 la versión cinematográfica de El Callejón de los deseos, trasladando lo que era ambiente social y humano de El Cairo —y de modo magistralmente creíble— a México D.F. Presenta una visión parcial de unas vidas humanas, centrada en barrios periféricos —un callejón—, desamparadas, y marcadas por una especie de ciego destino.)
(Alfredo Ripstein, hermano de Arturo, el cineasta mexicano, produjo en 1995 la versión cinematográfica de El Callejón de los deseos, trasladando lo que era ambiente social y humano de El Cairo —y de modo magistralmente creíble— a México D.F. Presenta una visión parcial de unas vidas humanas, centrada en barrios periféricos —un callejón—, desamparadas, y marcadas por una especie de ciego destino.)
Mahfuz dejó de escribir hasta 1957, cuando compuso
la alegoría Hijos de nuestro barrio, su obra más polémica, en la cual, bajo la
apariencia de un ingenuo relato sobre la pequeña historia de un barrio, en El
Cairo, a finales del siglo pasado, plantea el gran problema de la
jerarquización social, del poder y el orden en el mundo, sujeto a interrumpidas
propuestas idealistas de mejora, acosadas por la degradación, una tras otra.
Combina
una gran epopeya universal, en el microcosmos de un barrio periférico, con un
simbolismo de las tres grandes religiones monoteístas. Las jerarquías, el
poder, el orden en el mundo, amenazados por la aparición de movimientos
idealistas truncados a su vez por las fuerzas negativas de la sociedad. Moisés,
Cristo y Mahoma, en una alegoría simbolista que provocó -y desde hace rato- las
iras de los extremistas musulmanes, cuando aun no existía la denominación de integrismo
islámico.
Comenzó siendo publicada por entregas en el periódico
semioficial del régimen egipcio, al-Ahram en 1959, pero por entonces se la
consideró una crítica “excesiva” y se la prohibió, llegando a publicarse como
libro sólo en Beirut, (Líbano), en 1967.
Desde entonces, Hijos de nuestro barrio fue un libro
prohibido en Egipto, que sólo circulaba de manera clandestina, y la razón por
la cual padeció el atentado contra su vida.
Fue un filósofo epicúreo. “Cuando veo mi vida en su
conjunto, me pongo contento”, declaró en 1993 a Le Fígaro. “El sentido de la
vida”, añadió, “no es independiente de la vida misma. Vivir quiere decir comer, beber, dormir, amar, trabajar, pensar. Tal es
el sentido de la vida”.
Una anécdota. Durante un seminario sobre Mahfuz en Harvard, dictado
entre otras figuras por Nadine Gordimer, - premio Nobel en 1991-, esta escritora
cuenta que algunas feministas criticaron el papel de la mujer en la Trilogía
mahfuziana. Gordimer comentaba: “Estaban indignadas por la figura de Amina,
mujer de Ahmad Abd el-Gawwad, a quien le estaba prohibido salir de casa si no
era en compañía de su marido, y por la suerte de las chicas de la familia,
casadas con hombres elegidos por Gawwad sin considerar sus sentimientos ni la
alternativa de vivir una vida independiente”. Las estudiantes contestatarias de
Harvard estaban dispuestas a negar la genialidad de la obra sobre estas bases.
“Hubiera sido –sigue comentando la Nobel sudafricana–, como
matar al mensajero: Mahfuz describía la opresión a la que estaban sujetas Amina
y las hijas tal y como era en realidad; no quería defenderla. Su profunda comprensión de las complejas
costumbres socio-sexuales, la prisión-harén que desnaturalizaba la vida de las
mujeres de la familia de Gawwad eran una protesta más vigorosa que la de quien
lo acusaba de chauvinismo literario”.
Fuentes consultadas:
Carmen Ruiz Bravo, Arabista,
Catedrática de la UAM.
L
|
os sucesores de
Mahfuz en Egipto.
S
|
alwa Bakr (El
Cairo, 1949). Cuentista y novelista egipcia. Su padre era un trabajador
ferroviario, quien murió tempranamente, dejando a su familia en la pobreza. Sus
relatos a menudo se ocupan de la vida de los marginados.
Bakr estudió negocios
en la Universidad de Ain Shams, obteniendo la licenciatura en 1972; luego
obtuvo otra licenciatura en Crítica literaria en 1976, antes de embarcarse en
una carrera en periodismo. Trabajó como crítica cinematográfica y teatral para
varios periódicos árabes y revistas. Bakr ha vivido en Chipre durante unos
años, antes de regresar a Egipto a mediados de la década de 1980.
En 1985, publicó su primera colección de cuentos, Zinat en el entierro del presidente, que
fue un éxito inmediato. Ha publicado varias colecciones de cuentos cortos desde
entonces. Su primera novela se llamó Al-wasf
Bulbul (1993).
La sociedad egipcia y la situación de la mujer dentro de esa
sociedad es el tema recurrente de sus obras, obras amargas en algunas
ocasiones, tiernas y llenas de humor en otras. Está considerada una de las
autoras más importantes de la literatura árabe contemporánea.
Sus libros han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos español, francés y polaco. Su trabajo ha aparecido en Banipal revista, Words Without Borders , y en varias antologías. Leeremos un cuento del volumen Las artimañas de los hombres y otras historias - traducido por Denys Johnson-Davies.
A
|
laa al-Aswany (El
Cairo, 1957), escritor egipcio.
Criado en el seno de una familia intelectual, de padre
escritor, Abbas al-Aswani, cursó estudios secundarios en un instituto de lengua
francesa, y posteriormente estudió cirugía dental en Estados Unidos, en la
Universidad de Illinois en Chicago.
Ha contribuido regularmente con sus escritos en los
periódicos de la oposición egipcia, y se sitúa cercano a los intelectuales de
izquierda. Se declara independiente de partidos políticos, aunque en la
práctica ha sido uno de los miembros fundadores del movimiento de oposición
Kifaya (Basta), que reclama unas elecciones presidenciales realmente libres.
Su novela El edificio Yacobián, publicada en 2002, se convirtió en un verdadero fenómeno editorial en el mundo árabe, y fue rápidamente traducida a una veintena de lenguas, además de adaptarse al cine y a la televisión. Describe la bulliciosa vida de un edificio otrora grandioso del centro histórico de El Cairo, donde los habitantes hacen frente a la corrupción opresora del régimen y el ascenso de la presión islamista.
Su novela El edificio Yacobián, publicada en 2002, se convirtió en un verdadero fenómeno editorial en el mundo árabe, y fue rápidamente traducida a una veintena de lenguas, además de adaptarse al cine y a la televisión. Describe la bulliciosa vida de un edificio otrora grandioso del centro histórico de El Cairo, donde los habitantes hacen frente a la corrupción opresora del régimen y el ascenso de la presión islamista.
El libro
encadena con una segunda novela de al-Aswani, Chicago, publicada en
2006, que describe la vida de los
estudiantes árabes en los Estados Unidos después de los acontecimientos del 11
de septiembre de 2001.Nos muestra a Egipto desde el exilio en sus encuentros y
desencuentros, y a través de sus propias
historias, suss personajes escenificarán los múltiples conflictos de la
sociedad y el complejo encuentro entre Oriente y Occidente.
Es sumamente interesante su planteo crítico acerca de la relación entre el mundo árabe y Occidente en la actualidad, a propósito del encuentro de culturas que venimos mencionando en el taller:
“Occidente suele adoptar unos puntos de vista y unas
políticas que son obviamente hostiles hacia los árabes y musulmanes.
Ahora bien, ¿son los árabes y los musulmanes meras víctimas
inocentes de los prejuicios occidentales? Desde luego que no. Para empezar, no
podemos utilizar Occidente como un término único. Hay millones de occidentales
que no aman ni odian el islam, sencillamente porque no saben nada de él. ¿Y qué
sucede con la imagen del islam que transmiten muchos de los propios musulmanes?
Si un occidental decidiera descubrir el islam a través de estos musulmanes,
¿qué encontraría? A Osama Bin Laden, que le miraría, como recién salido de una
cueva medieval, y anunciaría que el islam le ordena matar a todos los cruzados
occidentales posibles, aunque sean civiles inocentes.
O leería que el
movimiento talibán ha decidido cerrar los colegios para niñas en las regiones
que controla con el argumento de que el islam prohíbe la educación de las
mujeres porque son deficientes desde el punto de vista intelectual y desde el
religioso.
Después tendría noticia de declaraciones de quienes se llaman
juristas islámicos y dicen que, si un musulmán se convierte a otra fe, el islam
le ofrece la elección entre arrepentirse o morir degollado. Algunos de esos
juristas también afirman que el islam no reconoce la democracia y que es
obligatorio obedecer a un gobernante musulmán aunque oprima y robe a sus
súbditos. Dicen que está muy bien que las mujeres se cubran el rostro con el
niqab para que los que las ven no se sientan empujados por el deseo sexual a
acosarlas o violarlas. Y muchos aseguran que el profeta Mahoma se casó con su
esposa Aísha cuando ella tenía nueve años.
El occidental leerá todo eso y no descubrirá la verdad en
absoluto. No sabrá que la esposa del profeta no tenía nueve años, sino 19. No
sabrá que el islam da a hombres y mujeres total igualdad de derechos y
obligaciones. No sabrá que, para el islam, si alguien mata a un inocente es
como si hubiera matado a todo el mundo. Y nunca se enterará de que el niqab no
tiene nada que ver con el islam, sino que es una costumbre que nos llegó con el
dinero del Golfo de una atrasada sociedad del desierto.
El occidental nunca se enterará de que el verdadero mensaje
del islam es libertad, justicia e igualdad. Ni de que garantiza la libertad de
creencias, es decir, que quienes quieren creer pueden creer y quienes no lo
desean no tienen por qué hacerlo. Ni de que la democracia es esencial para el
islam, porque un musulmán no puede llegar al poder sin el consentimiento y la
decisión de los musulmanes. Después de todo eso, ¿podemos reprochar al
occidental que considere que el islam es la religión del atraso y el
terrorismo?
El año pasado, me concedieron el Premio Bruno Kreisky de
Literatura en Austria y el primer ministro austriaco me entregó el galardón. Yo
tenía que pronunciar un discurso con ese motivo y decidí hablar sobre la
realidad del islam. Conté a los presentes que el profeta Mahoma era tan afable
que, cuando se arrodillaba para rezar, sus nietos Hassan y Hussein solían saltar
sobre su espalda para jugar. Él se quedaba arrodillado para no molestar a los
niños hasta que terminaban de jugar, y entonces reanudaba sus oraciones.
Pregunté al público: "¿Se pueden imaginar que un hombre que interrumpía
sus rezos por unos niños defendería asesinar y aterrorizar a gente
inocente?". La gente escuchó la historia con interés y muchos subieron
después a preguntarme dónde podían encontrar informaciones genuinas sobre el
islam.
Es cierto que la política occidental nos trata como pueblos
coloniales que no merecen tener los mismos derechos que los ciudadanos de
Occidente, y es cierto que sus medios de comunicación están predispuestos en
contra de los árabes y los musulmanes, pero también es verdad que la lectura retrógrada del islam que hacen
los wahabíes, -la versión extremista del islam difundida por los petrodólares
saudíes-, y que se ha extendido por el
mundo islámico, ayuda a arraigar una imagen injusta y errónea de nuestra
religión. Tenemos la obligación de empezar por nosotros mismos. Debemos
rescatar al islam de todas las tonterías, falsedades e ideas retrógradas que se
han asociado a él sin ninguna base. La solución es la democracia.”
El engaño como instrumento característico del poder, el
sordo acoso contra la formación y el talento, el constante desincentivo del
trabajo riguroso y la promoción del servilismo, van adquiriendo tantas caras
como asuntos aborda Al Aswany.
Fuente consultada: http://elpais.com/diario/2011/10/28/opinion/1319752812_850215.html
A
|
lbert Camus (Argelia,
1913- Francia, 1960)
Novelista, dramaturgo y ensayista francés. En 1957, a la
edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura.
Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes
franceses; su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia, como
otros muchos pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por
Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana. Inteligente y disciplinado, empezó
estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a
que enfermó de tuberculosis.
Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que
representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores.
Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario
de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939
publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones
inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto
encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.
Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su
novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El
mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que
sobre él tuvo el existencialismo. En El mito de Sísifo, describe "El sentimiento del Absurdo", el
reconocimiento profundo de la inanidad, y la intrascendencia del hombre
enfrentado al cosmos, a su destino y a la historia, sólo rescatado cuando actúa "como si" pudiera cambiar el
universo.
Tal influjo se
materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor
exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las
pasiones de los hombres y que vive
incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según
Camus, que marca la naturaleza y el mundo.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en
los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los
fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y
editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula,
prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras
los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo
alemán.
Trabajaremos el relato El Huésped, donde representa el mortal cuestionamiento en el que
se debate Camus respecto de la guerra con Argelia, generando en él una profunda
escisión interna debido a su capacidad para comprender a los dos campos
culturales antagonistas, por no pertenecer totalmente a uno ni a otro. Y donde finalmente asume la
responsabilidad de proceder de manera voluntaria y razonada respecto de sí
mismo y de la sociedad.
Utilizaremos como metodología de abordaje el Análisis del
Discurso y se considerarán respectivamente, los signos de la prosémica, de la
quinésica (incluyendo asimismo el código gestual) y los intercambios verbales
realizados por los tres personajes.
Quería decirte que me maravilló tanto la literatura africana como la literatura de los países árabes... Espero todos los días tener un ratito para leer y ademas informarme acerca de sus paises, sus historias porque eso enriquece muchísimo la comprensión de su literatura"
ResponderEliminarGracias por nutrir tanto mi mundo!!!!
Moni.
Quería comentar que "La historia de los aparecidos”, de Mia Couto,me gustó mucho. El modo en que relata de forma irónica, pero divertida a la vez, como la población considera a los desaparecidos: el rechazo, la negación y la necesidad de aceptar lo sucedido para poder seguir adelante y construir una "nueva aldea". Me resulta una manera amena e interesante de contar la historia que se repite, con las peculiaridades de cada lugar, a lo largo y ancho de todo el mundo.
ResponderEliminarTambién me pareció muy lindo el cuento "Noona la loca" de Salwa Bakr, hace una descripción de la esclavitud muy interesante donde la niña, si bien es consciente de su situación, tiene deseos de conocer otro mundo y poder acceder a él aunque sea en una forma clandestina: aprendiendo de todo lo que oye de la maestra y de las alumnas de la escuela, incluso de la maestra del hijo del funcionario. Ella desea quedarse allí y no volver a su lugar con su familia porque quiere algo distinto para ella. Y como es diferente al resto de las criadas la tratan de loca.
Estos cuentos africanos me gustan mucho porque, a pesar de narrar una realidad triste, los autores lo hacen de una manera esperanzadora. A diferencia de la sensación que tenía con los personajes de los cuentos latinoamericanos que me resultaban como resignados a la dura realidad. De todos modos, todos los textos que estuvimos leyendo me resultaron de una gran belleza y profundidad.
Mariela