El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








lunes, 17 de septiembre de 2012

África y la presencia árabe


E
sta semana veremos la influencia de la tradición y cultura  árabes en los siguientes escritores: Naguib Mahfuz, Salwa Bakr, Alaa al-Aswany (todos ellos egipcios), y Albert Camus (argelino-francés).





N
aguib Mahfuz- (El Cairo, Egipto, 1911-2006)

Nació en el populoso distrito de el-Gamaliyya del Viejo Cairo.

Su padre, Mahfuz Abdul Aziz, era, por entonces, un funcionario del Ministerio de Educación, musulmán fervoroso y admirador del nacionalismo naciente, como muchos de sus contemporáneos quienes luchaban por liberar a Egipto del dominio británico. Su madre, Fátima Mustafá, analfabeta, sin embargo contribuyó mucho a la educación de su hijo: lo sacaba en largos paseos por las pirámides de Guiza y las grandes mezquitas de su barrio.

Licenciado en Filosofía por la Universidad de El Cairo, comenzó una carrera como funcionario que duraría toda su vida. Trabajó en el Ministerio de Asuntos Religiosos, al tiempo en que colaboraba en diversos periódicos y comenzaba a escribir. Más tarde trabajó en el Ministerio de Cultura, en el Ministerio de Dotaciones y desamortización, fue Director de Censura en la Oficina de Arte, director de la Fundación para el apoyo al Cine y asesor del Ministerio de Cultura hasta su jubilación. Escribió varios guiones cinematográficos y varias de sus novelas fueron llevadas al cine. En el año 1988, obtuvo el Premio Nobel de Literatura, siendo el primer escritor en lengua árabe en conseguirlo. Es considerado como el “padre de la novela árabe”.

Haber nacido en  en el barrio cairota de el-Gamaliyya, al norte de la muralla del siglo X, le hace contemplar la vida propia y cercana, el curso de los acontecimientos políticos y sociales a través de un determinado prisma, de clase media egipcia urbana. 

La longevidad del escritor le ha permitido conocer y ser testigo de las convulsiones sucedidas en su país desde el Protectorado británico hasta la república pseudodemocrática de Mubarak y antes de Sadat, la dictadura de Naser, el fin de la Monarquía de Fuad y Faruk, las guerras contra Israel, la II Guerra Mundial, el terrorismo de los Hermanos Musulmanes, las conmociones del ejército egipcio en búsqueda de la liberación nacional... De todo ello ha sido testigo Mahfuz.

Interpretó los conflictos y deseos de su país. Ha reflejado lúcidamente la realidad de una cultura que vive entre la tensión de ser fiel a sí misma, las influencias externas y la búsqueda de una imprescindible síntesis entre ambas. Sus obras han sido adaptadas al cine, teatro y televisión (sus personajes son familiares en Egipto), alcanzando notoriedad mundial en razón de que su temática transita la realidad de su pueblo pero la excede, alcanzando la esencia de la naturaleza humana. Prueba de esto es la enorme recepción de su obra en otras culturas.

En 1994 fue atacado por fundamentalistas por el impacto de una de sus novelas, y herido con un cuchillo en el cuello, lo que le provocó serios daños en la visión, la audición y una parálisis del brazo derecho. Su salud se fue deteriorando, y pasó su último período viviendo hasta los 95 años bajo protección policial en su modesto apartamento cairota de Gezirag Zamalek. Sobre la cabeza de un escritor comparado con Flaubert, Tolstói o Balzac, seguía pesando la fatwa que lo condenaba a muerte por presentar de modo supuestamente irreverente a Moisés, Jesucristo y Mahoma en su novela Hijos de nuestro barrio.Sin embargo, los tonos de la novela con que trata a la figura de Mahoma (y a todo su entorno) son sumamente respetuosos, ya que tuvo buen cuidado de no propasarse, como buen conocedor de lo que le podía ocurrir.


Mahfuz, que entre los escritores españoles adoraba a Cervantes y Lorca, creía en la utilidad de las palabras. 

En octubre de 2001 declaró a Babelia: “Cuando se habla de conciencia, hermandad y justicia en el mundo, alguna gente dice que eso sólo son palabras que expresan sueños. Pero no sólo las pesadillas pueden hacerse realidad, también pueden materializarse los sueños”. Una afirmación que completó con otra igualmente maravillosa: “La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera”.

Naguib Mahfuz fue un maestro en el arte de narrar. Sus cuentos y novelas son un mosaico de personajes, paisajes e historias que dibujan no sólo al Egipto de hoy, sino a las pulsiones, conflictos, delirios, esperanzas y frustraciones del ser humano, las mismas que se viven en cualquier ciudad, país o cultura. Su construcción de personajes, estructuración del relato, manejo de los diálogos, conducción de la tensión narrativa y originalidad de sus historias, resultan de una maestría notable, que se observan al desmontar sus mecanismos de construcción del relato.

Café Karnak, publicada en 1998, es una novela ambientada en El Cairo en los años sesenta, su eje central es la historia de tres jóvenes amigos que logran sobrevivir a un feroz interrogatorio de la policía secreta y luego ven sus vidas envenenadas por la sospecha, el miedo y la traición.
Qaránfula, una mujer madura pero todavía atractiva, enigmática y apasionada, es la dueña del Café Karnak, punto de reunión de una bulliciosa “familia” de habitués que incluye a un grupo de estudiantes universitarios y es el lugar donde todos van desgranando sus historias cotidianas.
Es una novela cáustica, con duras ironías y reflexiones mordaces. Cargada de ideología, la obra refleja el impacto que produjo la revolución en los jóvenes egipcios y las dolorosas consecuencias de aquel cambio histórico. 


El callejón de los milagros, escrita originalmente en árabe y publicada en 1947, forma parte de la llamada pentalogía realista de Mahfuz, un grupo de cinco obras publicadas entre 1945 y 1957 de marcado corte realista centradas en la vida cotidiana de las clases populares y la pequeña burguesía de El Cairo en aquella época.

Mahfuz describe el microcosmos de un minúsculo callejón – el callejón de Midaq- en El Cairo, durante la Segunda Guerra Mundial. Toda la acción transcurre casi completamente en dicho callejón y algunos pasajes en las calles adyacentes. Cada capítulo se centra en cada uno de los personajes y cada historia se va mezclando con las de los demás.

Esta historia es el retrato de una sociedad cerrada, frustrada y llena de deseos imposibles, dibujado a través de una galería de personajes inolvidables. Los maduros prefieren permanecer aislados en su mísero barrio, manteniendo una apariencia de normalidad y una falsa atmósfera del pasado, en lugar de adaptarse a los tiempos cambiantes. Por su parte, los jóvenes sueñan con aventuras, riquezas y placeres y, sobre todo, con salir del barrio. Es una representación atemporal del conflicto entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el presente.

(Alfredo Ripstein, hermano de Arturo, el cineasta mexicano,  produjo en 1995 la versión cinematográfica de El Callejón de los deseos, trasladando lo que era ambiente social y humano de El Cairo —y de modo magistralmente creíble— a México D.F. Presenta una visión parcial de unas vidas humanas, centrada en barrios periféricos —un callejón—, desamparadas, y marcadas por una especie de ciego destino.)
 

Mahfuz dejó de escribir hasta 1957, cuando compuso la alegoría Hijos de nuestro barrio, su obra más polémica, en la cual, bajo la apariencia de un ingenuo relato sobre la pequeña historia de un barrio, en El Cairo, a finales del  siglo pasado, plantea el gran problema de la jerarquización social, del poder y el orden en el mundo, sujeto a interrumpidas propuestas idealistas de mejora, acosadas por la degradación, una tras otra. 
Combina una gran epopeya universal, en el microcosmos de un barrio periférico, con un simbolismo de las tres grandes religiones monoteístas. Las jerarquías, el poder, el orden en el mundo, amenazados por la aparición de movimientos idealistas truncados a su vez por las fuerzas negativas de la sociedad. Moisés, Cristo y Mahoma, en una alegoría simbolista que provocó -y desde hace rato- las iras de los extremistas musulmanes, cuando aun no existía la denominación de integrismo islámico.

Comenzó siendo publicada por entregas en el periódico semioficial del régimen egipcio, al-Ahram en 1959, pero por entonces se la consideró una crítica “excesiva” y se la prohibió, llegando a publicarse como libro sólo en Beirut, (Líbano), en 1967.

Desde entonces, Hijos de nuestro barrio fue un libro prohibido en Egipto, que sólo circulaba de manera clandestina, y la razón por la cual padeció el atentado contra su vida.


Fue un filósofo epicúreo. “Cuando veo mi vida en su conjunto, me pongo contento”, declaró en 1993 a Le Fígaro. “El sentido de la vida”, añadió, “no es independiente de la vida misma. Vivir quiere decir comer, beber, dormir, amar, trabajar, pensar. Tal es el sentido de la vida”.

Una anécdota. Durante un seminario sobre Mahfuz en Harvard, dictado entre otras figuras por Nadine Gordimer, - premio Nobel en 1991-, esta escritora cuenta que algunas feministas criticaron el papel de la mujer en la Trilogía mahfuziana. Gordimer comentaba: “Estaban indignadas por la figura de Amina, mujer de Ahmad Abd el-Gawwad, a quien le estaba prohibido salir de casa si no era en compañía de su marido, y por la suerte de las chicas de la familia, casadas con hombres elegidos por Gawwad sin considerar sus sentimientos ni la alternativa de vivir una vida independiente”. Las estudiantes contestatarias de Harvard estaban dispuestas a negar la genialidad de la obra sobre estas bases.

“Hubiera sido –sigue comentando la Nobel sudafricana–, como matar al mensajero: Mahfuz describía la opresión a la que estaban sujetas Amina y las hijas tal y como era en realidad; no quería defenderla. Su profunda comprensión de las complejas costumbres socio-sexuales, la prisión-harén que desnaturalizaba la vida de las mujeres de la familia de Gawwad eran una protesta más vigorosa que la de quien lo acusaba de chauvinismo literario”.

Fuentes consultadas:
Carmen Ruiz Bravo, Arabista, Catedrática de la UAM.


L

os sucesores de Mahfuz en Egipto.






S


alwa Bakr (El Cairo, 1949). Cuentista y novelista egipcia. Su padre era un trabajador ferroviario, quien murió tempranamente, dejando a su familia en la pobreza. Sus relatos a menudo se ocupan de la vida de los marginados.


Bakr estudió negocios en la Universidad de Ain Shams, obteniendo la licenciatura en 1972; luego obtuvo otra licenciatura en Crítica literaria en 1976, antes de embarcarse en una carrera en periodismo. Trabajó como crítica cinematográfica y teatral para varios periódicos árabes y revistas. Bakr ha vivido en Chipre durante unos años, antes de regresar a Egipto a mediados de la década de 1980.

En 1985, publicó su primera colección de cuentos, Zinat en el entierro del presidente, que fue un éxito inmediato. Ha publicado varias colecciones de cuentos cortos desde entonces. Su primera novela se llamó Al-wasf Bulbul (1993).

La sociedad egipcia y la situación de la mujer dentro de esa sociedad es el tema recurrente de sus obras, obras amargas en algunas ocasiones, tiernas y llenas de humor en otras. Está considerada una de las autoras más importantes de la literatura árabe contemporánea.



Sus libros han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos español, francés y polaco. Su trabajo ha aparecido en Banipal revista, Words Without Borders , y en varias antologías. Leeremos un cuento del volumen Las artimañas de los hombres y otras historias - traducido por Denys Johnson-Davies.



A
laa al-Aswany (El Cairo, 1957), escritor egipcio.

Criado en el seno de una familia intelectual, de padre escritor, Abbas al-Aswani, cursó estudios secundarios en un instituto de lengua francesa, y posteriormente estudió cirugía dental en Estados Unidos, en la Universidad de Illinois en Chicago.

Ha contribuido regularmente con sus escritos en los periódicos de la oposición egipcia, y se sitúa cercano a los intelectuales de izquierda. Se declara independiente de partidos políticos, aunque en la práctica ha sido uno de los miembros fundadores del movimiento de oposición Kifaya (Basta), que reclama unas elecciones presidenciales realmente libres.

Su novela El edificio Yacobián, publicada en 2002, se convirtió en un verdadero fenómeno editorial en el mundo árabe, y fue rápidamente traducida a una veintena de lenguas, además de adaptarse al cine y a la televisión. Describe la bulliciosa vida de un edificio otrora grandioso del centro histórico de El Cairo, donde los habitantes hacen frente a la corrupción opresora del régimen y el ascenso de la presión islamista. 

El libro encadena con una segunda novela de al-Aswani, Chicago, publicada en 2006,  que describe la vida de los estudiantes árabes en los Estados Unidos después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001.Nos muestra a Egipto desde el exilio en sus encuentros y desencuentros,  y a través de sus propias historias, suss personajes escenificarán los múltiples conflictos de la sociedad y el complejo encuentro entre Oriente y Occidente.


Es sumamente interesante su planteo crítico acerca de la relación entre el mundo árabe y Occidente en la actualidad, a propósito del encuentro de culturas que venimos mencionando en el taller:

“Occidente suele adoptar unos puntos de vista y unas políticas que son obviamente hostiles hacia los árabes y musulmanes.
Ahora bien, ¿son los árabes y los musulmanes meras víctimas inocentes de los prejuicios occidentales? Desde luego que no. Para empezar, no podemos utilizar Occidente como un término único. Hay millones de occidentales que no aman ni odian el islam, sencillamente porque no saben nada de él. ¿Y qué sucede con la imagen del islam que transmiten muchos de los propios musulmanes? Si un occidental decidiera descubrir el islam a través de estos musulmanes, ¿qué encontraría? A Osama Bin Laden, que le miraría, como recién salido de una cueva medieval, y anunciaría que el islam le ordena matar a todos los cruzados occidentales posibles, aunque sean civiles inocentes. 
O leería que el movimiento talibán ha decidido cerrar los colegios para niñas en las regiones que controla con el argumento de que el islam prohíbe la educación de las mujeres porque son deficientes desde el punto de vista intelectual y desde el religioso. 
Después tendría noticia de declaraciones de quienes se llaman juristas islámicos y dicen que, si un musulmán se convierte a otra fe, el islam le ofrece la elección entre arrepentirse o morir degollado. Algunos de esos juristas también afirman que el islam no reconoce la democracia y que es obligatorio obedecer a un gobernante musulmán aunque oprima y robe a sus súbditos. Dicen que está muy bien que las mujeres se cubran el rostro con el niqab para que los que las ven no se sientan empujados por el deseo sexual a acosarlas o violarlas. Y muchos aseguran que el profeta Mahoma se casó con su esposa Aísha cuando ella tenía nueve años.
El occidental leerá todo eso y no descubrirá la verdad en absoluto. No sabrá que la esposa del profeta no tenía nueve años, sino 19. No sabrá que el islam da a hombres y mujeres total igualdad de derechos y obligaciones. No sabrá que, para el islam, si alguien mata a un inocente es como si hubiera matado a todo el mundo. Y nunca se enterará de que el niqab no tiene nada que ver con el islam, sino que es una costumbre que nos llegó con el dinero del Golfo de una atrasada sociedad del desierto.
El occidental nunca se enterará de que el verdadero mensaje del islam es libertad, justicia e igualdad. Ni de que garantiza la libertad de creencias, es decir, que quienes quieren creer pueden creer y quienes no lo desean no tienen por qué hacerlo. Ni de que la democracia es esencial para el islam, porque un musulmán no puede llegar al poder sin el consentimiento y la decisión de los musulmanes. Después de todo eso, ¿podemos reprochar al occidental que considere que el islam es la religión del atraso y el terrorismo?

El año pasado, me concedieron el Premio Bruno Kreisky de Literatura en Austria y el primer ministro austriaco me entregó el galardón. Yo tenía que pronunciar un discurso con ese motivo y decidí hablar sobre la realidad del islam. Conté a los presentes que el profeta Mahoma era tan afable que, cuando se arrodillaba para rezar, sus nietos Hassan y Hussein solían saltar sobre su espalda para jugar. Él se quedaba arrodillado para no molestar a los niños hasta que terminaban de jugar, y entonces reanudaba sus oraciones. Pregunté al público: "¿Se pueden imaginar que un hombre que interrumpía sus rezos por unos niños defendería asesinar y aterrorizar a gente inocente?". La gente escuchó la historia con interés y muchos subieron después a preguntarme dónde podían encontrar informaciones genuinas sobre el islam.

Es cierto que la política occidental nos trata como pueblos coloniales que no merecen tener los mismos derechos que los ciudadanos de Occidente, y es cierto que sus medios de comunicación están predispuestos en contra de los árabes y los musulmanes, pero también es verdad que la lectura retrógrada del islam que hacen los wahabíes, -la versión extremista del islam difundida por los petrodólares saudíes-,  y que se ha extendido por el mundo islámico, ayuda a arraigar una imagen injusta y errónea de nuestra religión. Tenemos la obligación de empezar por nosotros mismos. Debemos rescatar al islam de todas las tonterías, falsedades e ideas retrógradas que se han asociado a él sin ninguna base. La solución es la democracia.”

El engaño como instrumento característico del poder, el sordo acoso contra la formación y el talento, el constante desincentivo del trabajo riguroso y la promoción del servilismo, van adquiriendo tantas caras como asuntos aborda Al Aswany.



A
lbert Camus (Argelia, 1913- Francia, 1960)
Novelista, dramaturgo y ensayista francés. En 1957, a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura.


Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses; su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia, como otros muchos pieds-noirs que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis.

Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego, ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.

Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. En El mito de Sísifo, describe "El sentimiento del Absurdo", el reconocimiento profundo de la inanidad, y la intrascendencia del hombre enfrentado al cosmos, a su destino y a la historia, sólo rescatado cuando actúa "como si" pudiera cambiar el universo.

Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.



Trabajaremos el relato El Huésped, donde  representa el mortal cuestionamiento en el que se debate Camus respecto de la guerra con Argelia, generando en él una profunda escisión interna debido a su capacidad para comprender a los dos campos culturales antagonistas, por no pertenecer totalmente a uno ni a  otro. Y donde finalmente asume la responsabilidad de proceder de manera voluntaria y razonada respecto de sí mismo y de la sociedad.

Utilizaremos como metodología de abordaje el Análisis del Discurso y se considerarán respectivamente, los signos de la prosémica, de la quinésica (incluyendo asimismo el código gestual) y los intercambios verbales realizados por los tres personajes.





2 comentarios:

  1. Quería decirte que me maravilló tanto la literatura africana como la literatura de los países árabes... Espero todos los días tener un ratito para leer y ademas informarme acerca de sus paises, sus historias porque eso enriquece muchísimo la comprensión de su literatura"
    Gracias por nutrir tanto mi mundo!!!!
    Moni.

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  2. Quería comentar que "La historia de los aparecidos”, de Mia Couto,me gustó mucho. El modo en que relata de forma irónica, pero divertida a la vez, como la población considera a los desaparecidos: el rechazo, la negación y la necesidad de aceptar lo sucedido para poder seguir adelante y construir una "nueva aldea". Me resulta una manera amena e interesante de contar la historia que se repite, con las peculiaridades de cada lugar, a lo largo y ancho de todo el mundo.
    También me pareció muy lindo el cuento "Noona la loca" de Salwa Bakr, hace una descripción de la esclavitud muy interesante donde la niña, si bien es consciente de su situación, tiene deseos de conocer otro mundo y poder acceder a él aunque sea en una forma clandestina: aprendiendo de todo lo que oye de la maestra y de las alumnas de la escuela, incluso de la maestra del hijo del funcionario. Ella desea quedarse allí y no volver a su lugar con su familia porque quiere algo distinto para ella. Y como es diferente al resto de las criadas la tratan de loca.
    Estos cuentos africanos me gustan mucho porque, a pesar de narrar una realidad triste, los autores lo hacen de una manera esperanzadora. A diferencia de la sensación que tenía con los personajes de los cuentos latinoamericanos que me resultaban como resignados a la dura realidad. De todos modos, todos los textos que estuvimos leyendo me resultaron de una gran belleza y profundidad.
    Mariela

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