El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








sábado, 30 de abril de 2011

Bernard Malamud


Bernard Malamud (Nueva York, 1914- 1986) fue un escritor estadounidense, considerado uno de los principales exponentes de la literatura de Estados Unidos. Fue autor de siete novelas, entre las que destacan El mejor (1952), El dependiente (1957) y El reparador (1966, Premio Pulitzer). Son también destacables sus cuentos, recopilados en El barril mágico (1958), Idiotas primero (1963), Imágenes de Fidelman (1969) y El sombrero de Rembrandt (1973).

Dice Rodrigo Fresán: “Este gran escritor judío de lo judío (y de tantas otras cosas) llevaba demasiados años extraviado en esa zona gris o agujero negro en el que, bastante seguido, suelen caer muchos narradores cuando mueren. Aunque puede afirmarse que la desaparición de Malamud del canon de la literatura norteamericana comienza a hacerse ya paradójicamente visible durante los últimos años de la vida y carrera del hombre.
Los motivos para esto –si hablamos de calidad y constancia– son incomprensibles, pero aún abundan las teorías conspirativas. La caída de Malamud –alguna vez considerado uno de los más grandes de su generación– es, para muchos, la injusta consecuencia de los justos premios Nobel a Saul Bellow e Isaac Bashevis Singer (en 1976 y 1978 respectivamente) y del ascenso de Philip Roth, cubriendo así todos los casilleros disponibles para Grandes Escritores Judíos. Otros “culpan” a la timidez de Malamud, a su escasa fotogenia,  a su inexistente afición a la polémica académica o periodística, a su cautela casi patológica heredada de padres inmigrantes y hambreados y al relativo entusiasmo de su editor –Roger Straus de Farrar, Straus and Giroux– quien, cuando una vez le sugirieron la posibilidad de una biografía de Malamud, sentenció a muerte: “Me parece una idea ridícula. Ahí no hay nada que contar, pocas veces ha tenido lugar una existencia tan poco excitante. Saul Bellow es filet mignon, Malamud es hamburguesa”.
En algunos relatos, en un ambiente pequeño y controlado, nos enteramos y  comprendemos y aprendemos de las tensiones apenas secretas y las distancias insalvables entre patrón y empleado.
En otros, en cambio, hay una inteligente y original postura histórica que no por eso descuida las sombras de lo muy privado en lo que sin dudas puede ser definido como la mejor y más inteligente mezcla de Tolstoi y Dostoievski jamás emprendida y conseguida por nadie. Una true story –basada en la del judío Menaham Mendell, falsamente acusado y encarcelado injustamente en la Rusia zarista en un juicio que conmovió al mundo entero en 1913– que hizo de Malamud un escritor famoso en su país y por la que ganó el Pulitzer y el National Book Award.
En su obra existe cierto simbolismo deudor del Antiguo Testamento y del Viejo Mundo de sus ancestros, sí; pero lo que la caracteriza y la une a pesar de sus muy diferentes tramas –lo que une a todos los títulos de Malamud– es la cultura del trabajo. Un territorio donde, entre otros, se encuentran el beisbolista casi arturiano de The Natural, el profesor de college de Una vida nueva, el único sobreviviente a un cataclismo mundial empeñado en enseñarles la Cábala a los simios de La gracia de dios, el biógrafo bloqueado de Las vidas de Dubin (la mejor y más bellowiana novela jamás escrita por Malamud), el pícaro pintor de Portraits of Fidelman, los dos escritores compitiendo en una edificio en ruinas de Los inquilinos y la gran mayoría de los protagonistas de sus célebres e imprescindibles relatos." 

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