D
|
entro de la literatura latinoamericana, las letras
paraguayas han ocupado un lugar cargado de incógnitas, estigmas y estereotipos
(“el pozo cultural”, “la isla periférica” y hasta “el país misterioso, lleno de
naranjas y dictadores y bellos habitantes que hablan guaraní”) que sugieren
aislamiento y marginalidad dentro del campo cultural latinoamericano.
Artesanía realizada por mujeres paraguayas. |
Hay varios factores que influyeron para que no se conociera
la literatura paraguaya más allá de sus fronteras:
- · el aislacionismo perpetrado por el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia, a partir de 1816, dictador perpetuo durante 24 años, prohibiendo el ingreso y salida de personas del país, cerrando la única escuela de educación superior, el colegio de San Carlos;
- · el de sus sucesores, primero un sobrino de Francia, Carlos López, y luego su hijo, Francisco Solano López;
- la Guerra de la Triple Alianza, en la cual Paraguay luchó contra Brasil, Uruguay y Argentina, apoyadas financieramente por el Reino Unido. Al finalizar la guerra en 1871 Paraguay perdió gran parte de su población: murieron cinco sextas partes del total. (Otros historiadores, como Felipe Pigna, ajustan estas cifras a 1.300.000 habitantes antes de la guerra, y de solo 300.000 después de la misma, -la mayoría sólo niños y mujeres-). También perdió territorio (390 780 km²), y fue obligado a pagar una enorme indemnización de guerra: el préstamo recibido de Inglaterra debió saldarse con refinanciaciones llevando la suma a una exorbitante deuda. Consecuencias: tras la guerra, la industria se fue desvaneciendo por completo, la educación pública gratuita desapareció y las llamadas "estancias de la patria", que suministraban alimentos a la población, desaparecieron de igual manera. El ferrocarril y la línea de telégrafos fueron confiscadas como medio de pago a la deuda de guerra.
- Entre los años de 1930 y 1940, las políticas paraguayas fueron definidas por la Guerra del Chaco contra Bolivia. La lucha entre los dos países mediterráneos por una salida al mar se complicó cuando hacia fines de la década del 20 se descubrió petróleo al oeste del Chaco. Mientras la Standard Oil Company y la Royal Duth Shell se relamían, dos de los países más pobres de América Latina se aniquilaban mutuamente...
- la Guerra Civil Paraguaya de 1947, dictaduras militares, y períodos de extrema inestabilidad política.
- Y, finalmente, el cerrojo cultural que impuso la dictadura de Alfredo Stroessner desde 1954, y su larga noche de treinta años.
Por todo esto, Paraguay fue quedando aislada de la comunidad
latinoamericana, y mundial.
Detalle de arte rupestre del cerro Jasuka Venda, de 5000 años de antigüedad. |
La literatura paraguaya es una de las más desconocidas de
Hispanoamérica. Sus escritores conocidos fuera de sus fronteras son escasos: el
siglo XIX es un campo estéril en la creación literaria paraguaya por la censura de la dictadura de Francia; en el siglo XX surgen las voces de Josefina
Pla, Gabriel Casaccia, Elvio Romero, Rubén Bareiro Saguier y Augusto Roa Bastos
(de quien nos dedicaremos extensamente, junto con los nuevos escritores de los
últimos años).
Las historias de la literatura hispanoamericana no incluyen
a autores nacidos con posterioridad a 1940. Su desconocimiento no implica, sin
embargo, que no exista un corpus de obras que, por distintos motivos, no han
trascendido fuera de las fronteras del país guaraní.
A
|
ugusto Roa Bastos (1917-2005)
Roa Bastos sufrió la historia de Paraguay en carne propia
y la convirtió en literatura.
Nació el 13 de junio de 1917, hijo de una madre de origen
portugués muy cultivada y de un mediano burgués muy severo y autoritario,
gerente de una refinería de azúcar. Pasó su infancia en Iturbe, un pequeño
pueblo de la región del Guairá y de cultura bilingüe guaraní-castellano,
escenario de sus primeros relatos. De regreso a Asunción se formó en la lectura
de clásicos franceses y de William Faulkner.
Trabaja en múltiples oficios y comienza a publicar en
prensa. En 1944 formó parte del grupo Vy'a Raity ("El nido de la
alegría" en guaraní), decisivo para la renovación poética y artística de
Paraguay durante esa década. En 1945, invitado por el British Council, viaja a
Gran Bretaña y Francia, y sus entrevistas y crónicas del final de la II Guerra
Mundial se publican en el diario "El País" de Asunción.
En el año 1947, nada más regresar a Paraguay, las
persecuciones desencadenadas por la dictadura militar, tras una breve primavera
democrática, le obligan a huir a Buenos Aires iniciando un prolongado exilio.
En Argentina sobrevivió con todo tipo de oficios sin
abandonar nunca su actividad literaria. El de cartero fue uno de sus favoritos.
Más tarde, trabajó como guionista de cine, autor teatral, periodista y profesor
de diversas universidades de América Latina.
En 1953 publica "El trueno entre las hojas", su
primer libro de relatos, y en 1960 "Hijo de hombre", título que
iniciaba su trilogía sobre el monoteísmo del poder. A éste le seguiría "Yo
el Supremo", su obra maestra y una de las cumbres de la literatura
castellana contemporánea; en la que narra la historia de José Gaspar Rodríguez
Francia, dictador del Paraguay durante 26 años.
En 1976, al producirse el golpe de Estado en Argentina,
es obligado a trasladarse a Francia, invitado por la Universidad de Toulouse,
donde se desempeñó como profesor de Literatura Hispanoamericana y creó el curso
de Lengua y Cultura Guaraní y el Taller de Creación y Práctica Literaria.
Permaneció en dicha ciudad francesa hasta 1989, regresando a su país tras el
derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner, de quien fue crítico acérrimo.
En 1982 fue privado de la ciudadanía paraguaya, mas en 1983 se le concedió la
española.
Es miembro de honor de varias universidades
hispanoamericanas, europeas y norteamericanas. Ha recibido prestigiosos premios
y condecoraciones, destacan; el Concurso Internacional de Novelas Editorial
Losada (1959) y el Premio de las Letras Memorial de América Latina
(Brasil,1988). En 1989 recibe el Premio
Cervantes.
Más de veinte títulos, entre novelas, cuentos, obras de
teatro y poesía, componen su obra, que ha sido traducida a 25 idiomas. Es uno
de los grandes escritores latinoamericanos de este siglo.
Augusto Roa Bastos falleció en la misma ciudad en la que
nació, Asunción, el 26 de abril de 2005, a los 87 años de edad.
Fuente consultada:
http://www.elortiba.org/roabastos.html#
Y
|
o el Supremo (publicado
en 1974): los temas del poder y del exilio.
Se alude a la representación ficcional de la dictadura de
José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) como crítica a la de Alfredo
Stroessner (1954-1989), que lanzó a Roa al exilio, primero en Buenos Aires y
luego en Toulouse, durante la mayor parte de su vida. Si quedan aún algunos
caracteres disponibles, se mencionan sus otras novelas, su premio Cervantes en
1989, o se señala su identificación raigal con la cultura paraguaya, escindida
entre sus vertientes indígena e hispano-cristiana y diglósica entre el
castellano y el guaraní.
Sin duda, con Yo el
Supremo, su máxima contribución a la narrativa, Roa Bastos realizó un
osado, innovador y sistemático desmontaje del mito del poder omnímodo,
mostrando acuciosamente cómo quien pretende asumirlo va siendo
proporcionalmente destruido en tanto ser humano y convertido en un monstruo
incomunicado.
Es, probablemente, la más compleja y lograda novela de la
dictadura en Latinoamérica; lo que es bastante decir para quienes apreciamos El Señor Presidente, de Asturias; El recurso del método, de Carpentier; El otoño del patriarca, de García
Márquez o La fiesta del chivo, de
Vargas Llosa, entre las decenas de obras sobre el poder omnímodo y sus
consecuencias, que tantas veces, entonces y ahora, ha estado presente en la
vida política y en la novelística continental. Pero Yo el Supremo es mucho más que una novela histórica, que una novela
de la dictadura, o que una novela de denuncia política.
El lenguaje, la comunicación, la escritura, la dificultad de
acceder a la verdad de los hechos y de comunicarla impregnan sus páginas con
similar intensidad. El conflicto entre lo hegemónico y lo insurreccional, entre
el centro y la periferia no es sólo una batalla por el control del Estado, sino
que se produce también entre las diversas voces y espacios textuales que
pretenden monopolizar el sentido del texto novelesco total.
En otras palabras, la novela no sólo exhibe un combate por
el poder autoritario, sino también por el poder autorial; esta obra elude la
unidimensionalidad de relatar un acontecimiento ficticio para presentarse como movimiento
permanente de textos que se desdoblan, dialogan, se invierten, se contraponen,
confrontación intertextual que será, en definitiva el principal agente portador
de la significación. Es un complejísimo experimento de intertextualidad y
metaficción y también una exploración de la frontera entre historia y novela,
del arquetipo del doble (YO / ÉL) y sus repercusiones míticas, psicológicas y
estéticas, así como de los límites de la escritura y sus encuentros y
desencuentros con la oralidad popular. Son estas otras vertientes de la construcción
novelística de Roa las que mejor se conectan con el resto de su obra, para
mostrar la consistencia de su producción ficcional (también ensayística,
dramatúrgica y poética), a menudo centrada en la (im)posibilidad de captar la
realidad y de expresarla a través de la voz y la escritura: eso que hemos
llamado el dolor de la significación.
El empeño de sus
personajes, tanto en sus mejores cuentos ("Moriencia", "Bajo el
puente", "Nonato", "Él y el otro", "Contar un
cuento", "Lucha hasta el alba") como en varias de sus novelas
desde Hijo de hombre (en ambas
versiones de 1960 y 1983) hasta El fiscal
(1993) y Contravida (1995), forma una
trayectoria literaria donde el narrador asume en carne propia lo que sus
personajes viven en la ficción.
Y uno de los escenarios donde se dio con mayor insistencia
la persecución de ese ideal utópico fue el intento de oralizar la escritura, de
"hacer sonar" la lengua escrita con las cadencias de la lengua
popular, tan propio del proyecto transculturador que compartió con altas
figuras de las letras latinoamericanas como Juan Rulfo, José María Arguedas o
Joao Guimaraes Rosa.
En un revelador ensayo titulado " Una cultura
oral", expresa este particular sufrimiento, o dolor de la significación,
con las siguientes palabras:
Arte campesino-Máscaras de Kambá Ra´ngá. |
De lo que se trata
finalmente es [...] de intentar establecer creativamente en los textos
literarios escritos en castellano y en guaraní un movimiento de genuina
intercomunicación: hacer pasar a la escritura naturalmente, sin forcejeos artificiales
y retóricos, la entonación de la oralidad.
Esto supone una tarea
creativa de resemantización del guaraní, no la restauración de una hipotética
pureza de la lengua vernácula, que es también una abstracción idealista. Para
los escritores que escriben en castellano, se plantea la misma necesidad de
hacer "pasar a la escritura" la entonación oral y coloquial del otro
hemisferio vivo pero en constante deterioro que es el guaraní popular
paraguayo.
Por lo que nos muestran varias de sus novelas posteriores,
como El Fiscal y sobre todo Contravida, la más lograda de sus varias novelas de
la última década, Roa Bastos comparte en buena medida este difícil destino de exiliado cultural que no cesa de trabajar para
reintegrarse a sus fuentes populares, del escritor que lucha por lograr la
utopía rulfiana de "escribir como se habla", de escuchar atentamente
y dejarse impregnar, antes de escribir, por el texto oral constituyente de la
tradición popular.
Fuente: Carlos Pacheco, Roa
Bastos y el dolor de la significación, Universidad Simón Bolívar.
L
|
ucha hasta el alba.
Para encontrar las pistas de abordaje del texto, observemos
los siguientes tres aspectos:
1-Según la Biblia, Jacob y Esaú representan la lucha entre
el Bien y el Mal (¿se acuerda alguno de la misma intertextualidad relacionada con
este tema, en la serie Lost?).
Jacob
y Esaú eran hijos mellizos de Isaac y
Rebeca. Durante el embarazo, los niños "luchaban" dentro de ella
(Génesis 25:22). Cuando Rebeca le consultó a Dios el porqué de la lucha,
recibió el anuncio de que dos naciones, muy distintas entre ellas, estaban
formándose en su vientre, y que el mayor serviría al menor. Rebeca siempre
recordó estas palabras.
De hecho, ella siempre favoreció a Jacob (sencillo o puro, en el sentido de la
perfecta sencillez, que yacía en la
tienda lo cual, interpretado por eruditos bíblicos, es una señal de ser
alguien muy estudioso). Entretanto, su
padre, Isaac, siempre favoreció a Esaú, el otro hijo mellizo, quien era un
hombre de campo, y un gran cazador. Pero parece que Yavé también prefería a
Jacob...
2. La madre de Roa Bastos le leía la Biblia en guaraní.
Cuando Roa en la adolescencia escribe Lucha hasta el alba, (su primer cuento,
fundador de la dualidad narrativa, perdido durante más de 30 años y
redescubierto en 1968), viene a ser una
re-escritura del Génesis, concretamente una inversión del mito de Jacob, o sea
que otra vez asoma la figura del doble, infundida por las lecturas de la madre,
con otras oposiciones:
- · la oralidad de la historia contada
- · y la re-escritura de aquella oralidad por ejemplo, o las figuras de los Gemelos.
Es más, el cuento consta de dos movimientos, antes y después
de salir de casa, con parejo cambio de la instancia narradora, primero un
narrador homodiegético, (el chico que se cuenta a sí mismo), y luego una «
instancia globalizadora » que incluye dos enfoques, uno interno y otro externo.
Por si fuera poco, el chico al luchar con el Ángel fusiona
con él, se vuelve Jacob, o sea que pasa de « escribir sobre Jacob a ser Jacob
». No obstante le cuesta la vida y
parece que varias muertes condicionan esta obra :
·
la del padre castrador,
·
la de Dios,
·
la de la madre protectora e infusora de la
palabra
·
y finalmente la suya.
Al finalizar la Lucha, dos tiempos y dos espacios se
superponen, fusionan la luz y la noche, y el personaje vuelve a integrar el
panorama paraguayo, opuesto al de la Biblia , en un boliche, borracho…
3- PRÓLOGO (del mismo Roa Bastos a sus Seis cuentos, publicado en 1978, donde aparece por primera vez Lucha hasta el alba, escrito en su adolescencia):
“Este cuento, el primero que escribí, quedó perdido y
olvidado durante más de una treintena de años. Durante esos años de amnesia, de
seguro no inocente, dudé incluso que lo hubiese escrito alguna vez. Llegué a
pensar que el tal cuento no fuese más que una nebulosa de proyecto literario:
la paráfrasis del texto bíblico sobre la lucha nocturna de Jacob, que yo
prefería entre todos los que mi madre leía por las noches y que invariablemente
comentaba en guaraní, reinventándolos a veces en un tiempo más cercano y con
personajes conocidos.
Cuando hacia 1968 comencé a compilar YO EL SUPREMO,
encontré el cuento esfumado entre las páginas del TRATADO DE LA PINTURA, de
LEONARDO DA VINCI, libro que yo aprecio particularmente y que me enseñó a ver
el sentido del mundo como un vasto jeroglífico en movimiento pero cuyos signos
son tal vez indescifrables.
El hallazgo del viejo manuscrito me produjo quizás el
mismo pavor que debí sufrir cuando intenté transcribir tales fantasmagorías en
esos amarillentos papeles con membrete del ingenio azucarero donde trabajaba mi
padre como modesto empleado de la administración; papeles que yo robaba y en
los que escribía a la luz de un frasco lleno de luciérnagas, la lámpara secreta
de mi infancia.
El manuscrito roto, casi ilegible y al que le faltaban
dos páginas, representó para mí la prueba de un doble parricidio, al menos
simbólico; cuerpo del delito más que cuento; vestigio de una pesadilla más que
de una historia vivida. La prueba, además, de que los relatos en que predominan
los elementos autobiográficos idealizados o sentimentalizados son
irremediablemente falsos puesto que surgen del amor propio o de la
autocompasión que son los elementos más distorsionadores de toda faena
artística.
He aquí el texto restaurado: punto de referencia inicial
de una obra, de una vida, que no han sabido eludir una y otra vez los mismos
errores; curiosidad museográfica, al fin, para coleccionistas de estas
nimiedades.”
A. R. B.
Toulouse, 1978.
L
|
a excavación
Para analizar este
cuento de Roa Bastos, vamos a considerar un texto de Eduardo
Galeano, quien reflexionó sobre la Guerra del Chaco e hizo la analogía entre este relato y el del boliviano Augusto
Céspedes, (que ya hemos trabajado en el taller), con su estilo tan propio.
Guerra del Chaco-1933 |
LA GUERRA DEL CHACO (1933).
por Eduardo Galeano - Memoria del Fuego 3 (1986)
"10 de mayo de 1933: Paraguay le declara la guerra a
Bolivia
Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa.
Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa.
Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la
Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del
Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse
en nombre de una tierra que no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto
gris, habitado por espinas y serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de
gente. Todo tiene sed en este mundo de espanto. Las mariposas se apiñan,
desesperadas, sobre las pocas gotas de agua.
Los bolivianos vienen de la
heladera al horno: han sido arrancados de las cumbres de los Andes y arrojados
a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de bala, pero más mueren de sed.
Nubes de moscas y mosquitos persiguen a los soldados, que agachan la cabeza y
trotando embisten a través de la maraña, a marchas forzadas, contra las líneas
enemigas. De un lado y del otro, el pueblo descalzo es la carne de cañón que
paga los errores de los oficiales. Los esclavos del patrón feudal y del cura
rural mueren de uniforme, al servicio de la imperial angurria. Habla uno de los
soldados bolivianos que marcha hacia la muerte. No dice nada sobre la gloria,
nada sobre la patria. Dice, resollando: - Maldita sea la hora en que nací
hombre.
Céspedes
Contará Augusto Céspedes, del lado boliviano, la patética epopeya. Un pelotón de soldados empieza a excavar un pozo, a pico y pala en busca de agua. Ya se ha evaporado lo poco que llovió y no hay nada de agua por donde se mire o se ande. A los doce metros, los perseguidores del agua encuentran barro líquido. Pero después, a los treinta metros, a los cuarenta y cinco, la polea sube baldes de arena cada vez más seca. Los soldados continúan excavando, día tras día, atados al pozo, pozo adentro, boca de arena cada vez más honda, cada vez más muda; y cuando los paraguayos, también acosados por la sed, se lanzan al asalto, los bolivianos mueren defendiendo el pozo, como si tuviera agua.
Roa Bastos
Contará Augusto Roa Bastos, del lado paraguayo, la patética epopeya. También él hablará de los pozos convertidos en fosas, y del gentío de muertos, y de los vivos que sólo se distinguen de los muertos porque se mueven, pero se mueven como borrachos que han olvidado el camino de su casa. Él acompañara a los soldados perdidos, que no tienen ni una gota de agua para perder en lágrimas.
1935 Camino de Villamontes a Boyuibe. Después de noventa mil muertos
Después de noventa mil muertos, acaba la guerra del Chaco. Tres años ha durado la guerra, desde que paraguayos y bolivianos cruzaron las primeras balas en un caserío llamado Masamaclay -que en lengua de indios significa lugar donde pelearon dos hermanos. Al mediodía llega al frente la noticia. Callan los cañones. Se incorporan los soldados, muy de a poco, y van emergiendo de las trincheras. Los haraposos fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos por campos de nadie hasta que quedan frente a frente el regimiento Santa Cruz, de Bolivia, y el regimiento Toledo, del Paraguay: los restos, los jirones. Las órdenes recién recibidas prohíben hablar con quien era enemigo hasta hace un rato. Solo está permitida la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza el primer alarido y ya no hay quien pare la algarabía. Los soldados rompen la formación, arrojan las gorras y las armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los bolivianos, los bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos, gritando, cantando, llorando, y abrazándose ruedan por la arena caliente."
Contará Augusto Céspedes, del lado boliviano, la patética epopeya. Un pelotón de soldados empieza a excavar un pozo, a pico y pala en busca de agua. Ya se ha evaporado lo poco que llovió y no hay nada de agua por donde se mire o se ande. A los doce metros, los perseguidores del agua encuentran barro líquido. Pero después, a los treinta metros, a los cuarenta y cinco, la polea sube baldes de arena cada vez más seca. Los soldados continúan excavando, día tras día, atados al pozo, pozo adentro, boca de arena cada vez más honda, cada vez más muda; y cuando los paraguayos, también acosados por la sed, se lanzan al asalto, los bolivianos mueren defendiendo el pozo, como si tuviera agua.
Roa Bastos
Contará Augusto Roa Bastos, del lado paraguayo, la patética epopeya. También él hablará de los pozos convertidos en fosas, y del gentío de muertos, y de los vivos que sólo se distinguen de los muertos porque se mueven, pero se mueven como borrachos que han olvidado el camino de su casa. Él acompañara a los soldados perdidos, que no tienen ni una gota de agua para perder en lágrimas.
1935 Camino de Villamontes a Boyuibe. Después de noventa mil muertos
Después de noventa mil muertos, acaba la guerra del Chaco. Tres años ha durado la guerra, desde que paraguayos y bolivianos cruzaron las primeras balas en un caserío llamado Masamaclay -que en lengua de indios significa lugar donde pelearon dos hermanos. Al mediodía llega al frente la noticia. Callan los cañones. Se incorporan los soldados, muy de a poco, y van emergiendo de las trincheras. Los haraposos fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos por campos de nadie hasta que quedan frente a frente el regimiento Santa Cruz, de Bolivia, y el regimiento Toledo, del Paraguay: los restos, los jirones. Las órdenes recién recibidas prohíben hablar con quien era enemigo hasta hace un rato. Solo está permitida la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza el primer alarido y ya no hay quien pare la algarabía. Los soldados rompen la formación, arrojan las gorras y las armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los bolivianos, los bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos, gritando, cantando, llorando, y abrazándose ruedan por la arena caliente."
Eduardo Galeano.
L
|
os escritores contemporáneos.
Decía Nicolas G. Recoaro en el suplemento literario Radar, de Página 12, en 2008
(obviamente, antes del último golpe de este año, cuando Lugo todavía ejercía su mandato constitucional):
“Pese a los mañosos
esfuerzos de la senil esfera ligada a la elite tradicional, la literatura
paraguaya muestra que late al calor de los nuevos tiempos que vive el país. Un
Paraguay no tan misterioso y gobernado por un cura tercermundista, con más soja
transgénica que naranjas, más mafiosos ligados al Partido Colorado que
dictadores, y con una población variopinta que espera la reforma agraria y que
hace del trauma de la diglosia terreno fértil para el jopará (lengua híbrida
que nace de la mezcla del guaraní con el castellano). Al final, el pozo no estaba tan vacío.”
Cristino Bogado (Asunción, 1967)
Fundador y colaborador de diversas publicaciones, hoy al
frente de Jakembó Editores y del blog Kurupi (www.kurupi.blogspot.com). Publicó
La Copa de Satana (2002), Dandy Ante el Vértigo (2004), Punk desperezamiento (2007), Jugo Loco. Ultima antología de poesía paraguaya(2007), Perro prole (2008), El chongo
de Roa Bastos (2008).
El chongo de Roa
Bastos. El relato de Cristino Bogado narra un reality show literario, una parodia
de la construcción del canon artístico a manera de un sistema hereditario de
privilegios monacales. La gloria efímera y siempre ficticia de las
condecoraciones literarias que, tras breves paréntesis, luego vomitan
restituyendo todo el fracaso y la indiferencia con copia autenticada incluida.
Esta novela causó un impacto tan importante que, poco más tarde, se publicó una antología de
narrativa contemporánea de Paraguay (editada
por Santiago Arcos, y con los escritores e investigadores argentinos Sergio Di Nucci, Nicolás García Recoaro y
Alfredo Grieco y Bavio, como encargados de la selección de los autores), llamada
Los chongos de Roa Bastos, en directa
alusión al relato de Bogado.
Reúne a nueve autores, en su mayoría, menores de
40 años; es decir, hijos directos de la larga dictadura de Alfredo Stroessner,
entre 1954 y 1989, a quien ellos llaman el "Tiranosaurio". Ellos son:
Cristino Bogado, Nicolás Granada, Montserrat Alvarez, Domingo Aguilera, Javier
Viveros, José Pérez Reyes, Damián Cabrera, Edgar Pou y Douglas Diegues.
Pero ni ese mote ni el título del libro -que admite una
filiación aunque también, un goce de la clandestinidad- son la única
irreverencia de estos muchachos (en la antología sólo se incluye una chica). En
esas páginas se entreveran el castellano, el portuñol, el jopara, el guaraní.
Crean una lengua nueva que une estos relatos, mucho más que una tradición
literaria o una visión del mundo compartida.
(Nota lingüística: Yopará o jopará es una palabra en idioma
guaraní que significa mezclado. Este término es muy utilizado en Paraguay para
designar generalmente un dialecto resultante de la mezcla del español con el
guaraní. Su etimología parece ser una metátesis
del gentilicio y adjetivo paraguayo.)
Respecto del interrogante sobre si Roa Bastos sigue siendo una referencia, responden que
sí, porque después de la dictadura pasó a ser ícono de la libertad de expresión de la intelectualidad paraguaya. Además, ganó el Cervantes de manera paralela a la caída de Stroessner. Sin embargo, aunque tiene mucho valor por su visibilidad, no lo ven necesariamente como el máximo escritor de su país.
Respecto del interrogante sobre si Roa Bastos sigue siendo una referencia, responden que
sí, porque después de la dictadura pasó a ser ícono de la libertad de expresión de la intelectualidad paraguaya. Además, ganó el Cervantes de manera paralela a la caída de Stroessner. Sin embargo, aunque tiene mucho valor por su visibilidad, no lo ven necesariamente como el máximo escritor de su país.
Hace unos años, el escritor
argentino Pedro Mairal dijo: "Mi generación no tuvo que matar a sus padres
literarios porque ya los habían matado o silenciado los militares. Mucha gente
nacida alrededor de los '70 no tuvo padres literarios sino abuelos como Borges,
Cortázar, Bioy, Arlt. Y uno con los abuelos no tiene conflictos". Es
decir, cada país tiene sus propias sombras y las dictaduras son un eje común
que también atraviesa el panorama cultural.
A esta cita de Mairal responden con otra, de Roberto Bolaño, quien decía que “la gran literatura del siglo XX la escribieron en Argentina. Porque acá están Cortázar, Arlt, Borges”. Para los jóvenes escritores paraguayos hay una Buenos Aires creada por la escrituras de estos maestros, mítica, quizás un poco hegemónica en el sentido de que también colonizó el imaginario literario de ellos.
Agregan que el vínculo con la dictadura del
Tiranosaurio es ineludible porque fue muy larga. Inclusive hoy hay entre
ciertos sectores nostalgias fuertes, no masivas pero cada vez más explícitas.
Hace un tiempo salieron unas calcomanías que decían "Era feliz y no lo sabía" y agregaban entre paréntesis 1954-1989(...)
Como en el libro hay una mixtura lingüística muy rica, se les pregunta si es reflejo de hibridaciones sociales, a lo que contestan que en verdad, no dejan de ser experimentos literarios. Es decir, en la sociedad las mezclas no son tan amables. De Ciudad del Este, donde vive Damián Cabrera (nacido en Asunción en 1984), este escritor dice que no es un paraíso multicultural donde todos viven armónicamente. Hay hostilidades a veces sutiles, hay mezclas posibles y mezclas que no logran llegar a nada. Por ejemplo, hay colectividades inmigrantes que no se relacionan con el resto de la ciudadanía a no ser desde una forma colonial. A las comunidades migrantes en el Alto Paraná, de origen germánico o germano brasileño, se les llama "colonia" y no es agradable para vivir porque hay discriminación. Muchos jóvenes migraron. Antes, a Buenos Aires y ahora, a España.
Javier Viveros (nacido en Asunción en 1977) afirma: Yo creo que es falso eso que dice Tolstoi de
"pinta tu aldea y pintarás el mundo". El ser humano es el mismo en todo lugar pero la cultura determina modos
distintos de ver las cosas. Estoy escribiendo cuentos de temas africanos y
aun así sigue siendo literatura paraguaya, porque lo hago desde una visión
latinoamericana. Es decir, lo lingüístico
es una marca que evidencia lo complejo de la relación entre una visión del
mundo y la forma de expresarlo.
Fuente: http://tiempo.infonews.com/notas/los-chongos-de-roa-bastos,
artículo de Ivana Romero, en 2011.
Temáticas comunes:
La idea es presentar
una imagen de un Paraguay que no es ni rural ni urbano; ni moderno ni
tradicional; ni dictatorial ni igualitario; donde las viejas creencias
populares sobreviven en medio de los fetiches de la cultura del consumo y de la
cachaca.
Coexisten desde la mirada de un mafioso a la desaparición del mundo rural, o la
fusión de realismo mágico con la crítica del agronegocio, (una especie de nuevo
feudalismo), pasando por la sátira social y la denuncia política directa de una
confusa y ecléctica realidad nacional.
Autores que trabajaremos:
Cristino Bogado y José Pérez Reyes.