El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








lunes, 26 de marzo de 2012

México: Lo inverosímil hecho realidad.


La literatura de México ha sido siempre una de las más fértiles  de la lengua española. Desde su anclaje  en las potentes literaturas de los pueblos indígenas de Mesoamérica, como el Popol Vuh con toda su cosmogonía transmitida por tradición oral, pasando por el proceso de mestizaje con la llegada de los españoles, y la época de criollización con la incorporación de términos de uso en el habla local del virreinato, y en temas, como el barroquismo de Sor Juana Inés de la Cruz (con sus juegos literarios, anagramas, emblemas y laberintos). Hacia el final del régimen colonial, ya en el siglo XIX, van surgiendo obras costumbristas,  como Los mexicanos pintados por sí mismos, donde los intelectuales de la época cuentan cómo ven al resto de sus coterráneos. Ahí quizás se pueda rastrear  una de las claves: los intelectuales y los  otros.
Llega la Revolución mexicana, el conflicto armado  iniciado en 1910 contra el presidente Porfirio Díaz, instalado en el poder durante 30 años. Aunque en principio fue una lucha contra el orden establecido, con el tiempo se transformó en una guerra civil; es considerada como uno de los  acontecimientos políticos y sociales más importante del siglo XX en México.

Surgieron novelas que reproducen este movimiento entre 1910 y 1917, las que relatan las experiencias directas de la gente durante el movimiento,  además  de que intentan analizar los problemas surgidos, como Mariano Azuela con su novela Los de abajo. Otra clave posible: el tema de las clases sociales.
Poco después llega la Guerra Cristera (también conocida como Guerra de los Cristeros) , otro conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno y milicias de laicos  y religiosos católicos que resistían la aplicación de políticas anticlericales orientadas a restringir la autonomía de la Iglesia católica. Los cristeros fueron capaces de articular una serie de descontentos locales con las consecuencias de la Revolución Mexicana. Esta tendencia sería antecedente del florecimiento de una literatura que cristalizó en la obra de escritores como Rosario Castellanos o, magistralmente, en Juan Rulfo. Con él, los personajes representan y reflejan la peculiaridad del lugar, con sus grandes problemáticas socio-culturales, y entretejidas con el mundo fantástico. Jorge Luis Borges, y el mundo entero,  admiró su Pedro Páramo por considerarla una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura.
También aparece una literatura de corte indigenista, que retrata el pensamiento y la vida de los pueblos indígenas de México, y las reflexiones en torno al ser y la cultura nacional.

“Esta es la historia de esa cordillera, de esa cuerda, desde el centro de la cordillera, que es de donde parte la historia hacia todos esos pueblos donde está la vida de las gentes. Lo que une todo es el centro de la cordillera. Es una espiral de historias que se van uniendo a partir de allí, para cerrarse en las montañas. La historia se va abriendo, abarca las poblaciones, y luego sube hacia lo que ya es zona montañosa”.  Juan Rulfo.
Ya en 1947 comenzó lo que llamamos «novela mexicana contemporánea», que incorporó técnicas entonces novedosas, influencias de escritores estadounidenses (William Faulkner y John Dos Passos), e influencia europea (James Joyce y Franz Kafka). Si bien durante el periodo que va de 1947 a 1961 predominaron los narradores  como Juan José Arreola, Juan Rulfo, y Carlos Fuentes, la poesía ocupó un rol privilegiado con  Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, quien con la revista Vuelta  encabezó durante muchos años la cultura nacional, y obtuvo el premio Nobel en 1990. Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Juan Villoro, tanto en narrativa como en ensayo, también son referentes indispensables.

Jorge Luis Volpi Escalante. (Ciudad de México, 1968) 
Este escritor mexicano en sus comienzos perteneció a la llamada generación del crack,  movimiento literario mexicano de fines del siglo XX, en ruptura con el llamado postboom latinoamericano. Estuvo integrado por Ignacio Padilla, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Pedro Angel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti.

Decía Elena Poniatowska, en  Box y literatura del crack:
“Hace años Kid Palou, Kid Volpi, Kid Urroz, Kid Padilla, Kid Chávez Castañeda, Kid Herrasti noquearon a la literatura mexicana con un manifiesto que mandó a la lona a las mafias, el grupo de Vuelta, el de Nexos, el de La cultura en México. Nada de lo pasado valía, los escritores eran una mierda, había que barrer con ellos y el único futuro estaba en el crack, que es una fisura, un hueso que se rompe, un vidrio que se estrella, una rama de árbol que cae y hace precisamente eso: crack. Con el tiempo, los jóvenes airados se suavizaron y levantaron de la lona a los noqueados, les vendaron las patas, les pusieron curitas en las cejas y les dieron un apretado abrazo sudoroso a sus abuelos literarios. ''Vamos a apostar por la novela ambiciosa, la novela total, la que busca crear un mundo autónomo en el lector, la que rescriba la realidad, una novela que verdaderamente diga algo", y lanzan el manifiesto de las novelas del crack que, según Pedro Angel Palou, ''era un gesto como todo manifiesto, una payasada" que enfureció al mundo intelectual y logró que los críticos los atacaran sin misericordia.
En 2001, Jorge Volpi ganó el Premio Biblioteca Breve con una novela sobre el nazismo, En busca de Klingsor, y aunque nunca mencionó al crack, e inclusive dedica su gran libro a Los otros conspiradores (sus cinco amigos del crack), en España empieza a hablarse del crack latinoamericano, el fenómeno literario de mayor resonancia después del boom. Al año siguiente, Ignacio Padilla es galardonado con el Primavera y la prensa española se pregunta, ¿quiénes son éstos?, ¿por qué otro joven mexicano gana un premio importante? Resulta que el ganador del Primavera es amigo del que ganó el año pasado el Biblioteca Breve y ambos provienen de un mismo y extraño movimiento llamado el crack.
La verdad, (sigue diciendo Elena Poniatowska),  los escritores del crack le tiraron siempre a la sofisticación, a escribir sobre temas internacionales, que interesaran en Alemania, Francia, Italia e Inglaterra. Habían leído a Broch y a Musil, traducidos por sus abuelitos literarios: Pitol y García Ponce. (Eran un poco esnobs, la verdad). Una vez profesionalizada la carrera de escritor por Carlos Fuentes, ellos se lanzan a las grandes avenidas. Nada de Allá en el rancho grande, nada de color local.”
Con su novela En busca de Klingsor (Seix Barral, 1999), que obtuvo varios premios, inició una llamada Trilogía del siglo XX. Esta obra —que trata sobre un científico norteamericano que se une al ejército con la misión, al final de la Segunda Guerra Mundial, de descubrir quién es Klingsor, presumiblemente un científico nazi de muy alto nivel— supuso su consagración internacional al ser publicada en veinticinco idiomas.
Volpi se documenta a fondo antes de empezar una obra y siente una gran pasión por el mundo de la ciencia y sus implicaciones, así como también por la política y el pensamiento actual. Investiga el papel concreto del nazismo, en cuanto encarnación del mal, y su capacidad de seducción sobre regiones oscuras de la personalidad humana, por otra parte.
 
  Los personajes y hechos evocados son reales, aunque coexisten con seres y sucesos de ficción. En busca de Klingsor es un  examen del dilema faustiano que en nuestro siglo, ha encarado a muchos con la atracción del horror.
El gato de Schrödinger.
El cuento se refiere al llamado Experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger, experimento imaginario concebido en 1935 por el físico Erwin Schrödinger para exponer una de las consecuencias de la mecánica cuántica.
Schrödinger plantea un sistema formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato, una botella de gas venenoso y un dispositivo que contiene una partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere.
Al terminar el tiempo establecido, hay una probabilidad del 50% de que el dispositivo se haya activado y el gato esté muerto, y la misma probabilidad de que el dispositivo no se haya activado y el gato esté vivo. Según los principios de la mecánica cuántica, la descripción correcta del sistema en ese momento será el resultado de la superposición de los estados "vivo" y "muerto". Sin embargo, una vez abramos la caja para comprobar el estado del gato, éste estará vivo o muerto.
Ahí radica la paradoja. Mientras que en la descripción clásica del sistema el gato estará vivo o muerto antes de que abramos la caja y comprobemos su estado, en la mecánica cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles hasta que interviene el observador. Ésa es la materia con que Volpi idea el cuento. 


Guadalupe Nettel (ciudad de México, 1973).
 “Bonsái”, el cuento de la escritora Guadalupe Nettel, perteneciente al libro Pétalos y otras historias incómodas, gira en torno a un hombre que, a pesar de estar felizmente casado y tener una vida estable, se percata de un sentimiento de soledad que lo abruma día tras día. Los paseos dominicales al jardín botánico del señor Okada, el personaje principal, se convierten en el refugio idóneo para olvidar las frustraciones y el vacío que le provoca su vida cotidiana de oficinista.
 Con gran influencia del narrador japonés Haruki Murakami, Guadalupe Nettel nos ofrece una reflexión sobre la naturaleza del ser humano, donde encontrar, adueñarse y, sobre todo, conservar la libertad para ser uno mismo, significa el desprendimiento de un pasado que a veces desfigura y traiciona la esencia que nos hace únicos.
En ese sentido, “Bonsái” nos hace testigos de una lucha interna entre lo que uno cree que es y lo que es en realidad, disyuntiva cuya única solución, quizás, sea la plena aceptación de los defectos y virtudes propias. Ya que, como dice la autora, “cuando nos reconocemos enteramente cobramos una especie de resplandor”.
Fuente: UNAM.

Fabrizio Mejía Madrid.
Nacido en 1968 este cronista con vocación de darle voz a quienes no la tienen  es también novelista, ganador del premio franco mexicano “Antonin Artaud” por su novela Hombre al agua. “Es la novela de una generación que no conoce otro estado que la crisis, y sabe que el naufragio es la mejor manera de mantenerse a flote”, ha escrito sobre ella Juan Villoro. Además de esta obra, Mejía Madrid,  ha publicado tres libros de crónicas, recopilaciones de sus colaboraciones en La Jornada, Proceso, Letras libres, Gatopardo y otras publicaciones periódicas. “Su periodismo es literatura”, dijo Carlos Monsiváis, el gran cronista mexicano. Fabrizio Mejía Madrid, por su parte, explica: “La crónica es una literatura hecha al vapor porque tienes la presión del suceso y la presión de la entrega, porque si no en los periódicos no te pagan. Y te la piden con un estilo que te activa no solamente la prosa sino también el punto de vista. Es una literatura bajo presión pero no es una literatura menor".
Fabrizio Mejía Madrid considera que una de las características de su generación es haber roto con los géneros. “No son excluyentes”, dice, y eso se percibe en sus novelas, en las cuales mezcla la narración, el humor y elementos de la crónica. La primera fue Viaje alrededor de mi padre, un libro sobre la paternidad literaria. Vino después Hombre al agua, la obra premiada, El rencor, un retrato de lo que fue México y su partido único, y Tequila D.F. En esta última novela, que tiene como base Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, Fabrizio Mejía Madrid entrega cuatro versiones de la vida y la muerte de Mario Santiago, poeta mexicano hoy convertido en mito.

Este escritor, que de niño vio en su casa a los actores del movimiento anti autoritario de 1968, (que culminó con la matanza del 2 de octubre de la protesta estudiantil en Tlatelolco) piensa que el humor es “un elemento existencial” básico cuando se vive en países como México y los demás de Latinoamérica, y lo utiliza en su crítica feroz de la sociedad actual.

El entramado de claves de todo este conjunto tan disímil, lo haremos en el taller.



Queda para la semana próxima el tema de Violencia de la tierra y violencia del lenguaje. ¿Cómo narrar la violencia o cómo sustraerse a ella? Estos y otros interrogantes no faltaron en el Encuentro Centroamérica y México: La lectura violenta, que acaba de realizarse en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba). (Bs.As., Marzo 2012)