El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








viernes, 16 de diciembre de 2011

NNA: Fernanda García Lao, Hernán Ronsino, y La nueva literatura latinoamericana



Fernanda García Lao (1966) vivió en Mendoza, donde nació, luego en Madrid, después otra vez en Mendoza, en Buenos Aires, de vuelta en Madrid, y desde 1993, nuevamente en Buenos Aires. Bachiller en Letras, estudió danzas clásicas, actuación, dramaturgia y periodismo; se mudó unas veinte veces y cambió cuatro de continente.
Habla con las eses. Dice que sus padres, periodistas, poetas, rechazaban sus primeros textos porque no encontraban en ellos una voz propia. Si no escribe, siente que vive inútilmente. Para no quedar pegada a un estilo, escribe sus novelas de a dos. Actriz, dramaturga, compositora, publicó su primera novela, Muerta de hambre, en 2005. A esta siguieron La perfecta otra cosa (2007), La piel dura (2011) y Vagabundas (2011). García Lao nació en Mendoza en 1966, vivió en Madrid desde 1976, cuando su madre, española, y su padre, argentino, (el periodista mendocino Ambrosio García Lao), tuvieron que exiliarse durante la última dictadura cívico-militar. (http://fernandagarcialao.blogspot.com/)


Hernán Ronsino es escritor, profesor y sociólogo. Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en1975. Reside en Capital desde el año 1994. Acaba de publicar su primer libro de relatos  Te vomitaré de mi boca que fue presentado en la 29° Feria Internacional del Libro. Disertó acerca de la creación literaria y de cómo las fantasías se plasman en una obra escrita.
Te vomitaré de mi boca obtuvo la Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes en el 2002.
Sus cuentos fueron publicados en diarios, revistas y antologías. Y premiados en distintos concursos nacionales: entre los cuales se destaca el Concurso Haroldo Conti para Jóvenes Narradores 2001.
(http://silabasnegras.blogspot.com )



Nueva cartografía de la literatura de América Latina
WINSTON MANRIQUE SABOGAL 19/11/2011. 

En el siglo XXI medio mundo ha vuelto a mirar con expectación a la literatura latinoamericana. Once años en los que se ha sabido de unos 80 escritores poco o nada conocidos que hoy tienen diversos grados de resonancia internacional. El interés ha renovado y ampliado el mapa literario y demostrado que hay mucha vida más allá del boom. En el periodo de entre siglos coincidieron dos cuestiones:
·         la atención por lo que se escribía en esos 19 países,
·         y que, precisamente, dichos autores estaban unidos por la diferencia como resultado de una convergencia de mestizaje genético, cultural y literario, además de su vocación cosmopolita y estar repartidos por medio mundo. Y con otra novedad: más mujeres en un continente donde no han gozado de mucha presencia.

Un año clave en este proceso de hallazgos e impulsos es 2007. Aparece la primera lista de nuevos valores literarios: Bogotá 39, una idea del Hay Festival y la capital colombiana, que reunió a los "mejores 39 escritores menores de 40 años", como Neuman.
Tres años más tarde, en 2010, la revista británica Granta hizo su apuesta que ampliaba la anterior: "22 mejores autores en español, menores de 35 años": seis españoles y 16 latinoamericanos. Confirmó a algunos (Roncagliolo, Neuman y Zambra), dio más impulso a otros: Patricio Pron y Antonio Ortuño, y llamó la atención sobre otros: Rodrigo Hasbún, Pola Oloixarac, Samantha Schweblin, Lucía Puenzo, Carlos Labbé y Carlos Yushimito.

Continuando esa estela, la XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha decidido celebrar sus 25 años con una lista que incluye 25 secretos literarios de América Latina. Narradores, al margen de edades o generaciones que bien merecen tener más resonancia internacional: Casas, García Lao y Ronsino, entre otros.



Los “secretos” argentinos y latinoamericanos.
Circulan de actividad en actividad en la actual Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL),
-diciembre del 2011-. Como si no fuera suficiente tanto trajín, andan también de fiesta en fiesta por las noches tapatías. La dicha colectiva ensancha sonrisas, pero no puede mantener a raya la expansión ilimitada de las ojeras de escritores y editores que participan en esta 25ª edición. Primeras lecturas de literatura argentina, sensaciones y recuerdos que se tejen y destejen, que vuelven una y otra vez.


Fernanda García Lao se reconoce en el espejo de los delirantes y dislocados, y su escritura es tan física que “se puede tocar”.

Fabián Casas remonta la cuesta de su falta de imaginación, destripando siempre el mismo juguete que le permite “drenar historias”.

Hernán Ronsino explora la “lengua argentina” y propicia un trabajo artesanal con las palabras.

Los tres saben que son apenas “la punta pequeña” de una proliferación de voces. De todo esto y mucho más hablaron en la mesa “Argentina y sus jóvenes autores: textura de palabras” –organizada por la Embajada Argentina en México y la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina–, moderada por la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara.

En la casa de García Lao leían con devoción la novela Zama, de Antonio di Benedetto. Cuando se exilió en España junto con su familia, la escritora se identificó con Eva Perón, de Copi, como una “figura extraña y fuera de lugar”.
Casas viajaba en el subte de la línea E con Rayuela, de Julio Cortázar, en la mano y pensaba: “Si llego a entender este libro, voy a ser un genio”. Y confesó que lloró con Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, como su madre lloraba con la telenovela Muchacha italiana viene a casarse. El primer libro que compró Ronsino fue Final de juego, de Cortázar, después de haber visto el documental de Tristán Bauer sobre el escritor. El impacto fue tan fuerte que hasta cambió de carrera: Ciencias Económicas por Sociología. La tradición literaria siempre es una obra en construcción; cada uno se sirve de los materiales más afines a sus inquietudes.

La autora de Muerta de hambre es una pariente de los delirantes, perdidos y dislocados. Uno de sus “tríos” capitales, esos que la llevan a “perderse”, está conformado por Copi, Juan Filloy y Witold Gombrowicz.



“Cuando uno lee, se alimenta de muchas tradiciones”, señaló Ronsino, que prefiere trabajar con la exploración de la “lengua argentina” en la línea de Conti, Rodolfo Walsh, Juan José Saer y Manuel Puig. “Me interesa mucho la relación con la historia, de qué modo la historia modela la lengua y cómo los imaginarios afectan la historia. La literatura no cambia la historia, pero deja huellas y funda tradiciones”, subrayó el autor de La descomposición.

Casas, en cambio, comentó que cuando leía a sus contemporáneos,
–Daniel Durand, Daniel Rojo, Sergio Raimondi y Laura Wittner– sentía que estaba leyendo a los clásicos. Y ponderó el valor que tienen para él las “cosas mestizas”. “Uno agradece haber nacido en la lengua de (Ricardo) Zelarayán”, agregó el autor de Los Leemings.

“Soy fiel a mi propio imaginario, me gusta trabajar con el lenguaje como si fuera un cuerpo, pero sin repetir la coreografía lingüística y espacial”, aseguró García Lao. “Mi escritura es muy física, creo que se puede tocar.”
Casas apeló a sus consabidos bocadillos. “Si tuviera imaginación, hubiera escrito Harry Potter y me habría hecho millonario. Yo trabajo con una sola cosita, con un solo juguete que dreno en historias. Mi escritura parte de una idea de imposibilidad.”
En las cuerdas de las similitudes, Ronsino reconoció que:

  • al optar por un tipo de escritura fragmentaria se comunica con parte de la propuesta estética de García Lao. 
  • El interés por un espacio geográfico delimitado lo une a Casas. Mientras Ronsino coloca a sus criaturas en un pueblo pampeano –Chivilcoy o su periferia–, el autor de Ocio bucea por las calles del barrio de Boedo.

Todo recorte literario o lista de escritores es caprichoso. “Somos bien distintos, reflejamos visiones distintas de la literatura; pero afortunadamente hay muchas líneas narrativas y estilos diferentes –planteó García Lao–. Lo que más me interesa es que nos estamos leyendo; que a partir de la crisis capital de 2001, la literatura argentina ha crecido de la mano de editoriales pequeñas y a riesgo de que no te lean y que a nadie le importe. La escasez de lectores me fortifica.”

Los tres son apenas “una punta pequeña” de lo que se está produciendo en la Argentina.
“En nuestro país, a los escritores no les da bola nadie; no ocupan un lugar, y eso es como una bendición porque hace que estés preocupado sólo por escribir”, opinó el autor de Tuca. En desacuerdo con esta concepción de “no lugar”, Ronsino afirmó que el escritor sí ocupa un lugar. Después de la crisis de 2001, una generación de autores construyó espacios de lectura, revistas artesanales y pequeñas editoriales. “En diez años los escritores encontraron un lugar y fueron construyendo espacios de encuentros, más allá de la diversidad de estéticas”, ponderó Ronsino.
Casas aclaró que cuando dice que los escritores no ocupan ningún lugar lo postula en términos de que ya no existen “escritores faros”.

Cabezón Cámara preguntó si había algún mexicano en la sala. Quería saber si los autores y autoras mexicanos tienen tanta libertad para escribir. Una mujer mexicana le respondió: “No podemos escribir lo que se nos da la gana; hay temor a decir lo que está sucediendo. Hay tantas voces y tanto ruido que no sabés a quién puedes leer”. 

García Lao aportó su mirada: “En la Argentina partimos de la base de que nadie es sensato. Nadie espera nada de nosotros. No sé si hay un discurso confiable o una voz a seguir, y ahí está ese permiso de ser lo que tengas ganas de ser. Lo que pasó es que se multiplicaron las visiones, y son todas válidas y son todas inválidas a la vez, y uno elige qué leer y qué escribir”. Ronsino afirmó que la literatura es “un espacio de resistencia para recuperar y transmitir experiencias”. La autora de La piel dura advirtió que “uno tiene que ganarse a cada lector casi como a un amante esquivo”, entonces la literatura queda “como una especie de prehistoria, como si desarrollar un discurso fuera algo fuera de época”.
Ronsino propone el trabajo artesanal con las palabras, “tomarse el tiempo que sea para escribir un libro”.
Casas postula que la escritura “siempre está puesta en estado de pregunta”. El epílogo de la charla se escribió con una feliz coincidencia: “Lo propio de la literatura es el tiempo lento”.




LOS 25 ESCRITORES ELEGIDOS.

Dice la página de la feria: “La FIL Guadalajara presenta 25 formas de leer el continente. Autores cuyo talento se ha consolidado en sus países, pero que aún son poco conocidos fuera de éstos, 25 tesoros literarios a la espera de ser descubiertos”. Veamos los nombres:

Juan Álvarez (Colombia), Luis Alberto Bravo (Ecuador), Andrés Burgos (Colombia), Fabián Casas (Argentina), Miguel Antonio Chávez (Ecuador), Carlos Cortés (Costa Rica), Francisco Díaz Claassen (Chile), Jacinta Escudos (El Salvador), Nona Fernández (Chile), Fernanda García Lao (Argentina), Ulises Juárez Polanco (Nicaragua), Roberto Martínez Bachrich (Venezuela), Emiliano Monge (México), Javier Mosquera Saravia (Guatemala), Diego Muñoz Valenzuela (Chile), Enrique Planas (Perú), María Eugenia Ramos (Honduras), Luis Miguel Rivas (Colombia), Hernán Ronsino (Argentina), Pablo Soler Frost (México), Daniela Tarazona (México), Dani Umpi (Uruguay), Eduardo Varas (Ecuador), Carlos Oriel Winter Melo (Panamá) y Giovanna Rivero (Bolivia). 
  

miércoles, 14 de diciembre de 2011

NNA: Mariana Enríquez.



Mariana Enríquez, argentina, 1973. Nació en la ciudad de Buenos Aires y es Licenciada en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata) y periodista. Actualmente escribe en los suplementos Radar, Radar Libros y Las 12 del diario Página/12 y es columnista de la revista TXT. Su primera novela, Bajar es lo peor, fue publicada en 1994. También es autora del libro Cómo desaparecer completamente (Emecé, 2004),  Los peligros de fumar en la cama, (Emecé, 2010), un libro de cuentos donde hace blanco en el terror en la infancia. Y últimamente su nouvelle Chicos que vuelven(2011).
Veamos cómo el género gótico puede ser válido para sincerar como un presente cotidiano, a la violencia de los ’70.

Su  retórica posgótica, o el  nuevo gótico argentino.
Cuando le preguntan por su afición a lo gótico, dice Mariana Enríquez: El gran BA de la parte sur, que es donde yo nací, está dividido por El riachuelo, un brazo pequeño del Río de la Plata, donde el agua es completamente negra porque está contaminado hasta el escándalo. Tiene muy poca profundidad. Es todo barro, basura, porquerías. Y muy frecuentemente   -- esto es una situación totalmente gótica - se caen los coches y se hunden en esta agua negra poco profunda, que además tiene un olor muy particular, tanto de la curtiembre como de nafta. Es un cinturón de agua podrida que divide simbólicamente la gran urbe de "el resto". En el norte, que es la parte rica, también hay ríos, pero limpios. Por otro lado, las fábricas son totalmente fantasmales. Ahora algunas las están transformando en shoppings , pero la mayoría no. Por ejemplo quedan en pie muchos mataderos vacíos.





Un poco de historia gótica.
La literatura gótica surgió en el siglo XVIII como respuesta a las inquietudes de las almas más disconformes con el orden vigente, que buscaban poder experimentar sensaciones prohibidas y huir de la rutina diaria. Pronto una parte significativa de la sociedad asimila este nuevo género y lo utiliza como válvula de escape.
La palabra gótico en sus orígenes se utilizaba para designar la barbarie germánica (vasos), aquello medieval, el desorden y el caos, generalmente con connotaciones negativas. Sin embargo, a medida que adelanta la segunda mitad del siglo XVIII, algo empieza a cambiar en la sociedad: surge el gusto por la arquitectura medieval y por las sombras.
Es en esta nueva atmósfera que aparece en Inglaterra la figura de Horace Walpole (1717-1797) y su Castillo de Otranto (1764), considerada por muchos la primera novela gótica. Más o menos no hay duda de que se trata de la primera obra con elementos claramente góticos:
  • ·         un castillo,
  • ·         una inocente princesa,
  • ·         monjes,
  • ·         sucesos sobrenaturales...

El género gótico llega a su plena madurez en la década de 1790 en forma de grandes novelas. Estas obras colosales sirven para caracterizar perfectamente el género y su influencia se hace notar en muchos lugares del continente europeo. Es en esta época en la que destaca Ann Radcliffe (1764-1823), creadora de una de las obras más emblemáticas, Los misterios de Udolf (1794).
Las clásicas novelas góticas dejan paso a un gótico influenciado por diferentes corrientes emergentes. Uno de los más influyentes será el romanticismo. En 1818, Mary WollstoneCraft Shelley (1797-1851) publica Frankenstein o El Moderno Prometeo, obra que trata sobre como un joven estudiante de medicina, Victor Frankenstein, descubre la fórmula para devolver la vida a los cuerpos muertos. A partir de restos de cadáveres consigue dar forma a una criatura con apariencia humana, de proporciones monstruosas y de expresión horrible, pero que posee su propia alma. Sin duda es una obra que contiene imágenes sobrecogedoras y angustiosas, donde se muestran la desesperación, la venganza y la perdición del alma. En sus páginas se cuestiona la figura del hombre como creador y se plantean los límites morales de la ciencia.
En 1820, aparecerá la última obra de importancia que constituirá el fin de la moda gótica: Melmoth el Vagabundo, del clérigo irlandés Charles Robert Maturin.
La escritora norteamericana contemporánea  Anne Rice, mezcla aquello cotidiano con historias de vampiros, ha tratado de revitalizar temáticamente el terror gótico. Por otra parte, Stephen King, uno de los escritores de terror más importantes de la actualidad, es heredero de la tradición gótica.

Las escritoras mujeres.
Dice Mariana en  una entrevista (http://www.barcelonareview.com/73/resen.html): 
A mí literariamente siempre me gustaron muchísimo las escritoras mujeres. Y quizá no tanto porque me identificara. A las escritoras se las suele pensar a partir de las escritoras del mercado de los últimos años: Isabel Allende y su prole, que están muy preocupadas por el hogar, el erotismo de la comida; pero eso es un fenómeno del mercado, no es la literatura femenina real. Cuando yo leo literatura femenina real desde Emily Brönte hasta Virginia Woolf, Catherine Mansfield, Carson McCullers son todas perversas. Todas hablan de cosas sumamente oscuras, tienen una relación con la sexualidad y con el cuerpo que es brutal, cruel, en algunos casos. Siempre me gustó leerlas por eso, más allá de que fueran mujeres. Y me llamó muchísimo la atención que esté instalado en el imaginario colectivo que la literatura femenina es amable, cuando la mayoría de las escritoras son feroces: Marie Shelley, ¡por favor!. Una hija de feminista que escribe un cuento donde revive pedazos de muerto. Eso por un lado, por otro me cansa bastante el discurso ese de "a mí siempre me trataron igual que a los hombres", "los editores no hacen diferencias". Es una gran mentira. Si eres mujer cuesta mucho más que te tomen en serio. A ningún hombre le van a preguntar si se acostó con el editor, así sea gay. Y las mujeres claramente en el campo literario no están en un lugar de poder: la mayoría de los editores son hombres. Por eso a mí me interesa intervenir políticamente.

- Tal vez de ahí la perversión, y el poder subversivo que tuvo como estrategia en esa época, por una cuestión netamente práctica, porque eran relegadas al hogar, mientras estás escritoras del mercado están bajo la mirada del editor masculino...

- Claro, las otras escribían solas y casi sin expectativas de publicar por eso son más honestas consigo mismas. Eso de estar a la sombra tanto tiempo hace que finalmente seas oscura. La sombra se te hace carne es inevitable.

- ¿Crees en la militancia política desde la literatura?
- La militancia política feminista está muy desacreditada, no solo gracias a los hombres aterrorizados, también porque han habido luchas internas bastante descorazonadoras. De todos modos es válida y enojarse con ella me parece un disparate. Desde la literatura creo que solo el hecho de publicar y meter en el mercado algo que no se espera de una mujer, ya es un gesto político. Yo me quedo con eso. En mis dos libros, por ejemplo, mis protagonistas son varones. Todos me preguntan "¿por qué?" La respuesta es técnica: por ahora cuando escribo mujeres sale demasiado mi voz y mi personalidad, me cuesta mucho distanciarme. Literariamente hace que la construcción sea mejor. El motivo es técnico, pero la pregunta no es técnica. "¿Por qué no escribes sobre mujeres, si las mujeres escriben sobre las mujercitas y eso?". La pregunta va por ahí, la sorpresa tiene que ver con eso.



La narrativa de Mariana Enríquez: Personajes y atmósferas.

Vagos, histéricas y “raras”, en su mayoría, porteños y porteñas que cargan la locura a cuestas, que son simultáneamente marginales sociales y sujetos curiosos tocados por la creencia en otros mundos.
Aunque muchos de los personajes podrían definirse como prototípicos de la ficción gótica, gracias a un lenguaje urbano y confesional están reactualizados. Las protagonistas de “La Virgen de la tosquera” comparten sin conflictos el imaginario de la bruja medieval y el de la piba de barrio. Sin embargo, la figura literaria gótica, el tropos, se piensa después, puesto que tenemos en un primer plano a un personaje contando diestramente su anécdota, la cual empieza siendo anodina para luego colmarse de densidad. En ese sentido, Enriquez logra crear atmósfera, que es la base de estas narrativas. La revelación que espera el lector es siempre contundente. Por un lado confirma lo terrible añadiendo sorpresa y por otro transmite una incomodidad anómala.

Las mujeres de los cuentos hablan desde la impotencia y la soledad, pero eso no quiebra sus discursos. Fumar en la cama se convierte en riesgosa costumbre, metáfora de angustia, de quien está enajenada por la rutina y el aislamiento. El cuento homónimo del volumen sale de la lógica de la literatura de suspenso y de terror y juega con un dato de la vida de Clarice Lispector. En Why this World, el biógrafo Benjamin Moser cuenta que a la escritora sus adicciones le jugaron mal. La mezcla de cigarrillos y pastillas para dormir ocasionó que en septiembre de 1966 casi muriera quemada en su cuarto, con la mano derecha terriblemente lacerada por haber intentado salvar sus papeles del fuego y, después, por poco amputada. La historia, que bien podría pertenecer al libro de Enriquez, se rodea del misticismo de la religión afro-brasileña Umbanda, incluyendo una posesión espiritual no pactada en el lujoso departamento de Copacabana de la periodista Rosa Cass.

Un espiritismo más anodino aparece en el relato “Cuando hablábamos con los muertos” y lo hace desde la particularidad de la historia argentina reciente. Los difuntos que un grupo de amigas de secundaria quieren contactar son desaparecidos. La narradora, la Pinocha, la Julita, la Polaca y Nadia se reúnen para jugar ouija y en una de las sesiones deciden averiguar sobre “sus” desaparecidos, unos más cercanos otros muy contingentes, aunque sobre todos ellos se ejerce un tipo de propiedad. “Pero además la Julita era muy tremenda: decía que si encontrábamos los cuerpos, si nos daban la data y era posta, teníamos que ir a la tele o a los diarios, y nos hacíamos más que famosas, nos iba a querer todo el mundo” (212).

La tragedia nacional convertida, acaso neutralizada, por el uso mediático se reinstala en las nuevas generaciones como referencia, parcialidad, rezago: “Pero ahora ya todas sabíamos de esas cosas, después de la película La noche de los lápices (que nos hacía llorar a los gritos, la alquilábamos como una vez por mes) y el Nunca más —que la Pinocha había traído a la escuela, porque en su casa se lo dejaban leer— y lo que contaban las revistas y la televisión” (214). Con episodios así, Enriquez revierte el sentido de la parodia de la ficción gótica (a la Northanger Abbey de Jane Austen) que por momentos parece leerse en algunos de sus cuentos. Mientras que en las parodias personajes afiebrados de literatura generan una atmósfera de suspenso que luego se descubre prosaica, en Enríquez los protagonistas son encontrados por aquello insólito que desean, que los libera de la banalidad de lo cotidiano y los hace especiales. El verdadero terror duerme, pues, en la normalidad.