El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








lunes, 24 de octubre de 2011

Fogwill: Fog-will



Polémico e  ineludible en la literatura argentina, Fogwill creó un personaje del que pocas veces quiso escapar. Un personaje procaz, sincero, hipersexual, polémico. “Cada escritor tiene su máscara y arma su pose. Mi pose es esta: yo siempre aspiro a mentir con la verdad. Engañar de que valgo la pena diciendo que no valgo la pena”, decía en una entrevista.

Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941-2010) alcanzó renombre, primero, como directivo de empresas de publicidad y, luego, como escritor. Obtuvo la licenciatura en Sociología en la UBA, donde, además,  se desempeñó como profesor titular. Escribió poemas, cuentos, novelas, ensayos sobre temas relacionados con la comunicación, literatura y política. 

Se desempeñó también como empresario de la publicidad y el marketing, donde alcanzó renombre. Muchos de sus eslóganes aún tienen vigencia: “el sabor del encuentro” es suyo.
En el año en que la Argentina fue sede del mundial de futbol, durante la dictadura de Videla, Fogwill, que por entonces dirigía una agencia de publicidad, editó a los 38 años su primer libro: los poemas de El efecto de realidad.
En 1980 su cuento Muchacha punk obtuvo un importante premio patrocinado por una empresa de gaseosas, que le permitió dedicarse a escribir. Sin embargo, cuenta que, después de cobrar el cheque y sorprendiendo a los editores, se sentó a negociar. “Les dije: ‘Este libro vale tanto.’ Ellos querían publicarlo gratis, así que decidí no cumplir las condiciones del premio, y listo.” Fogwill, su propio personaje, empezó a hacerse conocido.

Algunos de sus textos integran diversas antologías publicadas en Estados Unidos, Cuba, México y España.Fue traducido al francés, alemán, croata y mandarín. En 2003 ganó la beca Guggenheim y, al año siguiente, el Premio Nacional de Literatura por su libro Vivir afuera.

Hasta hace pocos años, Fogwill era un escritor de culto en América Latina, alguien del que, con suerte, se había leído su prodigioso cuento Muchacha punk. Hoy es un referente fundamental de la literatura argentina contemporánea, alguien a la altura de Piglia y Aira.
Los Cuentos Completos incluyen veintiún textos escritos a lo largo de tres décadas y media (del 1974 al 2007). En su prólogo, Elvio Gandolfo señala que la antología "contiene seis o siete de los mejores cuentos de la literatura argentina". La lectura no deja dudas: junto a Muchacha punk, relatos como Help a él, Sobre el arte de la novela, Los pasajeros del tren de la noche, Restos diurnos y La larga risa de todos estos años, son más que suficientes para convertir a Fogwill en un imprescindible.

Trazando un recorrido por Fogwill.

La variedad de los registros hace que se pueda entrar a este libro a partir de diversas perspectivas. Fogwill ha dicho que tiene una preferencia por "las lecturas que atienden, más que a lo que sucede, a la manera de narrar lo que sucede". Por eso son importantes sus intervenciones en relatos clásicos, su reescritura y a la vez parodia y actualización de El Aleph de Borges en Help a él o de El almohadón de plumas de Horacio Quiroga en Otra muerte del arte. Más allá de la parodia, lo que llama la atención es la forma indirecta que encontró Fogwill de narrar la política y el campo social en los años de la dictadura y la guerra sucia. Es una forma que tiene mucho que ver con la de Piglia en Respiración artificial (1980), la gran novela de ese período. Entre ambos la relación fue particular: no hay momento en que Fogwill no ataque a Piglia, pero, como dice Fabián Casas, "la contienda se salva en los estantes de la biblioteca", y allí hay lugar para los dos.
 
Jerónimo Pinedo y Esteban Rodríguez, en la Revista Grieta, (La Plata 2000) decían de su escritura, a propósito de Vivir afuera: “…si hablamos del Punk, hablamos de un temperamento. Una fuerza que se incrusta para descuajeringar el concepto. Pero también se trata de una limitación, una incapacidad de las disciplinas para atrapar esas fuerzas que se amasan en la penumbra de la sociedad, a oscuras de la sociología. No se trata de reformularla, sino de destruirla. ¡Y a no tener miedo! Las prácticas y los lenguajes seguirán desperdigados como antes lo estuvieron en la profundidad que sobrevolaba la pretendida ilusión de las reglas del método.
La voluntad de oscurecer, o voluntad de bruma, es una actitud, el no método; es rechazar de plano que el otro pueda ser subsumido en nuestro sistema de explicaciones, este no lo soportará y se resentirá al primer giro violento de lo que se quiere contener. No decimos que la academia, la policía o la gestión, sean ignorantes de este conflicto. Porque lo saben, hace tiempo que han eludido la posibilidad de contener esos lenguajes y los han dado por inexistentes.
Pero la voluntad de bruma sabe de batallas subterráneas, de herejías que convulsionan las jerarquías institucionales, llámese prensa, academia o policía. Tres formas de investigación, que son tres formas de espiar y, por añadidura, de delatar lo que se prevé. Tres formas de recortar lo que permanece embutido. Vivir afuera es La patria vigilada de los saberes vouyeristicos.”

Como en las novelas de Manuel Puig, a quien Fogwill admiraba (“Sobre todo Cae la noche tropical, que es puro registro, y un libro de una honestidad absoluta”), en Vivir afuera se dan cita todos las formas de hablar y de escribir: desde la conversación sexual hasta el lenguaje estereotipado de la burocracia policial, todo encuentra un lugar en la novela de Fogwill.





 Muchacha punk (1979) puede ser una historia picaresca de un argentino en Londres, pero en el último párrafo se encuentra ese detalle que transforma al relato en algo siniestro: el narrador está allá para "comprar unos catálogos de armas y unos artículos de caza mayor para mi gente en Buenos Aires".
En Sobre el arte de la novela (1993), el texto termina así: "... yo había salido sin documentos y no quería estar en la vereda ni a borde del Peugeot, porque aquí sigue siendo peligroso andar sin documentos de identidad".
La violencia sádica de la pareja de La larga risa de todos estos años (1983) es una manera de contar aquello que está ocurriendo en el país: "Creo que todos vieron lo que fue pasando durante aquellos años. Muchos dicen que recién ahora se enteran. Otros, más decentes, dicen que siempre lo supieron, pero que recién ahora lo comprenden. Pocos quieren reconocer que siempre lo supieron y siempre lo entendieron...

Dijo Fogwill en una entrevista: Muchacha punk fue escrito de un tirón, en tres horas, como al dictado de una voz -ajena-, al cabo de una noche de diciembre de 1978. Aunque estuve semanas corrigiéndolo, dudo que la última versión haya perfeccionado en algo lo que había ido desgranándose aquella madrugada de calor. El relato venía sobrecargado de propósitos teóricos y abunda en guiños, anagramas, provocaciones al Estado policial de la época e insidias a escritores de moda. Como suele ocurrir, todo eso pasó inadvertido a los lectores y al jurado que le concedió el primer premio en el certamen más concurrido de 1980. Paradojalmente, los auspiciantes del concurso -una fábrica de gaseosas- quisieron publicar este relato bajo el lema «Cómo crean en libertad los jóvenes argentinos». Yo era argentino, pera ya no era joven y por entonces la noción de libertad me resultaba tan hueca y banal como ahora. Creo que el relato es elocuente al respecto. Por efecto de éste y otros textos contemporáneos más, yo, un hombre grande, comprometido en una carrera empresaria, terminé creyendo que era un escritor y que debía escribir y cambiar de oficio. Visto desde la perspectiva de la especie, puedo atribuir a Muchacha punk el origen de una trama de malentendidos y desgracias a la que la presente publicación viene a agregar un nudo. R. F. [aparecido en "Buenos Aires, una antologia de nueva ficción argentina" de Juan Forn, ©1992 Editorial Anagrama].

“Fog-will” o el deseo de la niebla.

Su hija, Vera Fogwill, en una entrevista de Página 12, al cumplirse un año de su muerte, lo definía: “Mi padre para mí, como padre, fue un gran escritor. No se lo podía molestar, no se le podía quitar minutos a su silencio ni a su pensamiento. Su mejor novela es su vida, una vida más impactante que cualquier escrito que hayan podido encontrar o leer de él y/o sobre él. La mejor literatura la hizo en las noches arrullándome para dormir, jamás –mientras me tocaba estar con él– me dormí sin un cuento de mi padre, jamás. Hasta de grande era capaz de meterse en mi cama a contarme un cuento, pese a que yo, dormida, me sobresaltaba y le decía: “¡Papá, ya estoy grande para cuentos!”, “¿Papá, estás drogado?”, “¡Papá, soy tu hija!, ¡Papá!”.

No puedo dejar de pensar en que se fue literariamente haciendo referencia a Piglia, con su respiración artificial. Era muy chica, se publica Help a él y le había puesto Vera a un personaje y Vera era una puta… Y esa puta soy yo, la diferencia es que en ese entonces ni siquiera sabía lo que era coger. Poco entendía de la referencia sonora a El Aleph, y el juego con el nombre de Beatriz Viterbo para Vera Ortiz Bety. Yo cursaba tercer grado y le pregunté, llorando: “¿Por qué le pusiste Vera a una puta que te cogés y te mea? ¡Por favor, no se lo regales a mi maestra, papi!”. En ese entonces no había Veras, así que esa Vera para la nena que era entonces sólo podía ser yo. Él sólo me contestó otra cosa: “Vera es la verdad, estar cerca de ella, en la orilla. Eugenia, tu segundo nombre, es el origen de la génesis del gen, del genio”, que me dio origen, y estaba hablando de él, claro. Y agregó: “Fog-will es y será siempre estar entre la niebla, tinieblas, o mejor aún: el deseo de ellas”. Pero se parece más sonoramente al fuck.”




Y aquí va un fragmento, breve, de su poesía: de
CONTRA EL CRISTAL DE LA PECERA DE ACUARIO (1999).

La tibia luz
azul
titila en la pecera

la tibia luz
titila
azul
por la pecera
de nuestra era

tibia
la luz
de la pecera
titila
en nuestra era

en la era
de la pecera
de acuario

en la era titilante
y tibia


¡Somos
los entibiados!

los que en la era
de la pecera
nadando
acariciamos
el cristal
que reproduce
la tibia luz
de nuestras formas
reflejas


Aquí
reflejo
somos

juntos
en la pecera
estamos

puros reflejos
de la pecera
nadando
solos
nos deslizamos
envueltos
en su atenuada
y tibia
luz

luz azulina
no mortecina:

medida
retenida

luz contenida
en el vacío artificial
donde la ínfima materia
repite, contenida
su combustión artificial.






2 comentarios:

  1. Pienso que Fogwill es de esos escritores que uno no puede dejar de lado, podés intentar ignorarlo, podés incluso decir "que bárbaro"!, podés escandalizarte y hasta te puede producir rechazo, pero lo que seguro no podés es evitarlo. Sus cuentos, no todos, pero algunos te marcan a fuego, los que se nombran aquí y muchos otros. Tengo sus cuentos completos y también esa novela Los pichiciegos (literatura que se da en las escuelas). Aún hoy me pregunto como pudo, como su imaginario anticipó lo que finalmente ocurrió en la guerra de Malvinas, ¿Cómo?. Leo sus opiniones y los comentarios de su hija Vera y es a la vez de conmovedor, ciertamente aterrador. Cierro: me gusta lo que escribe y dice Fogwill, pero a la vez me asusta que se pueda decir y escribir de esa forma.

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  2. Daniel: creo que la literatura de Fogwill (ese “que diga y escriba de esa forma”) no es lo que asusta, a mi entender. Es sumamente bizarro, y ésa es su marca, lo que puede gustar o no, -eso es sumamente personal-, pero ese tono característico suyo, que en su momento era prácticamente marginal, me parece que ahora admite ser leído de otra manera, porque pone en jaque a toda una época con una lucidez necesariamente oscura: entre la dictadura, el delirio de Malvinas, y los comienzos de una democracia que mostró su hipocresía con el cinismo de la fiesta menemista, el interés por lo bizarro es, en este contexto, una especie de modo profundo de realismo.
    Un abrazo,
    Graciela.

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