El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








martes, 20 de diciembre de 2011

Cerrando el ciclo del taller 2011.


Estamos en pleno cierre de este ciclo 2011, brindando por el trabajo de este año y por el que vendrá,  por habernos acercado a la buena literatura y a todas las discusiones y reflexiones que generó este espacio del taller.

Abarcamos los siguientes temas:

1º) De febrero a junio: Cuento norteamericano II.

Después de haber trabajado en Cuento norteamericano I a los precursores de esta narrativa, hicimos un nuevo recorrido, con el objetivo de analizar los fuertes cambios en la percepción estética que fueron dando como resultado diferentes pero particulares respuestas literarias para las nuevas formas de captar la realidad, a través del tiempo. Trabajamos con los siguientes autores: Melville y su visión crítica del mundo con Bartleby, Crane, Bierce, las inglesas Katherine Mansfield y Virginia Woolf, Scott Fitzgerald y la Generación Perdida, Hemingway, Faulkner, Sherwood Anderson, John Steinbeck, Raymond Chandler, Carver, Bernard Malamud, Salinger, Bradbury, y Philip Dick. Y finalizamos con las voces femeninas de  Flannery O´Connor, Eudora Welty, Lorrie Moore y la canadiense Alice Munro.

2º) De junio a diciembre: Narrativa argentina.

Intentamos abarcar gran parte de lo rico y heterogéneo de nuestra literatura  sin un criterio rigurosamente taxonómico, pero abierto a interrogantes  y planteamientos  que nos fueron haciendo reflexionar sobre cómo se mira, se lee y se piensa en nuestro país. Además, como siempre en el taller,  de  complacernos con la manera de contar de cada uno de los  escritores de los que nos hemos ocupado.

Trabajamos con el siguiente temario:  la identidad literaria y la cultural, los textos fundacionales de la literatura argentina, la ductilidad de la narrativa para captar las tensiones de una época, el surgimiento de nuevas formas expresivas, ejes temáticos recurrentes  (como el tema de la otredad, el del cuerpo, el de la mirada femenina en la estética realista), el desarrollo de algunos géneros narrativos (como el de enigma,  el fantástico y la ciencia ficción), el lugar del humor,  la narrativa histórica, las experiencias narrativas del exilio.

Algunos de los autores: Esteban Echeverría y Sarmiento, y las continuidades e inversiones en Rodolfo Walsh, César Aira,  Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y las resignificaciones en Germán Rozenmacher,  Abelardo Castillo, Antonio Di Benedetto, Adolfo Bioy Casares, David Viñas, Rodolfo Fogwill, Horacio Quiroga, Roberto Arlt, Ricardo Piglia, Silvina Ocampo, y el camino que hicimos con la llamada Nueva Narrativa argentina, con Fabián Casas, Andrés Neuman, Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, Fernanda García Lao, Hernán Ronsino, y con los aportes teóricos de diversos autores como Elsa Drucaroff  con Los prisioneros de la torre, donde analiza los efectos que la dictadura militar produjo sobre la narrativa en nuestro país.





Y aquí van algunas imágenes de nuestros festejos de fin de año, con todos los grupos de lectura, los de escritura, y los amigos que se sumaron:














                                                





viernes, 16 de diciembre de 2011

NNA: Fernanda García Lao, Hernán Ronsino, y La nueva literatura latinoamericana



Fernanda García Lao (1966) vivió en Mendoza, donde nació, luego en Madrid, después otra vez en Mendoza, en Buenos Aires, de vuelta en Madrid, y desde 1993, nuevamente en Buenos Aires. Bachiller en Letras, estudió danzas clásicas, actuación, dramaturgia y periodismo; se mudó unas veinte veces y cambió cuatro de continente.
Habla con las eses. Dice que sus padres, periodistas, poetas, rechazaban sus primeros textos porque no encontraban en ellos una voz propia. Si no escribe, siente que vive inútilmente. Para no quedar pegada a un estilo, escribe sus novelas de a dos. Actriz, dramaturga, compositora, publicó su primera novela, Muerta de hambre, en 2005. A esta siguieron La perfecta otra cosa (2007), La piel dura (2011) y Vagabundas (2011). García Lao nació en Mendoza en 1966, vivió en Madrid desde 1976, cuando su madre, española, y su padre, argentino, (el periodista mendocino Ambrosio García Lao), tuvieron que exiliarse durante la última dictadura cívico-militar. (http://fernandagarcialao.blogspot.com/)


Hernán Ronsino es escritor, profesor y sociólogo. Nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, en1975. Reside en Capital desde el año 1994. Acaba de publicar su primer libro de relatos  Te vomitaré de mi boca que fue presentado en la 29° Feria Internacional del Libro. Disertó acerca de la creación literaria y de cómo las fantasías se plasman en una obra escrita.
Te vomitaré de mi boca obtuvo la Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes en el 2002.
Sus cuentos fueron publicados en diarios, revistas y antologías. Y premiados en distintos concursos nacionales: entre los cuales se destaca el Concurso Haroldo Conti para Jóvenes Narradores 2001.
(http://silabasnegras.blogspot.com )



Nueva cartografía de la literatura de América Latina
WINSTON MANRIQUE SABOGAL 19/11/2011. 

En el siglo XXI medio mundo ha vuelto a mirar con expectación a la literatura latinoamericana. Once años en los que se ha sabido de unos 80 escritores poco o nada conocidos que hoy tienen diversos grados de resonancia internacional. El interés ha renovado y ampliado el mapa literario y demostrado que hay mucha vida más allá del boom. En el periodo de entre siglos coincidieron dos cuestiones:
·         la atención por lo que se escribía en esos 19 países,
·         y que, precisamente, dichos autores estaban unidos por la diferencia como resultado de una convergencia de mestizaje genético, cultural y literario, además de su vocación cosmopolita y estar repartidos por medio mundo. Y con otra novedad: más mujeres en un continente donde no han gozado de mucha presencia.

Un año clave en este proceso de hallazgos e impulsos es 2007. Aparece la primera lista de nuevos valores literarios: Bogotá 39, una idea del Hay Festival y la capital colombiana, que reunió a los "mejores 39 escritores menores de 40 años", como Neuman.
Tres años más tarde, en 2010, la revista británica Granta hizo su apuesta que ampliaba la anterior: "22 mejores autores en español, menores de 35 años": seis españoles y 16 latinoamericanos. Confirmó a algunos (Roncagliolo, Neuman y Zambra), dio más impulso a otros: Patricio Pron y Antonio Ortuño, y llamó la atención sobre otros: Rodrigo Hasbún, Pola Oloixarac, Samantha Schweblin, Lucía Puenzo, Carlos Labbé y Carlos Yushimito.

Continuando esa estela, la XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha decidido celebrar sus 25 años con una lista que incluye 25 secretos literarios de América Latina. Narradores, al margen de edades o generaciones que bien merecen tener más resonancia internacional: Casas, García Lao y Ronsino, entre otros.



Los “secretos” argentinos y latinoamericanos.
Circulan de actividad en actividad en la actual Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL),
-diciembre del 2011-. Como si no fuera suficiente tanto trajín, andan también de fiesta en fiesta por las noches tapatías. La dicha colectiva ensancha sonrisas, pero no puede mantener a raya la expansión ilimitada de las ojeras de escritores y editores que participan en esta 25ª edición. Primeras lecturas de literatura argentina, sensaciones y recuerdos que se tejen y destejen, que vuelven una y otra vez.


Fernanda García Lao se reconoce en el espejo de los delirantes y dislocados, y su escritura es tan física que “se puede tocar”.

Fabián Casas remonta la cuesta de su falta de imaginación, destripando siempre el mismo juguete que le permite “drenar historias”.

Hernán Ronsino explora la “lengua argentina” y propicia un trabajo artesanal con las palabras.

Los tres saben que son apenas “la punta pequeña” de una proliferación de voces. De todo esto y mucho más hablaron en la mesa “Argentina y sus jóvenes autores: textura de palabras” –organizada por la Embajada Argentina en México y la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina–, moderada por la escritora y periodista Gabriela Cabezón Cámara.

En la casa de García Lao leían con devoción la novela Zama, de Antonio di Benedetto. Cuando se exilió en España junto con su familia, la escritora se identificó con Eva Perón, de Copi, como una “figura extraña y fuera de lugar”.
Casas viajaba en el subte de la línea E con Rayuela, de Julio Cortázar, en la mano y pensaba: “Si llego a entender este libro, voy a ser un genio”. Y confesó que lloró con Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, como su madre lloraba con la telenovela Muchacha italiana viene a casarse. El primer libro que compró Ronsino fue Final de juego, de Cortázar, después de haber visto el documental de Tristán Bauer sobre el escritor. El impacto fue tan fuerte que hasta cambió de carrera: Ciencias Económicas por Sociología. La tradición literaria siempre es una obra en construcción; cada uno se sirve de los materiales más afines a sus inquietudes.

La autora de Muerta de hambre es una pariente de los delirantes, perdidos y dislocados. Uno de sus “tríos” capitales, esos que la llevan a “perderse”, está conformado por Copi, Juan Filloy y Witold Gombrowicz.



“Cuando uno lee, se alimenta de muchas tradiciones”, señaló Ronsino, que prefiere trabajar con la exploración de la “lengua argentina” en la línea de Conti, Rodolfo Walsh, Juan José Saer y Manuel Puig. “Me interesa mucho la relación con la historia, de qué modo la historia modela la lengua y cómo los imaginarios afectan la historia. La literatura no cambia la historia, pero deja huellas y funda tradiciones”, subrayó el autor de La descomposición.

Casas, en cambio, comentó que cuando leía a sus contemporáneos,
–Daniel Durand, Daniel Rojo, Sergio Raimondi y Laura Wittner– sentía que estaba leyendo a los clásicos. Y ponderó el valor que tienen para él las “cosas mestizas”. “Uno agradece haber nacido en la lengua de (Ricardo) Zelarayán”, agregó el autor de Los Leemings.

“Soy fiel a mi propio imaginario, me gusta trabajar con el lenguaje como si fuera un cuerpo, pero sin repetir la coreografía lingüística y espacial”, aseguró García Lao. “Mi escritura es muy física, creo que se puede tocar.”
Casas apeló a sus consabidos bocadillos. “Si tuviera imaginación, hubiera escrito Harry Potter y me habría hecho millonario. Yo trabajo con una sola cosita, con un solo juguete que dreno en historias. Mi escritura parte de una idea de imposibilidad.”
En las cuerdas de las similitudes, Ronsino reconoció que:

  • al optar por un tipo de escritura fragmentaria se comunica con parte de la propuesta estética de García Lao. 
  • El interés por un espacio geográfico delimitado lo une a Casas. Mientras Ronsino coloca a sus criaturas en un pueblo pampeano –Chivilcoy o su periferia–, el autor de Ocio bucea por las calles del barrio de Boedo.

Todo recorte literario o lista de escritores es caprichoso. “Somos bien distintos, reflejamos visiones distintas de la literatura; pero afortunadamente hay muchas líneas narrativas y estilos diferentes –planteó García Lao–. Lo que más me interesa es que nos estamos leyendo; que a partir de la crisis capital de 2001, la literatura argentina ha crecido de la mano de editoriales pequeñas y a riesgo de que no te lean y que a nadie le importe. La escasez de lectores me fortifica.”

Los tres son apenas “una punta pequeña” de lo que se está produciendo en la Argentina.
“En nuestro país, a los escritores no les da bola nadie; no ocupan un lugar, y eso es como una bendición porque hace que estés preocupado sólo por escribir”, opinó el autor de Tuca. En desacuerdo con esta concepción de “no lugar”, Ronsino afirmó que el escritor sí ocupa un lugar. Después de la crisis de 2001, una generación de autores construyó espacios de lectura, revistas artesanales y pequeñas editoriales. “En diez años los escritores encontraron un lugar y fueron construyendo espacios de encuentros, más allá de la diversidad de estéticas”, ponderó Ronsino.
Casas aclaró que cuando dice que los escritores no ocupan ningún lugar lo postula en términos de que ya no existen “escritores faros”.

Cabezón Cámara preguntó si había algún mexicano en la sala. Quería saber si los autores y autoras mexicanos tienen tanta libertad para escribir. Una mujer mexicana le respondió: “No podemos escribir lo que se nos da la gana; hay temor a decir lo que está sucediendo. Hay tantas voces y tanto ruido que no sabés a quién puedes leer”. 

García Lao aportó su mirada: “En la Argentina partimos de la base de que nadie es sensato. Nadie espera nada de nosotros. No sé si hay un discurso confiable o una voz a seguir, y ahí está ese permiso de ser lo que tengas ganas de ser. Lo que pasó es que se multiplicaron las visiones, y son todas válidas y son todas inválidas a la vez, y uno elige qué leer y qué escribir”. Ronsino afirmó que la literatura es “un espacio de resistencia para recuperar y transmitir experiencias”. La autora de La piel dura advirtió que “uno tiene que ganarse a cada lector casi como a un amante esquivo”, entonces la literatura queda “como una especie de prehistoria, como si desarrollar un discurso fuera algo fuera de época”.
Ronsino propone el trabajo artesanal con las palabras, “tomarse el tiempo que sea para escribir un libro”.
Casas postula que la escritura “siempre está puesta en estado de pregunta”. El epílogo de la charla se escribió con una feliz coincidencia: “Lo propio de la literatura es el tiempo lento”.




LOS 25 ESCRITORES ELEGIDOS.

Dice la página de la feria: “La FIL Guadalajara presenta 25 formas de leer el continente. Autores cuyo talento se ha consolidado en sus países, pero que aún son poco conocidos fuera de éstos, 25 tesoros literarios a la espera de ser descubiertos”. Veamos los nombres:

Juan Álvarez (Colombia), Luis Alberto Bravo (Ecuador), Andrés Burgos (Colombia), Fabián Casas (Argentina), Miguel Antonio Chávez (Ecuador), Carlos Cortés (Costa Rica), Francisco Díaz Claassen (Chile), Jacinta Escudos (El Salvador), Nona Fernández (Chile), Fernanda García Lao (Argentina), Ulises Juárez Polanco (Nicaragua), Roberto Martínez Bachrich (Venezuela), Emiliano Monge (México), Javier Mosquera Saravia (Guatemala), Diego Muñoz Valenzuela (Chile), Enrique Planas (Perú), María Eugenia Ramos (Honduras), Luis Miguel Rivas (Colombia), Hernán Ronsino (Argentina), Pablo Soler Frost (México), Daniela Tarazona (México), Dani Umpi (Uruguay), Eduardo Varas (Ecuador), Carlos Oriel Winter Melo (Panamá) y Giovanna Rivero (Bolivia). 
  

miércoles, 14 de diciembre de 2011

NNA: Mariana Enríquez.



Mariana Enríquez, argentina, 1973. Nació en la ciudad de Buenos Aires y es Licenciada en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata) y periodista. Actualmente escribe en los suplementos Radar, Radar Libros y Las 12 del diario Página/12 y es columnista de la revista TXT. Su primera novela, Bajar es lo peor, fue publicada en 1994. También es autora del libro Cómo desaparecer completamente (Emecé, 2004),  Los peligros de fumar en la cama, (Emecé, 2010), un libro de cuentos donde hace blanco en el terror en la infancia. Y últimamente su nouvelle Chicos que vuelven(2011).
Veamos cómo el género gótico puede ser válido para sincerar como un presente cotidiano, a la violencia de los ’70.

Su  retórica posgótica, o el  nuevo gótico argentino.
Cuando le preguntan por su afición a lo gótico, dice Mariana Enríquez: El gran BA de la parte sur, que es donde yo nací, está dividido por El riachuelo, un brazo pequeño del Río de la Plata, donde el agua es completamente negra porque está contaminado hasta el escándalo. Tiene muy poca profundidad. Es todo barro, basura, porquerías. Y muy frecuentemente   -- esto es una situación totalmente gótica - se caen los coches y se hunden en esta agua negra poco profunda, que además tiene un olor muy particular, tanto de la curtiembre como de nafta. Es un cinturón de agua podrida que divide simbólicamente la gran urbe de "el resto". En el norte, que es la parte rica, también hay ríos, pero limpios. Por otro lado, las fábricas son totalmente fantasmales. Ahora algunas las están transformando en shoppings , pero la mayoría no. Por ejemplo quedan en pie muchos mataderos vacíos.





Un poco de historia gótica.
La literatura gótica surgió en el siglo XVIII como respuesta a las inquietudes de las almas más disconformes con el orden vigente, que buscaban poder experimentar sensaciones prohibidas y huir de la rutina diaria. Pronto una parte significativa de la sociedad asimila este nuevo género y lo utiliza como válvula de escape.
La palabra gótico en sus orígenes se utilizaba para designar la barbarie germánica (vasos), aquello medieval, el desorden y el caos, generalmente con connotaciones negativas. Sin embargo, a medida que adelanta la segunda mitad del siglo XVIII, algo empieza a cambiar en la sociedad: surge el gusto por la arquitectura medieval y por las sombras.
Es en esta nueva atmósfera que aparece en Inglaterra la figura de Horace Walpole (1717-1797) y su Castillo de Otranto (1764), considerada por muchos la primera novela gótica. Más o menos no hay duda de que se trata de la primera obra con elementos claramente góticos:
  • ·         un castillo,
  • ·         una inocente princesa,
  • ·         monjes,
  • ·         sucesos sobrenaturales...

El género gótico llega a su plena madurez en la década de 1790 en forma de grandes novelas. Estas obras colosales sirven para caracterizar perfectamente el género y su influencia se hace notar en muchos lugares del continente europeo. Es en esta época en la que destaca Ann Radcliffe (1764-1823), creadora de una de las obras más emblemáticas, Los misterios de Udolf (1794).
Las clásicas novelas góticas dejan paso a un gótico influenciado por diferentes corrientes emergentes. Uno de los más influyentes será el romanticismo. En 1818, Mary WollstoneCraft Shelley (1797-1851) publica Frankenstein o El Moderno Prometeo, obra que trata sobre como un joven estudiante de medicina, Victor Frankenstein, descubre la fórmula para devolver la vida a los cuerpos muertos. A partir de restos de cadáveres consigue dar forma a una criatura con apariencia humana, de proporciones monstruosas y de expresión horrible, pero que posee su propia alma. Sin duda es una obra que contiene imágenes sobrecogedoras y angustiosas, donde se muestran la desesperación, la venganza y la perdición del alma. En sus páginas se cuestiona la figura del hombre como creador y se plantean los límites morales de la ciencia.
En 1820, aparecerá la última obra de importancia que constituirá el fin de la moda gótica: Melmoth el Vagabundo, del clérigo irlandés Charles Robert Maturin.
La escritora norteamericana contemporánea  Anne Rice, mezcla aquello cotidiano con historias de vampiros, ha tratado de revitalizar temáticamente el terror gótico. Por otra parte, Stephen King, uno de los escritores de terror más importantes de la actualidad, es heredero de la tradición gótica.

Las escritoras mujeres.
Dice Mariana en  una entrevista (http://www.barcelonareview.com/73/resen.html): 
A mí literariamente siempre me gustaron muchísimo las escritoras mujeres. Y quizá no tanto porque me identificara. A las escritoras se las suele pensar a partir de las escritoras del mercado de los últimos años: Isabel Allende y su prole, que están muy preocupadas por el hogar, el erotismo de la comida; pero eso es un fenómeno del mercado, no es la literatura femenina real. Cuando yo leo literatura femenina real desde Emily Brönte hasta Virginia Woolf, Catherine Mansfield, Carson McCullers son todas perversas. Todas hablan de cosas sumamente oscuras, tienen una relación con la sexualidad y con el cuerpo que es brutal, cruel, en algunos casos. Siempre me gustó leerlas por eso, más allá de que fueran mujeres. Y me llamó muchísimo la atención que esté instalado en el imaginario colectivo que la literatura femenina es amable, cuando la mayoría de las escritoras son feroces: Marie Shelley, ¡por favor!. Una hija de feminista que escribe un cuento donde revive pedazos de muerto. Eso por un lado, por otro me cansa bastante el discurso ese de "a mí siempre me trataron igual que a los hombres", "los editores no hacen diferencias". Es una gran mentira. Si eres mujer cuesta mucho más que te tomen en serio. A ningún hombre le van a preguntar si se acostó con el editor, así sea gay. Y las mujeres claramente en el campo literario no están en un lugar de poder: la mayoría de los editores son hombres. Por eso a mí me interesa intervenir políticamente.

- Tal vez de ahí la perversión, y el poder subversivo que tuvo como estrategia en esa época, por una cuestión netamente práctica, porque eran relegadas al hogar, mientras estás escritoras del mercado están bajo la mirada del editor masculino...

- Claro, las otras escribían solas y casi sin expectativas de publicar por eso son más honestas consigo mismas. Eso de estar a la sombra tanto tiempo hace que finalmente seas oscura. La sombra se te hace carne es inevitable.

- ¿Crees en la militancia política desde la literatura?
- La militancia política feminista está muy desacreditada, no solo gracias a los hombres aterrorizados, también porque han habido luchas internas bastante descorazonadoras. De todos modos es válida y enojarse con ella me parece un disparate. Desde la literatura creo que solo el hecho de publicar y meter en el mercado algo que no se espera de una mujer, ya es un gesto político. Yo me quedo con eso. En mis dos libros, por ejemplo, mis protagonistas son varones. Todos me preguntan "¿por qué?" La respuesta es técnica: por ahora cuando escribo mujeres sale demasiado mi voz y mi personalidad, me cuesta mucho distanciarme. Literariamente hace que la construcción sea mejor. El motivo es técnico, pero la pregunta no es técnica. "¿Por qué no escribes sobre mujeres, si las mujeres escriben sobre las mujercitas y eso?". La pregunta va por ahí, la sorpresa tiene que ver con eso.



La narrativa de Mariana Enríquez: Personajes y atmósferas.

Vagos, histéricas y “raras”, en su mayoría, porteños y porteñas que cargan la locura a cuestas, que son simultáneamente marginales sociales y sujetos curiosos tocados por la creencia en otros mundos.
Aunque muchos de los personajes podrían definirse como prototípicos de la ficción gótica, gracias a un lenguaje urbano y confesional están reactualizados. Las protagonistas de “La Virgen de la tosquera” comparten sin conflictos el imaginario de la bruja medieval y el de la piba de barrio. Sin embargo, la figura literaria gótica, el tropos, se piensa después, puesto que tenemos en un primer plano a un personaje contando diestramente su anécdota, la cual empieza siendo anodina para luego colmarse de densidad. En ese sentido, Enriquez logra crear atmósfera, que es la base de estas narrativas. La revelación que espera el lector es siempre contundente. Por un lado confirma lo terrible añadiendo sorpresa y por otro transmite una incomodidad anómala.

Las mujeres de los cuentos hablan desde la impotencia y la soledad, pero eso no quiebra sus discursos. Fumar en la cama se convierte en riesgosa costumbre, metáfora de angustia, de quien está enajenada por la rutina y el aislamiento. El cuento homónimo del volumen sale de la lógica de la literatura de suspenso y de terror y juega con un dato de la vida de Clarice Lispector. En Why this World, el biógrafo Benjamin Moser cuenta que a la escritora sus adicciones le jugaron mal. La mezcla de cigarrillos y pastillas para dormir ocasionó que en septiembre de 1966 casi muriera quemada en su cuarto, con la mano derecha terriblemente lacerada por haber intentado salvar sus papeles del fuego y, después, por poco amputada. La historia, que bien podría pertenecer al libro de Enriquez, se rodea del misticismo de la religión afro-brasileña Umbanda, incluyendo una posesión espiritual no pactada en el lujoso departamento de Copacabana de la periodista Rosa Cass.

Un espiritismo más anodino aparece en el relato “Cuando hablábamos con los muertos” y lo hace desde la particularidad de la historia argentina reciente. Los difuntos que un grupo de amigas de secundaria quieren contactar son desaparecidos. La narradora, la Pinocha, la Julita, la Polaca y Nadia se reúnen para jugar ouija y en una de las sesiones deciden averiguar sobre “sus” desaparecidos, unos más cercanos otros muy contingentes, aunque sobre todos ellos se ejerce un tipo de propiedad. “Pero además la Julita era muy tremenda: decía que si encontrábamos los cuerpos, si nos daban la data y era posta, teníamos que ir a la tele o a los diarios, y nos hacíamos más que famosas, nos iba a querer todo el mundo” (212).

La tragedia nacional convertida, acaso neutralizada, por el uso mediático se reinstala en las nuevas generaciones como referencia, parcialidad, rezago: “Pero ahora ya todas sabíamos de esas cosas, después de la película La noche de los lápices (que nos hacía llorar a los gritos, la alquilábamos como una vez por mes) y el Nunca más —que la Pinocha había traído a la escuela, porque en su casa se lo dejaban leer— y lo que contaban las revistas y la televisión” (214). Con episodios así, Enriquez revierte el sentido de la parodia de la ficción gótica (a la Northanger Abbey de Jane Austen) que por momentos parece leerse en algunos de sus cuentos. Mientras que en las parodias personajes afiebrados de literatura generan una atmósfera de suspenso que luego se descubre prosaica, en Enríquez los protagonistas son encontrados por aquello insólito que desean, que los libera de la banalidad de lo cotidiano y los hace especiales. El verdadero terror duerme, pues, en la normalidad.








sábado, 3 de diciembre de 2011

NNA: Andrés Neuman



Andrés Neuman nació en 1977 en Buenos Aires, ciudad donde pasó su infancia. Hijo de músicos argentinos emigrados, terminó de crecer en Granada, en cuya universidad fue profesor de literatura hispanoamericana. Actualmente es columnista en la Revista Ñ del diario Clarín (Argentina) y el suplemento cultural del diario Abc (España). Escribe regularmente en su blog Microrréplicas, considerado uno de los mejores blogs literarios en español según una encuesta de El Cultural de El Mundo. Mediante una votación convocada por el Hay Festival, formó parte de la lista Bogotá-39 entre los nuevos autores más destacados de Latinoamérica. Más tarde fue seleccionado por la revista británica Granta entre Los 22 mejores narradores jóvenes en español.



A los 22 años publicó su primera novela, Bariloche (Anagrama, 1999, reeditada en bolsillo en 2008), que fue Finalista del Premio Herralde y elegida entre las revelaciones del año por El Cultural. Sus siguientes novelas fueron La vida en las ventanas (Espasa, 2002), la autoficción familiar Una vez Argentina (Anagrama, 2003, nuevamente Finalista del Premio Herralde) y El viajero del siglo (Alfaguara, 2009), que obtuvo elPremio Alfaguara, el Premio Tormenta y el Premio de la Crítica, otorgado por la Asociación Española de Críticos Literarios. Esta novela fue votada entre las 5 mejores del año en lengua española por los críticos de El País yEl Mundo, figuró entre los libros del año en los principales diarios holandeses, NRC Handelsblad y De Volkskrant, y quedó finalista del Premio Rómulo Gallegos. Traducida a 10 lenguas, actualmente está siendo publicada en Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia, Brasil, China,Holanda, Polonia, Egipto, Portugal y Eslovenia.

Es también autor de los libros de cuentos El que espera (Anagrama, 2000), El último minuto (Espasa, 2001, reeditado por Páginas de Espuma, 2007), Alumbramiento (Páginas de Espuma, 2006) y Hacerse el muerto (Páginas de Espuma, 2011). El volumen El fin de la lectura (Estruendomudo, Lima; y Cuneta, Santiago de Chile, 2011) recopila una selección de sus relatos. Neuman ha desarrollado una intensa labor de estudio y divulgación de la narrativa breve. Sus libros de cuentos incluyen apéndices teóricos sobre el género y es el coordinador de Pequeñas Resistencias, serie de antologías sobre el cuento actual en lengua española (Páginas de Espuma, 2002-2010). Cabe destacar además su prólogo a los Cuentos de amor de locura y de muerte, de Horacio Quiroga (Menoscuarto, 2004).

Como poeta ha publicado los poemarios Métodos de la noche (Hiperión, 1998), El jugador de billar (Pre-Textos, 2000), El tobogán (Hiperión, 2002, Premio Hiperión), La canción del antílope (Pre-Textos, 2003) y Mística abajo (Acantilado, 2008), así como la colección de haikus urbanos Gotas negras (Plurabelle, 2003, reeditado por Berenice, 2007) y los Sonetos del extraño (Cuadernos del Vigía, 2007). Todos los poemarios anteriores, revisados y con dos libros inéditos, fueron reunidos en el volumen Década. Poesía 1997-2007 (Acantilado, 2008). El libro-disco Alguien al otro lado (La Veleta, Comares, 2011) ofrece una breve antología de sus poemas, musicados y cantados por Juan Trova. Sus poemarios más recientes son Patio de locos (Estruendomudo, Lima; Textofilia, México DF, 2011) y No sé por qué (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2011).

Es, finalmente, autor del libro de aforismos y microensayos El equilibrista (Acantilado, 2005), del libro de viajes por Latinoamérica Cómo viajar sin ver (Alfaguara, 2010) y de una traducción del Viaje de invierno, de Wilhelm Müller (Acantilado, 2003).

Fuente: andresneuman.com

La revista Granta y el canon literario.

Granta, refundada en 1979 a partir de una vieja cabecera de la Universidad de Cambridge, se convirtió pronto en un referente en las letras anglosajonas, pero alcanzó el estatus de mito cuando comenzó a lanzar sus listas de escritores para el futuro.
  • En 1983 la revista apostó a que ese futuro llevaría los nombres de un grupo de treintañeros llamados Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes o Kazuo Ishiguro. Desde entonces ha habido listas granta cada 10 años. 
  • En la de 1993 aparecían, entre otros, Hanif Kureishi, Tibor Fisher y Ben Okri; y en la de 2003, Zadie Smith, Andrew O'Hagan y Monica Ali.
Como recordó Valerie Miles, codirectora junto a Aurelio Major de Granta en español, "es la primera vez que la revista propone una reunión de los mejores narradores jóvenes procedentes de una lengua distinta del inglés".  

Basta pensar en esa nómina, y en el hecho, como recordó Major, de que "los editores anglosajones ya no leen en otros idiomas" para calibrar la importancia de la traducción al inglés del número dedicado a los escritores en español. De la versión original, en la que cada elegido publica un texto inédito, se han impreso 10.000.



Uno de los seis miembros del jurado seleccionador -junto a los directores de la revista, el escritor argentino Edgardo Cozarinsky, la crítica española Mercedes Monmany e Isabel Hilton, corresponsal especializada en América Latina y China- fue el novelista Francisco Goldman, artífice de la publicación -y consagración- de la obra de Roberto Bolaño en Estados Unidos. 
El novelista chileno rompió la costumbre anglosajona de medir a cada nuevo escritor latinoamericano con Borges y García Márquez y, según Aurelio Major, la nueva generación ya no reacciona contra el boom de los años sesenta: "Forma parte del paisaje. Los jóvenes no tienen que matar al padre". Esa es una de las señas de identidad comunes a un grupo de autores que, en muchos casos, viven fuera de su país pero ya no por motivos políticos. "Son cosmopolitas, no siguen solo su propia tradición", apunta Miles. Por su parte, John Freeman, director de Granta en inglés, destaca -además de que "hablan mucho de sexo"- un experimentalismo y un riesgo formales que llamará la atención sobre todo en Estados Unidos: "Allí triunfa el realismo. Hay demasiados talleres de escritura, y eso termina por uniformar el estilo".
"No hemos pensado en cuotas, solo en el talento", repiten los autores de una selección en la que hay cinco mujeres -"el canon sigue siendo masculino", dice Elvira Navarro- y en la que son mayoría los narradores argentinos (ocho) y los españoles (seis). Sin negar el argumento de la calidad, el escritor hispanoargentino Andrés Neuman apunta también a la predisposición de los lectores: "Hay una tradición lectora que hace que a ciertas literaturas se les dispense una atención no necesariamente justa".

Los elegidos:
Argentina: Oliverio Coelho, Federico Falco, Matías Néspolo, Andrés Neuman, Paola Oloixarac, Patricio Pron, Lucía Puenzo, Samanta Schweblin.
España: Andrés Barba, Pablo Gutiérrez, Javier Montes, Elvira Navarro, Alberto Olmos, Sònia Hernández.
Perú: Santiago Roncagliolo, Carlos Yushimito del Valle.
Chile: Carlos Labbé, Alejandro Zambra.
Bolivia: Rodrigo Hasbún.
Colombia: Andrés Felipe Solano.
México: Antonio Ortuño.
Uruguay: Andrés Ressia Colino.


Fuente: El País, Madrid, 2/10/2010.



Y aquí van algunos poemas de Andrés Neuman, del volumen  El tobogán, Ed.Hiperión. Madrid, 2002.

(PALABRAS A UNA HIJA QUE NO TENGO)


Entornaré tus ojos si prometes soñarme.
Compréndeme, no es fácil velar por alguien siempre:
a veces necesito saber que tienes miedo.
Cuando sepas hablar, dame mi nombre;
diciéndome papá ya habrás hecho bastante.
En invierno no abrigues demasiado
tu cuerpo de princesa, más útil y más noble
es irse acostumbrando a resistir.
Acepta golosinas de los desconocidos
-no está el mundo como para negarse-,
pero apréndete esto en cuanto puedas:
más frecuente es lo amargo, o que te ignoren,
y no los caramelos.
Te enseñaré a leer fuera del aula,
y llegada la hora quiero que escribas mar
sobre los azulejos del pasillo.
Cuando por vez primera cruces la calle sola
sabrás que el riesgo y la velocidad
perseguirán tus días para siempre.
No creas que, en el fondo, no soy un optimista;
si no lo fuera, entonces no estarías allí
cuidando que te cuide como debo.
Como ves, desconfío
de quienes no veneran el asombro
de estar aquí, ahora.
Existe la alegría, pero duele;
tendrás que conseguirla.
Y cuando la consigas tendrás miedo. 





(LA PALABRA SIN PATRIA)


Desapareceremos
y ése es el sentido.
No basta, sin embargo, con callarla:
debemos detenernos para oírla.
Diré su nombre, entonces.
(¿Qué sucede?)
Hay un cerrojo negro en la conciencia
que vive resistiendo hasta la hora;
si se abre antes de tiempo, nos devora el vacío. 

La muerte es un idioma contra el que se ha nacido.
Aunque nadie jamás podrá enseñármelo,
no quiero llegar mudo hasta el final.
Nombrarla es la renuncia y es el éxito. 

Digo morir y soy
el primer extranjero de mi lengua.





(EL JARDINERO)


Aprendí con mi abuelo a plantar árboles.
Los sauces necesitan
más agua, Andrés, que tú
y sus raíces
al principio no son
demasiado profundas.
A veces crecen rápido
y otras veces se estancan en la tierra,
asustados del aire.


Hoy no existe ni abuelo ni país
ni tampoco ese niño, pero queda
aquel sauce encorvado al que -me digo-
Andrés, hay que cuidar,
estas raíces frágiles,
este miedo a la altura de la vida. 





(HALLAZGO DE LA LUZ)


Eres plácida y diurna; yo, noctámbulo
hasta la resistencia. Has preferido
dejar que el sueño selle la luz que guarda el ojo
mientras me atrincheraba en esta lucidez
de párpados hundidos. Ya respiras
como quien custodiase un secreto minúsculo.
Te vuelves: pasa página, más allá del balcón,
la luna llena. El piano del silencio
mantiene sus acordes. Entre sombras
salgo a buscar un jarro de aire fresco
y en tu pecho palpitan hermosos animales.
Caeré rendido cuando el sol se vuelva urgente;
tú despertarás pronto. En piel de sábana
moverás el calor. Yo buscaré cobijo
para mi madrugada. Acaso entonces
podamos encontrarnos, amada solamente,
en un amanecernos compartido.




sábado, 12 de noviembre de 2011

Nueva Narrativa Argentina



En esta última etapa del año del taller empezaremos a asomarnos a la Nueva Narrativa Argentina, a raíz de las inquietudes que teníamos sobre el tema, a las antologías aparecidas en los últimos tiempos, y al entusiasmo generado por las reflexiones del libro Los prisioneros de la torre, publicado por Elsa Drucaroff, (Emecé), en el que se dispuso a analizar cuáles son los efectos que la dictadura militar produjo sobre la nueva narrativa argentina.
La autora elabora series y estudia las diferentes “manchas temáticas” que recorren las obras publicadas hasta 2007 de los escritores nacidos a partir  de 1960. Al tiempo que da cuenta del estado del arte, Drucaroff se ocupa de derribar el mítico enfrentamiento entre “babélicos” y “planetarios”, avanza sobre las razones de la disociación entre los escritores y el público lector, y discute con Beatriz Sarlo, a quien señala como una de las personas que abusa de la “crítica patovica” y lee mal a los jóvenes escritores.

Plantea que “la literatura, con la coartada de la ficción, de construir un mundo que no se juzga en una relación de referencia con el mundo real, permite experimentar con cosas que no serían tan fáciles de hacer. En la literatura uno puede preguntarse cualquier cosa sin límites éticos, políticos, ni siquiera lógicos. ¿Con qué se experimenta en la narrativa de la postdictadura? La respuesta que doy es sesgada: desde mi respuesta, que no pretende ser única, se experimenta con la elaboración de los traumas argentinos de un pasado relativamente reciente que recién ahora empieza a procesarse. Pero yo propongo una lectura, no creo que sea la única lectura. La literatura no es sólo un laboratorio: son muchos. Podría haber habido otras respuestas para el mismo recorte. Después de todo, yo llamo “narrativas de postdictadura” y lo justifico, pero es un recorte como cualquiera.”


Haciendo memoria. Babel y la Biblioteca del Sur. La ironía de los derrotados y los que llegan después.
Cuando de los setenta todavía no se había podido hablar, porque no se los podía pensar, aparecen en los años 90, dos grupos nucleados en torno a una editorial y a una revista cultural, y comienza a advertirse que  hay una nueva mirada, diferente a  las de quienes llegaron a la conciencia política después de la dictadura, y no con el sueño socialista.
Los  grupos eran:
  • de un lado el de los autores que publicaban en la colección de Editorial Planeta (dirigida por Juan Forn), como Rodrigo Fresán,
  • y del otro  quienes se nucleaban en torno a la revista Babel (por ejemplo, Sergio Chejfec, Luis Chitarroni, Sergio Bizzio, Alan Pauls),  
Comienzan las diferencias en cuanto a que unos son más experimentalistas, y los otros son escritores de mercado, que tienen obras apolíticas, a pesar de que van cambiando con el tiempo sus posturas (admitidas o no), pero lo cierto es que algo está cambiando: a veces son mencionados como prueba de una literatura que tiende a la insensibilidad social, el acriticismo y la frivolidad, o que aburre porque está escrita para el gueto de expertos en teoría literaria. Hablan en presente, como si el tiempo se hubiera congelado y eso siguiera siendo lo único que hay.

Sigue diciendo Drucaroff: “Sin embargo es con los que nacieron alrededor de los 70 en la Argentina, quienes tienen para contar cosas demasiado diferentes de las que, por ejemplo, podemos contar quienes fuimos adolescentes o jóvenes cuando ellos nacían. Comienzan a aparecer antologías de nuevos escritores argentinos. Los suplementos culturales ya preguntan por la producción actual y algunas editoriales poderosas dan espacios. Después de la crisis de 2001 surgen muchos pequeños sellos, revistas como Mil Mamuts o La Mujer de mi Vida dedican sus páginas a esta literatura.


La característica más distintiva de la NNA pasa por la entonación. La entonación es eso que más conecta el lenguaje con las vísceras, el cuerpo, el contexto inmediato, la valoración o actitud ante lo que nos rodea. Gritar, susurrar, acusar, quejarse, ordenar, proclamar, denunciar, explicar, dudar, bromear, ponerse serio, todo eso se manifiesta también con los tonos de la voz y la literatura también hace sonar entonaciones de papel. La narrativa anterior entona grito, acusación, proclama, denuncia, reflexión, explicación sesuda; si bromea, es con un fin serio: criticar y denunciar; si juega (como jugaron, cada uno a su modo, Cortázar o Borges), es para hacer preguntas filosóficas que no son juego. Serio concierto sinfónico que inevitablemente tendrá timbales en su parte culminante: ésa es la música de gran parte de la buena literatura anterior. La nueva se toma menos en serio. Predomina la socarronería, una semisonrisa que puede llegar a carcajada o apenas sobrevolar, pero señala siempre una distancia que no se desea recorrer: la que llevaría a tomarse demasiado en serio.
Ninguna entonación es un invento, menos en literatura. Esto no lo inventó la NNA, resuena de modos diversos en algunos pocos escritores de generaciones anteriores, que no casualmente están entre los que más leen los nuevos, o empiezan a ser valorados como merecen sólo a partir de los 90: Hebe Uhart, Fogwill, Ana María Shua, Silvina Ocampo, César Aira (que no me gusta). Pero era una entonación marginal, poco valorada en la narrativa anterior; ahora se desplazó al centro y sus posibilidades se despliegan. Es como si lo que la Argentina hubiera enseñado a los escritores nuevos fuera breve y simple: “No me crean nada”.

Cínicos, lúcidos, bizarros. 

Como cualquier buena literatura, la NNA valiosa interpela con preguntas nuevas y, queriendo o no, no puede evitar poner en jaque a la sociedad que la produce.
Recorriendo novelas y cuentos. Aunque estén incompletos, aunque falten nombres, aunque muchas de estas series se entrecrucen y no haya espacio para desarrollarlas, tracemos recorridos en la NNA:
  • Infancia e iniciación, narradas pocas veces desde el realismo “puro”, casi siempre desde uno agujereado por el exceso expresionista: Pablo Ramos, Selva Almada, Paula Varsavsky, Fabián Casas, Juan Incardona, Ariel Bermani.
  • Textos relacionados lejanamente con:
ü  el “realismo social”, ahora despojado de dramatismo y urgencia, hasta teñido de humor (Marcos Herrera, Bermani, Fabián Casas, Alejandro Parisi, Ramos),
ü  o de absurdo, o siniestro, o casi de fantástico (Alejandra Zina, Mariana Enriquez, Beatriz Vignoli, Luis Sagasti, Claudia Feld).
  • Irrupciones del fantástico donde, a diferencia de Borges o Cortázar, no se busca ni un centro del mandala ni un saber (Gustavo Nielsen, Samanta Schweblin, Fernanda García Curten, Alejandro López).
  • Minimalismo para narrar (según autodefinición de Félix Bruzzone) una “juventud sin prioridades”: Eduardo Muslip, Federico Falco, Romina Doval, Ignacio Molina, Claudio Zeiger (en ellos funciona, pero se está volviendo receta). 
  • Pasado en el presente: el traumático 1976 como fantasma, generaciones con la conciencia atormentada por el peso de muertos que no conocieron y por la complicidad nunca asumida de los vivos (Bruzzone, Ignacio Apolo, Mariano Dupont, Alejandra Laurencich, Patricia Suárez, Martín Kohan, Carlos Gamerro, Patricia Ratto, Mariano Pensotti, Guillermo Martínez).
  • Visita cuidadosa a géneros masivos: ciencia-ficción (Alejandro Alonso), policial clásico (Guillermo Martínez, cuentos de Eloísa Suárez), policial negro expresionista (Gamerro, Vignoli, Pablo Toledo).
  • El viaje, reformulado respecto de la antigua y brillante serie que trazara David Viñas (Gabriel Vommaro, Suárez, José María Brindisi, Carlos Schilling, Patricio Pron, Maximiliano Matayoshi).
  • La pregunta por vivir y escribir en las fronteras, en las obras de dos orillas de Ana Kazumi Stahl y Andrés Neuman.
  • La frustración política argentina: Miguel Vitagliano, Florencia Abbate, Gamerro y Pedro Mairal (en cruce con ciencia-ficción).
  • Los excesos del cuerpo, como si a falta de certezas fueran lo único confiable (Fernanda García Lao, García Curten, Gabriela Liffschitz, Andrea Rabih, Viviana Lysyj, López, Gamerro).
  • Fascinación crítica ante los medios masivos (Juan Terranova, Ingrid Proietto, Bettina Keizman, Mairal, Vignoli).”


El punto de vista de  Ana María Shúa.

¿A qué llamamos “nueva narrativa”?
“Desde Claudia Piñeiro a Samantha Schweblin, Andrés Neuman, Hernán Vanoli, Ariel Bermani, Betina González, Paola Kaufmann, Mariano Siskind, Florencia Abbate,  Fabián Casas. Tal vez Gabriel Bellomo, que no es tan joven.
Lecturas parciales, arbitrarias, que me permiten captar una nueva sensibilidad, inaccesible ya para mi generación, hecha de trozos de este caos mezclado y confuso (¿como un cambalache?) en el que vivimos. Y parcialmente virtual. Son diferentes entre sí, no se dirigen a los mismos objetivos, vamos a necesitar todavía unos cuantos años para verlos y poder analizarlos en conjunto.
Se dan el lujo (tan sano) de olvidarse de Borges y Cortázar, que tanto pesó sobre los que empezamos a publicar de los 60 a los 80. Están todavía librándose de la marca del minimalismo norteamericano, que guió a algunos de la generación intermedia y dañó a la mayoría. Son escritores, buenos escritores. Y ya veremos.”


Mataronakenny y la nueva literatura argentina.

MataronaKenny surgió en abril de 2004 con el objetivo de leer, disfrutar, discutir y analizar poesía y narrativa de autores argentinos cuyas obras empezaron a circular a partir de la década del noventa. Es un grupo con una dinámica propia, formado por lectores y escritores de distintas edades y procedencias, donde se intercambian diversos puntos de vista, diversas maneras de aproximarse a lecturas e interpretaciones divergentes, no dogmáticas. Fue fundado en la convicción de que es necesario abrir el debate a todos los integrantes de la comunidad y restablecer el vínculo entre los que leen y los que escriben.

ELEMENTOS QUE REAPARECEN EN LOS AUTORES LEÍDOS 

1-El tópico "memoria falsa" (Apolo, Casas, Gamerro, Abbate): dificultad para recordar, para reconstruir desde el recuerdo en principio una historia política coherente del pasado que explique a estas nuevas generaciones, y por extensión, dificultades con la memoria.

2-Juicio a los setenta (Abbate, Terranova, Casas, más indirectamente Apolo y Gamerro): trabajosamente la nueva literatura empieza a poder mirar con ojos propios el pasado reciente argentino.  La libertad de poder imaginar ficción y reflexionar más allá de los discursos
oficiales de izquierda y del discurso facho (algo que las nuevas generaciones
no han siquiera intentado en el campo del ensayo) parece estar abriéndose
paso desde la literatura, el "cassette" obligatorio de lo políticamente correcto,
en este campo tabú, empieza a desecharse.

3-Existencia vacía: algunos personajes de los cuentos de Pedro Mairal, de la
novela de Abbate, la voluntad de "superficialidad" y ausencia de conflicto psicológico en los relatos de Schweblin, la prescindencia del joven narrador del cuento de Casas, los jóvenes que toman cerveza en Bermani, el desesperado vacío del drogadicto de "Fulgores nocturnos", todo esto parece apuntar, denunciándolo, a un vacío que es de esta "mala época".

4-Mirada Distante, no moralizadora: el tópico “existencia vacía” se correspondería con dos entonaciones narrativas:
-Una desapasionada y suavemente socarrona: con matices y grandes diferencias, predomina en la estética de Schweblin, de Casas, de Bermani, de varios relatos de Mairal.
-Una frenética que tapa un vacío: con matices y grandes diferencias, predomina en voces narradoras de Gamerro, López, Apolo.
En los dos casos hay distanciamiento en la mirada del autor, como si se desconfiara del compromiso emocional potente y se buscara una estética que no hiciera perder la lucidez. Se busca que sea el lector el que realice el trabajo de tomar posición sobre cuestiones morales, en un contexto de descripción de lo cotidiano.

Rasgos estéticos comunes:
Variantes del humor tanto en la escritura como en la trama, por ejemplo: humor absurdo y negro en Schweblin, y parodia en López. También se observa una gran velocidad en la narración.

Convivencia con los medios: los medios están incorporados en la escritura, tanto como un dato de la vida cotidiana, se dialoga con ellos, como en la velocidad del relato (López, Gamerro, Mairal, Abatte, Schweblin).

El caudillismo: en la figura fuerte de Tamerlán, (Las Islas, Gamerro), en el psicópata poderoso de El grito, de Abbate, el caudillo de “El Hambre” en Vinacourt, puede leerse una figura de poder que se relaciona también con el caudillismo que marcó los 90 en la figura de Menem.



Autores con los que trabajaremos: Samanta Schweblin, Pedro Mairal, y Félix Bruzzone.









Samanta Schweblin.





lunes, 24 de octubre de 2011

Fogwill: Fog-will



Polémico e  ineludible en la literatura argentina, Fogwill creó un personaje del que pocas veces quiso escapar. Un personaje procaz, sincero, hipersexual, polémico. “Cada escritor tiene su máscara y arma su pose. Mi pose es esta: yo siempre aspiro a mentir con la verdad. Engañar de que valgo la pena diciendo que no valgo la pena”, decía en una entrevista.

Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941-2010) alcanzó renombre, primero, como directivo de empresas de publicidad y, luego, como escritor. Obtuvo la licenciatura en Sociología en la UBA, donde, además,  se desempeñó como profesor titular. Escribió poemas, cuentos, novelas, ensayos sobre temas relacionados con la comunicación, literatura y política. 

Se desempeñó también como empresario de la publicidad y el marketing, donde alcanzó renombre. Muchos de sus eslóganes aún tienen vigencia: “el sabor del encuentro” es suyo.
En el año en que la Argentina fue sede del mundial de futbol, durante la dictadura de Videla, Fogwill, que por entonces dirigía una agencia de publicidad, editó a los 38 años su primer libro: los poemas de El efecto de realidad.
En 1980 su cuento Muchacha punk obtuvo un importante premio patrocinado por una empresa de gaseosas, que le permitió dedicarse a escribir. Sin embargo, cuenta que, después de cobrar el cheque y sorprendiendo a los editores, se sentó a negociar. “Les dije: ‘Este libro vale tanto.’ Ellos querían publicarlo gratis, así que decidí no cumplir las condiciones del premio, y listo.” Fogwill, su propio personaje, empezó a hacerse conocido.

Algunos de sus textos integran diversas antologías publicadas en Estados Unidos, Cuba, México y España.Fue traducido al francés, alemán, croata y mandarín. En 2003 ganó la beca Guggenheim y, al año siguiente, el Premio Nacional de Literatura por su libro Vivir afuera.

Hasta hace pocos años, Fogwill era un escritor de culto en América Latina, alguien del que, con suerte, se había leído su prodigioso cuento Muchacha punk. Hoy es un referente fundamental de la literatura argentina contemporánea, alguien a la altura de Piglia y Aira.
Los Cuentos Completos incluyen veintiún textos escritos a lo largo de tres décadas y media (del 1974 al 2007). En su prólogo, Elvio Gandolfo señala que la antología "contiene seis o siete de los mejores cuentos de la literatura argentina". La lectura no deja dudas: junto a Muchacha punk, relatos como Help a él, Sobre el arte de la novela, Los pasajeros del tren de la noche, Restos diurnos y La larga risa de todos estos años, son más que suficientes para convertir a Fogwill en un imprescindible.

Trazando un recorrido por Fogwill.

La variedad de los registros hace que se pueda entrar a este libro a partir de diversas perspectivas. Fogwill ha dicho que tiene una preferencia por "las lecturas que atienden, más que a lo que sucede, a la manera de narrar lo que sucede". Por eso son importantes sus intervenciones en relatos clásicos, su reescritura y a la vez parodia y actualización de El Aleph de Borges en Help a él o de El almohadón de plumas de Horacio Quiroga en Otra muerte del arte. Más allá de la parodia, lo que llama la atención es la forma indirecta que encontró Fogwill de narrar la política y el campo social en los años de la dictadura y la guerra sucia. Es una forma que tiene mucho que ver con la de Piglia en Respiración artificial (1980), la gran novela de ese período. Entre ambos la relación fue particular: no hay momento en que Fogwill no ataque a Piglia, pero, como dice Fabián Casas, "la contienda se salva en los estantes de la biblioteca", y allí hay lugar para los dos.
 
Jerónimo Pinedo y Esteban Rodríguez, en la Revista Grieta, (La Plata 2000) decían de su escritura, a propósito de Vivir afuera: “…si hablamos del Punk, hablamos de un temperamento. Una fuerza que se incrusta para descuajeringar el concepto. Pero también se trata de una limitación, una incapacidad de las disciplinas para atrapar esas fuerzas que se amasan en la penumbra de la sociedad, a oscuras de la sociología. No se trata de reformularla, sino de destruirla. ¡Y a no tener miedo! Las prácticas y los lenguajes seguirán desperdigados como antes lo estuvieron en la profundidad que sobrevolaba la pretendida ilusión de las reglas del método.
La voluntad de oscurecer, o voluntad de bruma, es una actitud, el no método; es rechazar de plano que el otro pueda ser subsumido en nuestro sistema de explicaciones, este no lo soportará y se resentirá al primer giro violento de lo que se quiere contener. No decimos que la academia, la policía o la gestión, sean ignorantes de este conflicto. Porque lo saben, hace tiempo que han eludido la posibilidad de contener esos lenguajes y los han dado por inexistentes.
Pero la voluntad de bruma sabe de batallas subterráneas, de herejías que convulsionan las jerarquías institucionales, llámese prensa, academia o policía. Tres formas de investigación, que son tres formas de espiar y, por añadidura, de delatar lo que se prevé. Tres formas de recortar lo que permanece embutido. Vivir afuera es La patria vigilada de los saberes vouyeristicos.”

Como en las novelas de Manuel Puig, a quien Fogwill admiraba (“Sobre todo Cae la noche tropical, que es puro registro, y un libro de una honestidad absoluta”), en Vivir afuera se dan cita todos las formas de hablar y de escribir: desde la conversación sexual hasta el lenguaje estereotipado de la burocracia policial, todo encuentra un lugar en la novela de Fogwill.





 Muchacha punk (1979) puede ser una historia picaresca de un argentino en Londres, pero en el último párrafo se encuentra ese detalle que transforma al relato en algo siniestro: el narrador está allá para "comprar unos catálogos de armas y unos artículos de caza mayor para mi gente en Buenos Aires".
En Sobre el arte de la novela (1993), el texto termina así: "... yo había salido sin documentos y no quería estar en la vereda ni a borde del Peugeot, porque aquí sigue siendo peligroso andar sin documentos de identidad".
La violencia sádica de la pareja de La larga risa de todos estos años (1983) es una manera de contar aquello que está ocurriendo en el país: "Creo que todos vieron lo que fue pasando durante aquellos años. Muchos dicen que recién ahora se enteran. Otros, más decentes, dicen que siempre lo supieron, pero que recién ahora lo comprenden. Pocos quieren reconocer que siempre lo supieron y siempre lo entendieron...

Dijo Fogwill en una entrevista: Muchacha punk fue escrito de un tirón, en tres horas, como al dictado de una voz -ajena-, al cabo de una noche de diciembre de 1978. Aunque estuve semanas corrigiéndolo, dudo que la última versión haya perfeccionado en algo lo que había ido desgranándose aquella madrugada de calor. El relato venía sobrecargado de propósitos teóricos y abunda en guiños, anagramas, provocaciones al Estado policial de la época e insidias a escritores de moda. Como suele ocurrir, todo eso pasó inadvertido a los lectores y al jurado que le concedió el primer premio en el certamen más concurrido de 1980. Paradojalmente, los auspiciantes del concurso -una fábrica de gaseosas- quisieron publicar este relato bajo el lema «Cómo crean en libertad los jóvenes argentinos». Yo era argentino, pera ya no era joven y por entonces la noción de libertad me resultaba tan hueca y banal como ahora. Creo que el relato es elocuente al respecto. Por efecto de éste y otros textos contemporáneos más, yo, un hombre grande, comprometido en una carrera empresaria, terminé creyendo que era un escritor y que debía escribir y cambiar de oficio. Visto desde la perspectiva de la especie, puedo atribuir a Muchacha punk el origen de una trama de malentendidos y desgracias a la que la presente publicación viene a agregar un nudo. R. F. [aparecido en "Buenos Aires, una antologia de nueva ficción argentina" de Juan Forn, ©1992 Editorial Anagrama].

“Fog-will” o el deseo de la niebla.

Su hija, Vera Fogwill, en una entrevista de Página 12, al cumplirse un año de su muerte, lo definía: “Mi padre para mí, como padre, fue un gran escritor. No se lo podía molestar, no se le podía quitar minutos a su silencio ni a su pensamiento. Su mejor novela es su vida, una vida más impactante que cualquier escrito que hayan podido encontrar o leer de él y/o sobre él. La mejor literatura la hizo en las noches arrullándome para dormir, jamás –mientras me tocaba estar con él– me dormí sin un cuento de mi padre, jamás. Hasta de grande era capaz de meterse en mi cama a contarme un cuento, pese a que yo, dormida, me sobresaltaba y le decía: “¡Papá, ya estoy grande para cuentos!”, “¿Papá, estás drogado?”, “¡Papá, soy tu hija!, ¡Papá!”.

No puedo dejar de pensar en que se fue literariamente haciendo referencia a Piglia, con su respiración artificial. Era muy chica, se publica Help a él y le había puesto Vera a un personaje y Vera era una puta… Y esa puta soy yo, la diferencia es que en ese entonces ni siquiera sabía lo que era coger. Poco entendía de la referencia sonora a El Aleph, y el juego con el nombre de Beatriz Viterbo para Vera Ortiz Bety. Yo cursaba tercer grado y le pregunté, llorando: “¿Por qué le pusiste Vera a una puta que te cogés y te mea? ¡Por favor, no se lo regales a mi maestra, papi!”. En ese entonces no había Veras, así que esa Vera para la nena que era entonces sólo podía ser yo. Él sólo me contestó otra cosa: “Vera es la verdad, estar cerca de ella, en la orilla. Eugenia, tu segundo nombre, es el origen de la génesis del gen, del genio”, que me dio origen, y estaba hablando de él, claro. Y agregó: “Fog-will es y será siempre estar entre la niebla, tinieblas, o mejor aún: el deseo de ellas”. Pero se parece más sonoramente al fuck.”




Y aquí va un fragmento, breve, de su poesía: de
CONTRA EL CRISTAL DE LA PECERA DE ACUARIO (1999).

La tibia luz
azul
titila en la pecera

la tibia luz
titila
azul
por la pecera
de nuestra era

tibia
la luz
de la pecera
titila
en nuestra era

en la era
de la pecera
de acuario

en la era titilante
y tibia


¡Somos
los entibiados!

los que en la era
de la pecera
nadando
acariciamos
el cristal
que reproduce
la tibia luz
de nuestras formas
reflejas


Aquí
reflejo
somos

juntos
en la pecera
estamos

puros reflejos
de la pecera
nadando
solos
nos deslizamos
envueltos
en su atenuada
y tibia
luz

luz azulina
no mortecina:

medida
retenida

luz contenida
en el vacío artificial
donde la ínfima materia
repite, contenida
su combustión artificial.