El tiempo y el espacio del taller de lectura plasmado para:



leer de diferentes maneras (por arriba, por abajo, entre líneas, a fondo, participando del texto, recreándolo),



dar cuenta de los procesos culturales en que surgen y son comprendidas o cuestionadas las obras literarias,



pensar (discutiendo, asombrándose, dejándose llevar por lo que los textos nos dicen -pero parece que no dijeran-),



y por sobre todas las cosas, y siempre, disfrutar de la buena literatura.








sábado, 12 de junio de 2010

Seguimos con Villoro. Es un excelente ensayista, y su obra de ficción se compone también de los mismos elementos genéricos. Mihály Dés, el periodista y traductor húngaro, fundador y director de la ya desaparecida revista de cultura Lateral, afirma que Villoro, en la mayoría de los casos, transfiere la voz de un autor extraordinariamente agudo y generosamente irónico al protagonista (que a su vez, suele ser el narrador indirecto de las historias, aunque haya uno omnisciente también). Surge siempre la chispa de sus ensayos y crónicas. Pero no se trata de un álter ego, sino de una función narrativa dentro del relato.
Ese protagonista de las novelas es siempre un hombre melancólico, pasivo y algo blando frente a figuras paternales duras y triunfantes. Él es el novio atrapado en el espejismo amoroso de unas hermanas gemelas en La alcoba dormida, del libro de cuentos La casa pierde (1998); el juego de dobles, o doppelgänger, es un motivo recurrente en la obra del autor mexicano.
La mirada de estos irónicos y atónitos protagonistas hamletianos (o sea, inusualmente inteligentes y no in-usualmente indecisos) otorgan un tono especial al relato y su discurso es el que pilota la trama. Sin embargo, su papel en el relato, su función narrativa va más allá que eso. Una de las peculiaridades de la prosa de Juan Villoro es que (con excepción, tal vez, de El testigo) maneja estructuras relativamente simples. A diferencia de la mayoría de sus colegas contemporáneos, que tienen poco que contar (por tanto, están rizando el rizo con acrobacias verbales y tienden trampas estructurales en las que pocos lectores están dispuestos a dejarse atrapar), Villoro tiene un exceso de material, una infinidad de materia dispuesta, todo un aluvión de historias, ideas y asociaciones, que serán organizados y convertidos en materia narrativa precisamente por sus peculiares narradores-protagonistas. Son arte y parte. En sus discursos, narración y reflexión se confunden. Sus discursos constituyen, a la vez, el escéptico registro de sus erráticas vivencias y el lúcido análisis de lo registrado: un ruinoso laberinto de lazos sentimentales, o como lo define en El disparo de argón, "un mundo avasallante, donde lo nuevo sólo dura unos minutos."
Pero hay algo más. Esas estructuras sólidas y simples, esa superficie transparente y transitable permiten al autor crear unas profundidades más complejas, desarrollar segundos significados y otros planos narrativos. Por lo general, a la trama en la superficie le corresponde una soterrada constelación alegórica. El hospital de ojos en El disparo de argón es una representación del mundo y del poder, donde cada espacio del edificio tiene un significado irónicamente simbólico.

¿Cómo se consigue esa multiplicidad de planos y riqueza de significados? Siguiendo con Mihály Dés, en ningún momento partiendo de ideas que se pretende novelar, como ocurriría en una narración alegórica tradicional, cuya solemnidad es ajena al espíritu de Villoro. Para empezar, toda simbología aparece en su obra vista desde una óptica irónica y transmitida por la resignada y desilusionada voz del comentador-protagonista. Y siempre como una sugerencia, una interpretación posible, en absoluto indispensable para la lectura de la obra, pero alentada por una realidad tan exagerada que no parece real, y en la que hasta los nombres parecen bromas con sentido simbólico inverso.
Por ejemplo, la calle Licenciado Verdad existe realmente en México, pero según Villoro le pareció apropiada para localizar la pensión de La alcoba dormida, porque justamente lo que se desarrolla no tiene que ver con lo real, ni mucho menos con la verdad. Como él mismo dice:   

"Sólo creo en la reinvención, no creo
en el reflejo mimético de la realidad."

Seguimos la semana próxima.